Sinopsis: Camila es una apasionada estudiante de arte que decide participar en un programa de voluntariado en un hospital, buscando dar un sentido más profundo a su vida y su arte. Allí conoce a Gabriel, un joven carismático que enfrenta una dura batalla contra el cáncer. A pesar de la gravedad de su situación, Gabriel irradia una energía contagiosa que transforma el entorno del hospital.
A medida que Camila y Gabriel pasan tiempo juntos, su amistad florece. Camila descubre que el arte puede ser una poderosa herramienta de sanación, mientras que Gabriel encuentra en ella una fuente de inspiración y alegría. Juntos, crean un mundo de colores y risas en medio de la adversidad, compartiendo sueños, miedos y momentos de vulnerabilidad.
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Cortando de raiz
El sol brillaba intensamente sobre el asfalto mientras Camila y Amanda se dirigían en el auto de Amanda hacia su departamento. Las ventanas estaban bajadas, dejando que la brisa fresca del día entrara y llenara el vehículo de un aire renovador. La música sonaba a un volumen moderado, y las dos amigas cantaban al unísono, riendo y disfrutando del momento. Sin embargo, la tensión por los exámenes pesaba en el ambiente como una nube gris.
—No puedo creer que tengamos que estudiar durante todo el día —dijo Camila, mirando por la ventana. —Esto es tan aburrido.
—Lo sé, pero si no lo hacemos, nos vamos a hundir en los exámenes —respondió Amanda, girando el volante con destreza. —Y siempre podemos darnos un pequeño capricho en el camino.
Camila sonrió ante la idea.
—¿Te imaginas un festín de comida china? —sugirió, sintiendo cómo su estómago gruñía al pensar en lo delicioso que sería.
—¡Eso suena perfecto! —exclamó Amanda, buscando un lugar donde detenerse.
Poco después, encontraron un restaurante chino que prometía satisfacer sus antojos. Amanda estacionó el auto, y ambas amigas salieron, sintiendo el aroma a comida china que emanaba del local. Al entrar, el ambiente era acogedor, con luces suaves y la decoración típica que evocaba un toque oriental.
Mientras esperaban a ser atendidas, Camila se sintió más relajada, como si la preocupación por los exámenes se desvaneciera momentáneamente. Sin embargo, al mirar hacia la esquina del restaurante, su corazón se detuvo. Allí estaba Alex, su exnovio, sentado con un grupo de amigos, riendo y disfrutando de una comida que parecía ajena a su presencia.
Camila sintió una oleada de miedo y ansiedad. La última vez que lo habían visto, había sido una discusión acalorada que dejó cicatrices profundas en su corazón. Pero en lugar de huir, algo dentro de ella se encendió. No podía vivir aterrorizada cada vez que lo veía. Era hora de enfrentar sus demonios.
—Amanda, creo que deberíamos salir —dijo Camila, su voz temblando.
—¿Por qué? ¿Qué pasa? —preguntó Amanda, siguiendo su mirada.
—Es Alex… —murmuró Camila, sintiendo que su pulso se aceleraba.
—¿Qué? ¡Ese idiota! Déjamelo a mi —dijo Amanda, decidida.
—No, espera. —Camila tomó una respiración profunda—. No puedo seguir huyendo de él. Necesito confrontarlo.
Amanda la miró, sorprendida pero comprendiendo la necesidad de su amiga.
—Está bien, pero estaré a tu lado —dijo, entrelazando sus dedos con los de Camila en un gesto de apoyo.
Con determinación, Camila se acercó a la mesa de Alex. Su corazón latía con fuerza, pero no podía dejar que el miedo la dominara. Al llegar a donde estaba él, se sintió vulnerable, pero también fuerte.
—Hola Alex, necesitamos hablar —dijo, su voz firme pero temblorosa.
Alex levantó la vista, sorprendido al encontrarla frente a él.
—Camila… —dijo, su tono entremezclado con confusión y un destello de sorpresa.
—No quiero que me hables. No quiero verte. —Las palabras salieron de su boca como una liberación. —Por favor, déjame en paz.
Alex frunció el ceño, como si no pudiera comprender lo que escuchaba.
—Cami, no tienes que ser así —respondió, intentando mantener la calma.
—Sí, sí tengo que serlo. ¡No entiendo por qué no puedes simplemente seguir con tu vida! —dijo levantando ligeramente la voz, sintiendo la adrenalina fluir por sus venas. —Nunca volveremos a estar juntos. Me hiciste mucho daño, Alex, y no puedo perdonarte por eso.
Alex se quedó en silencio, sus amigos mirándolo con sorpresa. La tensión en la mesa era palpable.
—No tienes idea de lo que dices, se que me equivoqué pero quiero que sepas que todavía te amo —dijo Alex, su voz ahora más baja, casi suplicante.
—No me importa, Alex. Lo que me importa es que dejes de atormentarme. Si continúas molestándome, no dudaré en ir a la policía y poner una denuncia por acoso —declaró Camila, sintiendo que cada palabra era un paso hacia su liberación.
Las palabras cayeron como una bomba en la mesa, y Alex se quedó en silencio, su expresión cambiando de sorpresa a comprensión.
—Cami, no quería que todo terminara así —dijo, su tono más suave y un poco preocupado.
—Pero así terminó —respondió Camila, sintiendo la fuerza de su decisión.
Un silencio incómodo se instaló entre ellos, y los amigos de Alex miraban entre él y Camila, sin saber qué hacer. Finalmente, Alex se levantó, su rostro pálido y su mirada perdida.
—Está bien, lo entiendo. No volveré a acercarme. —Con un gesto de la mano, se despidió, y se dio la vuelta, alejándose sin mirar atrás. Sus amigos se levantaron y se fueron detrás de él como perritos regañados.
Camila sintió una mezcla de alivio y tristeza al verlo irse. Había enfrentado a su pasado, y aunque no era fácil, se sentía más fuerte.
—Lo hiciste —dijo Amanda, acercándose a su lado y dándole un abrazo. —Eres increíble, Cami.
—No fue fácil, pero tenía que hacerlo —respondió Camila, sintiéndose más ligera.
Decidieron regresar a su mesa y pedir su comida. Mientras esperaban, Camila reflexionó sobre lo que había sucedido. Había sido un momento difícil, pero necesario. Ya no iba a dejar que Alex atormentará su vida. Era hora de seguir adelante.
—¿Quieres hablar de lo que pasó? —preguntó Amanda, mirándola con preocupación.
—No lo sé. Estoy bien, solo… es una mezcla de emociones. —Camila miró por la ventana, tratando de procesar todo. —Me siento liberada, pero también un poco triste.
—Es normal. A veces, enfrentar el pasado duele, pero también es parte del proceso de sanar —dijo Amanda, asintiendo con comprensión.
Camila sonrió levemente, agradecida por tener a su amiga a su lado.
—Gracias por estar aquí para mí, Amanda. No sé qué haría sin ti.
—Siempre estaré aquí, Cami. No tienes que enfrentarlo todo sola —respondió Amanda, sonriendo.
Cuando la comida llegó, ambas se sumergieron en la deliciosa comida china. La tensión del momento anterior comenzó a desvanecerse, y Camila se concentró en disfrutar de la compañía de su mejor amiga.
A medida que avanzaba el día, se dieron cuenta de que tenían mucho que estudiar, así que se dirigieron al departamento de Amanda, no sin antes llevar más comida china para picar, el ambiente se había vuelto más ligero. Al llegar las risas y el buen humor se mezclaban con los libros y las hojas de estudio. Camila se sentía agradecida por tener a Amanda a su lado, apoyándola en cada paso del camino.
Mientras estudiaban, Camila se dio cuenta de que había aprendido una lección valiosa: la importancia de enfrentar sus miedos y no dejar que el pasado la definiera. Había dado un gran paso al confrontar a Alex y establecer límites claros.
—Cami, ¿quieres un poco más de comida? —preguntó Amanda, interrumpiendo sus pensamientos.
—Sí, claro —respondió Camila, sonriendo. —La comida china siempre es la mejor solución.
La tarde se convirtió en noche, y mientras el sol se ponía, Camila miró por la ventana, sintiendo que un nuevo capítulo de su vida estaba a punto de comenzar. Había enfrentado sus miedos y se había liberado de las cadenas del pasado. Estaba lista para seguir adelante, y no había nada que la detuviera. Ahora solo quedaba por resolver el asunto con Gabriel, solo esperaba que todo saliera bien, no se hacía grandes expectativas pues no sabía que esperar de él pero tampoco quería perder completamente la esperanza.