Me hice millonario invirtiendo en Bitcoin mientras aún estudiaba, y ahora solo quiero una cosa: una vida tranquila... pero la vida rara vez sale como la planeo.
NovelToon tiene autorización de Cristián perez para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 8: Jefe Foster
—Gerente Hayes, no se preocupe —dijo Richard Coleman con una sonrisa cansada, aunque su voz trataba de sonar firme—. Los salarios se pagarán pronto. Nunca retrasaré el pago de nadie, puede confiar en mi palabra.
Hizo una pausa, respiró profundo y añadió, con un brillo de esperanza en los ojos:
—El señor Adrián Foster está aquí hoy para inspeccionar la empresa. Si llegamos a un acuerdo, Coleman Media alcanzará nuevas alturas.
Los empleados, que hasta hacía unos minutos estaban trabajando con desgano, levantaron la cabeza. El rumor de la compra ya corría como pólvora, y escuchar esas palabras directamente del CEO encendió un murmullo generalizado.
Richard, en el fondo, sentía que se le desgarraba el alma. Media vida de sacrificios, noches enteras frente a balances, negociaciones interminables… todo reducido a cenizas. Ahora solo le quedaba la angustia de perder lo que tanto le había costado construir.
Olivia Hayes, la gerente de contenido, lo miró con sus grandes ojos claros. Había trabajado lo suficiente con él para saber que sus palabras siempre iban en serio. Fue esa misma integridad la que la había convencido de unirse a Coleman Media, incluso cuando la empresa llevaba semanas sin pagar salarios.
—De acuerdo —respondió ella, con voz suave pero firme. Sus ojos brillaban con determinación, y se volvió hacia Adrián, quien la observaba con calma.
Adrián recibió una presentación detallada del departamento de contenido. Olivia le mostró proyectos, estadísticas y al equipo creativo. Sus palabras eran seguidas con respeto absoluto: allí, su voz era ley. Adrián lo notó de inmediato; no solo era una gerente, era el corazón del área.
No se quedó demasiado tiempo en el departamento, pues sabía que revelar demasiado interés levantaría sospechas. Antes de marcharse, Olivia notó cómo sus ojos se detenían en ella más de lo normal.
Cuando Adrián salió, una voz risueña rompió el silencio.
—Olivia, ¿quién es ese chico tan guapo? —preguntó con picardía Sophie Turner, una joven de estatura menuda, cabello rubio trenzado y vestido blanco que resaltaba su frescura juvenil. Era la mejor amiga de Olivia y una de las pocas personas a las que trataba con total confianza.
—El hombre que planea comprar nuestra empresa —respondió Olivia con calma, aunque su voz tembló apenas un instante.
—Oh, vaya… rico y guapo —rió Sophie, dándole un codazo juguetón—. Tiene un cuerpo increíble, es joven, millonario… el paquete completo. ¿Qué opinas? ¿Tienes alguna idea?
Olivia puso los ojos en blanco.
—Estás loca. ¿Cómo crees que alguien como nosotras podría siquiera pensar en un hombre así?
—No intentes engañarme —replicó Sophie, bajando la voz pero con una sonrisa pícara—. Cuando lo viste en la recepción, le sonreíste como nunca antes lo habías hecho. Y cuando se fue… te quedaste mirando su espalda como si fuera un cuadro. ¿Fue amor a primera vista?
Olivia sintió que el corazón le latía más rápido, pero se obligó a mantener la compostura.
—¡Idiota! —respondió, dándole un golpecito en el brazo a su amiga.
Para distraerse, se dedicó a organizar junto a Richard la información interna de Coleman Media, preparando documentos que serían enviados a Adrián para su revisión. Poco después, salió de la empresa, aunque la imagen de Adrián no se le borraba de la mente.
Mientras tanto, Adrián, ya sentado en su Aston Martin, marcó el número de su abogado personal.
—Prepara la adquisición de Coleman Media. Quiero que tú y tu equipo se encarguen de todo —ordenó con voz firme.
—Entendido, señor Foster —respondió el abogado con eficiencia—. Se lo garantizo, tendrá resultados rápidos.
Colgó la llamada y suspiró. No era hombre de involucrarse en trámites legales; por eso pagaba sumas astronómicas a los mejores. Ellos se encargaban de todo.
Pero, pese a su serenidad habitual, su mente estaba inquieta. Cada gesto de Olivia volvía una y otra vez, como un eco imposible de callar. Una ducha fría en casa logró calmarlo, pero no del todo. Quizás eso era el amor.
—Qué bien —susurró al acostarse esa noche, mientras el sueño lo arrastraba hacia imágenes donde Olivia siempre estaba presente.
Durante los días siguientes, mantuvo su rutina: transmisiones en vivo en Twitch, entrenamientos, y reuniones rápidas con su abogado. La diferencia era que ahora se sentía más ligero, más entusiasmado. Tenía una nueva chispa en su vida.
Su equipo legal trabajó a toda velocidad. En menos de diez días ya habían recopilado información exhaustiva de Coleman Media y elaborado un plan de adquisición. Solo quedaba el paso final: la negociación directa.
El día de la firma llegó. Adrián apareció en la sede de la empresa vestido con camiseta blanca y pantalones cortos, como si fuera de compras. A su lado, un grupo de abogados y contadores trajeados lo seguía, irradiando solemnidad. Su contraste con ellos no lo hacía parecer menos poderoso, sino todo lo contrario: lo hacía destacar aún más.
Al entrar, se detuvo en recepción.
—Claire, ¿otra vez soñando con comida? —bromeó Adrián, golpeando suavemente el escritorio para despertar a la recepcionista.
Claire Miller, menuda y despistada, levantó la cabeza con sobresalto.
—Estaba pensando qué pedir de almuerzo… —murmuró avergonzada—. Señor Foster, ¿qué hace aquí?
—Si todo sale bien, pronto seré tu jefe —respondió él con una sonrisa confiada.
La joven abrió los ojos con sorpresa.
—¿De… de verdad?
—Claro. Y si llego a serlo, serás la primera despedida por floja —añadió Adrián en tono de broma, dándole una palmada amistosa en la mano.
Claire soltó un bufido indignado, pero no pudo evitar reírse.
Al avanzar hacia la oficina principal, los murmullos entre los empleados se multiplicaron:
—Ese debe ser el nuevo jefe…
—Dicen que es un streamer famoso, multimillonario…
—No tendrá ni 25 años, ¿qué va a saber de dirigir una empresa?
—Más sabe él de lo que aparenta…
Adrián los ignoró con su calma habitual. Al entrar, encontró a Richard Coleman y Emily Carter esperándolo. El primero parecía al borde de las lágrimas, mientras que la segunda mantenía su elegancia profesional.
—Adrián, te he esperado mucho tiempo —dijo Richard con una sonrisa temblorosa.
Tras unas palabras amables, los documentos se desplegaron sobre la mesa. La negociación fue breve: Adrián aceptó pagar más de lo que la empresa realmente valía.
—Dieciocho millones de dólares —confirmó su abogado, firmando los documentos.
Richard se dejó caer en la silla, con lágrimas en los ojos.
—Gracias, Adrián… sin ti no sé qué habría hecho. Hubiera terminado lanzándome de este edificio.
Adrián le puso una mano en el hombro.
—Ya no tienes que cargar solo con ese peso.
Richard rompió en llanto frente a todos, liberando años de presión y frustración. Los empleados, al escuchar la noticia, se miraban entre sí, sorprendidos.
Coleman Media tenía un nuevo dueño.
Adrián Foster, el joven millonario, acababa de convertirse en jefe.