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Cuando Era Joven, Me Convertí En Millonario

Cuando Era Joven, Me Convertí En Millonario

Status: En proceso
Genre:Romance / Comedia / CEO
Popularitas:2.7k
Nilai: 5
nombre de autor: Cristián perez

Me hice millonario antes de graduarme, cuando todos aún se reían del Bitcoin. Antes de los veinte ya tenía más dinero del que podía gastar... y más tiempo libre del que sabía usar. ¿Mi plan? Dormir hasta tarde, comer bien, comprar autos caros, viajar un poco y no pensar demasiado..... Pero claro, la vida no soporta ver a alguien tan tranquilo.

NovelToon tiene autorización de Cristián perez para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 8: El nuevo jefe de Lark Media Inc.

"Gerente Williams, no se preocupe. Los salarios se pagarán pronto. No retrasaré el pago de nadie. Por favor, confíe en mi palabra", dijo Richard Quinn, sonriendo con cierta tensión.

“El señor Adrián Foster está aquí hoy para inspeccionar la empresa. Si llegamos a un acuerdo para adquirir Lark Media Inc., esta compañía alcanzará nuevas alturas”.

Toda la oficina estaba en un estado de expectación. La noticia de una posible adquisición se había extendido como un incendio. Richard necesitaba mostrar resultados y una imagen sólida ante su posible comprador; su dignidad como fundador dependía de ello.

Su corazón, sin embargo, estaba desgarrado. Media vida de trabajo duro se había convertido en humo. Todo su esfuerzo, perdido. Solo quedaban la angustia y la sensación de haberlo apostado todo… y haber perdido.

"De acuerdo", respondió Claire Williams, con sus grandes ojos brillando mientras estudiaba detenidamente a Adrián antes de hablar en voz baja.

Conocía bien el carácter de Richard Quinn: no era un hombre dado a las exageraciones. Si decía que alguien tenía el dinero para comprar la empresa, debía de ser verdad. Por eso seguía a su lado incluso tras meses de inestabilidad, aunque no le pagarán desde hacía semanas.

Claire procedió a presentar los proyectos del Departamento de Contenido a los tres visitantes, centrándose sobre todo en Adrián. Este observó atentamente, apreciando su dominio y liderazgo. El respeto que inspiraba entre sus empleados era evidente.

Era la clase de mujer que sostenía una compañía por sí sola, incluso cuando todo a su alrededor se tambaleaba.

Aun así, Adrián no permaneció demasiado tiempo en el departamento. Si lo hacía, sería demasiado evidente su interés. Se marchó discretamente.

—Claire, ¿quién era ese tipo tan guapo? —preguntó una joven a su lado con curiosidad.

Era una chica menuda, de menos de metro sesenta y cinco, con un vestido blanco que resaltaba su piel clara. Llevaba una trenza larga y su cabello oscuro brillaba bajo la luz. Sus grandes ojos, vivaces y expresivos, tenían la ingenuidad de alguien que aún no había perdido la esperanza.

Se trataba de Sarah Parker, la mejor amiga de Claire y una de las empleadas más queridas de la empresa.

—El inversionista que planea comprar Lark Media Inc. —respondió Claire, cruzándose de brazos.

—Oh, así que es un tipo con dinero —bromeó Sarah, dejando escapar una risa traviesa—. Además de guapo, tiene buena figura. Es el hombre perfecto. ¿Qué te parece? ¿Ya te enamoraste?

—Estás loca —replicó Claire con una leve sonrisa—. ¿Tú crees que una chica normal puede permitirse siquiera mirarlo dos veces?

—No es locura, es observación. Cuando lo viste en recepción, le sonreíste de una forma que nunca te había visto hacerlo. Y cuando se fue, te quedaste mirándolo hasta que dobló la esquina. No me mientas, Claire. Fue amor a primera vista.

El corazón de Claire se aceleró. Por un instante recordó la calidez de la mirada de Adrián, la forma en que sus ojos parecían ver más allá de la fachada profesional. Pero enseguida disimuló, rodando los ojos.

—¡Idiota! —le dijo con suavidad.

Más tarde, Claire pidió a Richard que organizara todos los documentos financieros y administrativos para enviárselos a Adrián. Luego abandonó la oficina.

Adrián, mientras tanto, mantenía su calma habitual. Siempre había sido un hombre metódico: cuanto más complicado el asunto, más serenidad mostraba. Pero esa serenidad desaparecía cuando se trataba de Claire Williams.

En lugar de conducir a casa, se quedó un rato en su Aston Martin DB11, con las manos apoyadas sobre el volante. Luego marcó el número de su abogado personal y le dio instrucciones precisas para iniciar el proceso de adquisición de Lark Media Inc..

—Encárgate de todo —le dijo—. No quiero perder tiempo en tecnicismos.

Su abogado, que cobraba varios cientos de miles de dólares al año, respondió de inmediato. Desde que trabajaba para Adrián, apenas había tenido casos que justificaran su sueldo. Por fin podría ganárselo.

Esa noche, Adrián no podía dejar de pensar en Claire. Su rostro, su voz, el modo en que fruncía el ceño al revisar informes. Cada detalle lo hechizaba. Era como si algo en él hubiera despertado, algo que no sentía desde hacía mucho.

Una ducha fría no logró apaciguarlo. Quizá así se sentía el amor.

“Qué locura tan maravillosa”, pensó antes de quedarse dormido.

Esa noche soñó. Soñó con ella.

(No entraremos en detalles).

Con su fortuna, podría haber tenido a cualquier mujer. Pero para él, acostarse sin sentimientos era vacío, un acto sin alma.

El amor, lo verdadero, era otra cosa.

Días después, dejó todo en manos de su abogado y volvió a su rutina: transmisiones en vivo, videojuegos, entrenamiento, y llamadas ocasionales para preguntar por el avance de la compra. Su vida seguía su curso, pero algo dentro de él había cambiado.

En menos de diez días, su abogado completó todo el proceso: evaluaciones de activos, revisión financiera y propuestas de negociación.

Solo quedaba el paso final: firmar el contrato.

Cuando Adrián llegó a la sede de Lark Media Inc. para la firma, el ambiente era muy distinto al de su primera visita. Los empleados cuchicheaban entre ellos mientras él cruzaba la recepción, vestido con una camiseta blanca y unos pantalones cortos.

—Vamos, Emily, deja de holgazanear —dijo Adrián golpeando suavemente el mostrador con los nudillos.

La recepcionista, Emily Zhang, dio un respingo. Tenía una personalidad alegre y algo distraída, pero Adrián siempre le había tenido aprecio por su sinceridad.

—Oh, estaba pensando en qué pedir de almuerzo —dijo ella, con una risita nerviosa—. ¿Qué haces aquí, señor Foster?

—Si todo sale bien, pronto seré tu jefe —bromeó él, sonriendo.

—¿De verdad? —preguntó, abriendo los ojos con asombro.

—Claro. Y si no dejas de distraerte, serás la primera en irse cuando firme el contrato.

La expresión de Emily Zhang se congeló y Adrián soltó una carcajada antes de seguir su camino.

Los empleados lo miraban de reojo, murmurando entre ellos:

—Debe ser el nuevo dueño.

—Dicen que era un streamer famoso antes de volverse millonario.

—¿Tan joven y ya comprando empresas? Qué locura…

—¿Y si empieza a despedir gente?

Adrián los ignoró. Empujó la puerta de la oficina de Richard y lo encontró allí, junto a Qiu Qianhong —ahora Olivia Chen, la gerente de operaciones—, ambos esperando con evidente nerviosismo.

—Adrián —saludó Richard con una sonrisa tensa—. Te he estado esperando.

Tras unos minutos de conversación, firmaron oficialmente el contrato. Adrián Foster se convertía, así, en el nuevo propietario de Lark Media Inc., por una suma de 18,21 millones de dólares.

La empresa, en realidad, no valía tanto. Estaba endeudada, con pocos creadores activos y una reputación en declive. Pero Adrián no quiso negociar a la baja.

No era solo un negocio. Era la oportunidad que el destino le ofrecía para acercarse a Claire Williams.

El amor, pensó, no se mide en millones.

Quizás ella nunca llegara a amarlo.

Pero, al menos, podría intentarlo.

Al ver su firma estampada en el contrato, Richard Quinn respiró hondo. Las lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos.

—Gracias, Adrián. No sabes lo que esto significa para mí. Si no fuera por ti… probablemente habría saltado por la ventana hace semanas.

—No digas eso —respondió Adrián con calma—. Todo saldrá bien ahora.

Richard asintió, rompiendo a llorar abiertamente. Adrián comprendía su peso: un hombre con familia, deudas y empleados que dependían de él. No todos podían darse el lujo de vivir sin preocupaciones como él.

Y en ese momento, comprendió el verdadero valor de lo que había comprado: no era una empresa, sino un nuevo comienzo.

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1
Lilia Salazar
le faltó el final saber si conquistó a la que le gusta o que honda
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