Mafiosa Obsesión

POV DIEGO

Mientras observaba a Ruby y a sus amigas bañándose en la piscina, no podía evitar sentir que su presencia iluminaba el lugar. Su risa era contagiosa, y ese bikini negro que llevaba puesto le quedaba jodidamente exquisito. Había algo en ella que me atraía de una manera que no podía ignorar.

—Mateo— le dije a mi amigo, sin apartar la vista de Ruby. —Esa mujer me encanta—

Él seguía mi mirada, y podía ver que también notaba la chispa que había entre nosotros.

—Que averiguaste sobre ella y sus amigas—

—Ruby tiene veintitres años y que viven solas en una casa arrendada— comentó Mateo, mientras yo seguía observando a Ruby chapoteando en el agua.

—¿Y qué más sabes?— pregunté, intrigado.

—Camila es la mayor del grupo, tiene veinticinco y Sofía tiene veintiuno. Trabajaban en un restaurante, pero las despidieron porque unos hombres intentaron propasarse con ellas. Al defenderse, las echaron—

—Vaya, eso es duro— respondí, sintiendo una mezcla de admiración y respeto por su valentía —¿Tiene a alguien en su vida?— pregunté, curioso.

—Por lo que me dijeron, ninguna de ellas tiene novio. Son solo tres mujeres dedicadas a vivir—

—Interesante— murmuré, sintiendo que mi interés por Ruby solo crecía.

—¿Te interesa mucho?— preguntó Marcos.

—Me gusta, y la quiero para mí—

Mateo me miró, sabiendo exactamente lo que eso significaba.

—No sé, amigo. Lo veo difícil— dijo, con una expresión cautelosa.

—¿Por qué?— pregunté, sin dejar de mirar a Ruby. Ese bikini negro resaltaba su figura de una manera que me tenía hipnotizado.

—Porque no parece una mujer que se le pueda dar dinero y convencer tan fácilmente— respondió Marcos, y pude notar que él también reconocía su fuerza.

—A mí nada me queda grande— dije, tomando un sorbo de mi bebida, sintiendo el sabor refrescante recorrer mi garganta. —Lo que quiero, lo tengo, y ella no será la excepción—

Mateo soltó una risa, pero en su mirada había un destello de comprensión. Sabía que cuando me proponía algo, iba en serio. A lo largo de mi vida, había aprendido que todo lo que deseaba podía ser mío, al costo que fuera. Y Ruby, con su energía vibrante y su espíritu fuerte, era un desafío que estaba dispuesto a enfrentar.

La idea de acercarme a ella me llenaba de emoción. Había algo en su forma de ser que prometía más que solo una conexión superficial. Sentía que había una historia por descubrir, y estaba decidido a ser parte de ella.

POV RUBY

Salí de la piscina, el agua goteaba de mi piel, y me dirigí al lado de Diego. Observé a Camila hablando animadamente con Marcos y a Sofía riendo con Augusto. Todo parecía perfecto, pero había algo que me atraía de manera inexplicable hacia Diego.

—Excelente vista— le dije, sonriendo mientras sentía su mirada posarse en mí nuevamente. Esa intensidad en su mirada me hizo sentir un cosquilleo en el estómago.

—Tú eres la mejor vista— respondió directo, con su tono frívolo contrastando con la sinceridad de sus palabras.

No pude evitar sonreír ante su confianza. Era un hombre seguro, y eso me intrigaba.

—¿Puedo acompañarte un momento?— preguntó, con su voz grave resonando en el aire.

Asentí, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo mientras él se levantaba y me tendía la mano. La tomé, y al levantarme, sentí un pequeño tirón en mi pecho cuando la soltó.

Caminamos juntos hasta un invernadero muy lindo, lleno de plantas exóticas que creaban un ambiente casi mágico.

Una vez dentro, Diego me detuvo con un movimiento firme y rapido, acorralándome contra una de las vigas de madera. Su mano se posó en la pared sobre mi cabeza, y se agachó un poco para mirarme a los ojos.

—Ruby— comenzó, su voz era seria y poseía una intensidad que me hizo contener la respiración. —Me gustas. Me muero por besarte—

Su confesión me dejó atónita.

La tensión en el aire era palpable, y sentí como si el mundo a nuestro alrededor se desvaneciera. Había un juego peligroso en ese momento, y aunque sabía que Diego era un hombre posesivo e intenso, no podía evitar sentirme atraída por esa chispa que había entre nosotros.

—¿Y si no te gusta como beso?— le respondí, desafiándolo mientras mantenía su mirada. En el fondo, sabía que estaba jugando con fuego, pero había algo en su energía que me empujaba a seguir.

—No creo que eso sea un problema— dijo él, con una sonrisa que mostraba un destello de confianza que me hizo sentir un escalofrío.

Me acerqué un poco más, sintiendo la adrenalina correr por mis venas. Era un momento de riesgo, y aunque sabía que podía ser peligroso, la emoción de lo desconocido me llenaba de vida.

—Quizás deberías intentar convencerme— le dije, desafiándolo de nuevo, y disfrutando de la forma en que su mirada se intensificaba.

La conexión entre nosotros era eléctrica, y cada segundo que pasaba en ese invernadero me hacía querer descubrir hasta dónde podía llevarnos este juego.

—No me gustan los juegos. Soy más de ir al grano. Te puedo demostrar que será algo que te va a gustar—

La tensión en el aire era casi palpable, y el juego entre nosotros se intensificaba. Diego me miraba con una mezcla de deseo y determinación, y yo, sintiéndome audaz, decidí seguir desafiándolo.

—¿Y cómo piensas hacerlo?—

Él se acercó un poco más, la intensidad en su mirada se volvió casi abrumadora.

—Con acciones, no con palabras— murmuró, y antes de que pudiera reaccionar, me tomó de la cintura, acercándome aún más a él.

La proximidad hizo que mi corazón latiera con fuerza. Podía sentir su respiración, y el calor entre nosotros era innegable. Su mano que estaba sobre mí cabeza se poso en mi cuello y mejillas, me tomó con fuerza y en un instante, sus labios se encontraron con los míos, y el mundo exterior desapareció.

El beso era posesivo, lleno de una intensidad que nunca había experimentado. Diego me besó con tal fervor que me dejó sin aliento, cada movimiento suyo era decidido y apasionado. Nunca nadie me había besado de esta manera, y en ese momento, me encantaba.

Mis manos se deslizaron por su cuello, sintiendo la fuerza en su cuerpo mientras me dejaba llevar por la corriente del deseo. Era un juego peligroso, y aunque sabía que había una parte de él que era intenso y posesivo, no me importaba. Quería más.

Cuando finalmente se separó, ambos respirábamos entrecortadamente. Sus ojos brillaban con esa chispa de satisfacción, y yo sabía que había cruzado una línea, pero no me arrepentía.

—Así es como se convence a alguien— dijo, con una sonrisa que mostraba su confianza inquebrantable.

—Definitivamente has hecho un buen trabajo, pero no muy bien del todo, creo que faltó mas— respondí, sintiendo que el juego entre nosotros apenas comenzaba.

La conexión entre nosotros era innegable, y en ese instante, supe que estaba dispuesta a explorar cada rincón de esa atracción.

Él me dio una media sonrisa y me volvió a besar.

Esto es lo mejor que me ha pasado...