El poderoso sultán Selin, conocido por su destreza en el campo de batalla y su irresistible encanto con las mujeres, ha vivido rodeado de lujo y tentaciones. Pero cuando su hermana, Derya, emperatriz de Escocia, lo convoca a su reino, su vida da un giro inesperado. Allí, Selin se reencuentra con su sobrina Safiye, una joven inocente e inexperta en los asuntos del corazón, quien le pide consejo sobre un pretendiente.
Lo que comienza como una inocente solicitud de ayuda, pronto se convierte en una peligrosa atracción. Mientras Selin lucha por contener sus propios deseos, Safiye se siente cada vez más intrigada por su tío, ignorando las emociones que está despertando en él. A medida que los dos se ven envueltos en un juego de miradas y silencios, el sultán descubrirá que las tentaciones más difíciles de resistir no siempre vienen de fuera, sino del propio corazón.
¿Podrá Selin proteger a Safiye de sus propios sentimientos?
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Locuras por amor
Safiye y Damián estaban sentados en silencio, ambos con la cabeza baja, como si intentaran hacerse invisibles bajo la mirada fulminante de Derya. El silencio en la sala era pesado, y solo se rompía por el leve crujido de las llamas en la chimenea cercana. Los recuerdos de lo que había pasado horas antes pasaban fugazmente por la mente de Safiye, llenándola de una mezcla de vergüenza y determinación.
Horas antes...
Safiye se había sentado frente al gran espejo demoníaco en su habitación, una reliquia que su tía Freya le había entregado años atrás como un regalo, con la advertencia de que solo lo utilizara en emergencias. Y esta, definitivamente, era una emergencia. Selin estaba en peligro, y sus padres no la dejarían partir. No había otra opción.
Con una mezcla de ansiedad y decisión, Safiye colocó su mano sobre el borde del espejo, y susurró un nombre.
—Damián...
La superficie del espejo comenzó a ondular, como si el cristal fuera líquido. Y poco a poco, la figura de su tío Damián apareció en la imagen, con una expresión entre divertida y curiosa, como siempre.
—Mi querida sobrina, —dijo con su habitual tono juguetón—. ¿A qué debo el honor de tu llamada en medio de la noche?
Safiye no perdió tiempo en explicarle la situación. Le habló de la guerra en el imperio vecino, de la preocupación por Selin, y de la decisión de sus padres de no dejarla ir en su ayuda. Damián la escuchó en silencio, y cuando terminó de hablar, él solo sonrió, con una expresión traviesa en su rostro.
—Así que necesitas uno de los dragones de Freya, —dijo, asintiendo—. Pues... eso podría ser un pequeño problema. Pero bueno, ¿qué son los problemas para alguien como yo? Ya sabes lo que dicen: "nunca hagas nada con moderación." Muy bien, sobrina, te ayudaré.**
Safiye no pudo evitar sonreír al escuchar eso. Sabía que Damián era un hombre problemático, pero también sabía que era el único que podía ayudarla en ese momento.
En cuestión de minutos, Damián apareció en el jardín trasero del palacio, llegando de forma dramática, volando sobre sus alas demoníacas. Safiye corrió hacia él y lo abrazó con fuerza.
—Gracias, tío. —susurró—. Gracias por ayudarme.
Damián, en su usual tono despreocupado, simplemente le dio unas palmaditas en la espalda y luego la soltó.
—Bueno, bueno, no te emociones tanto, niña. Freya me mataría si supiera que estoy invocando a uno de sus dragones sin permiso, pero... —hizo un gesto dramático con sus manos, y de la nada, un dragón apareció en el cielo, descendiendo lentamente hasta posarse frente a ellos—. No es el primero, ni será el último problema que me busque. Solo asegúrate de no dejar marcas de dientes, ¿de acuerdo?
El dragón era majestuoso, con escamas plateadas que brillaban a la luz de la luna. Sus ojos, sin embargo, mostraban un destello de desconfianza. Al sentir el primer contacto de Safiye, soltó un rugido profundo, sus alas se agitaron y estuvo a punto de lanzarse al aire, desafiando el control de Damián.
—¡Espera! —exclamó Damián, riendo mientras el dragón se agitaba—. Parece que no le caes bien, sobrina.
Justo en ese momento, antes de que pudiera intentar calmar a la bestia, una figura apareció en el aire. Era Derya, volando con una rapidez sorprendente y aterrizando con una gracia intimidante justo al lado del dragón. Su mirada, ardiente de furia, se clavó en ambos.
—¿Qué están haciendo? —preguntó con voz glacial, aunque la respuesta era obvia. Safiye y Damián se quedaron petrificados, atrapados en el acto.
El dragón, al notar la presencia de Derya, se calmó al instante, como si reconociera su autoridad, y se agazapó en el suelo. Derya no perdió tiempo.
fin recuerdo.
Sentados uno frente al otro de un movimiento rápido, tomó a Damián por el cuello de su traje y lo levantó como si fuera una simple hoja de papel.
—¿Tienes idea de lo que estás haciendo, Damián? —espetó ella, su voz llena de furia—. Eres el adulto aquí. ¿Qué crees que pasaría si Henry descubre que estás ayudando a Safiye a hacer esta locura? ¡Esto es completamente irresponsable!
Damián, con su característico sentido del humor, trató de calmar la situación. A pesar de estar colgado en el aire, una sonrisa pícara apareció en su rostro.
—Oh, Derya, vamos, —dijo, haciendo un gesto exagerado con las manos—. Solo estoy siendo un buen tío, ayudando a mi sobrina a seguir su corazón. Después de todo, ¿quién soy yo para interponerme en los asuntos de mi hermosa sobrina? ¿No crees que Henry estaría orgulloso de ver a su hermano actuar tan valientemente? ademas, quien sera el tío alcahueta si no yo.
Derya lo miró con los ojos entrecerrados, claramente irritada, pero finalmente soltó un suspiro. Lo dejó caer al suelo, y Damián cayó de pie, sacudiéndose el polvo de su ropa con una sonrisa despreocupada.
—Eres imposible, —murmuró Derya, girando su atención hacia Safiye, que permanecía en silencio.
Se acercó a su hija, sus ojos, aunque más suaves, aún mostraban desaprobación.
—Safiye... —dijo en voz baja, colocándole una mano en el hombro—. Sabes que lo que intentabas hacer era una locura, ¿verdad?
Safiye asintió, pero la firmeza en su mirada no cambió.
—Lo sé, mamá. Pero no puedo quedarme aquí sabiendo que Selin está en peligro. No puedo... —su voz se quebró levemente—. El es importante para mi, y si hay algo que puedo hacer para ayudarlo, lo haré, incluso si significa enfrentar el peligro.
Derya la miró en silencio durante unos segundos antes de suspirar de nuevo. A pesar de su severidad, Safiye sabía que su madre la entendía mejor que nadie.
—Entiendo, Safiye. —dijo finalmente—. El amor nos hace hacer locuras. Créeme, lo sé mejor que nadie.
—¿Que...?
Safiye la miró con sorpresa, preguntándose qué quería decir exactamente. Derya le sonrió levemente.
—Soy tu madre, pero también soy una semidiosa, mitad demonio. Nada de lo que sucede en este palacio escapa a mis ojos, ni mucho menos lo que sientes. El amor, Safiye, a veces nos lleva por caminos peligrosos. Soy tu madre y emperatriz, ¿creyeron que no lo sabria? nada en este palacio pasa sin que lo sepa.
Derya hizo una pausa y luego añadió con un brillo en los ojos:
—Te ayudaré a ir con Selin. Pero lo haremos a mi manera, no lanzándote sin rumbo en la espalda de un dragón asustado.
Safiye no pudo evitar sonreír. No podía creer que su madre supiera todo y que, además, la ayudara. Se lanzó hacia Derya y la abrazó con fuerza.
—Gracias, mamá. No sabes cuánto significa esto para mí.
Derya la abrazó de vuelta, acariciando su cabello suavemente.
—Lo sé, querida. Y aunque Henry no estará feliz cuando se entere de esto, confío en que sabremos manejarlo cuando llegue el momento. Ahora, ve a prepararte. Partirás pronto.
Safiye se separó de su madre y miró a Damián, que le guiñaba un ojo. A pesar de todo, estaba agradecida de tenerlo de su lado, a su manera caótica.
Las locuras por amor, pensó, definitivamente eran algo que venía en la sangre.