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CICATRICES DEL ALMA.

CICATRICES DEL ALMA.

Status: En proceso
Genre:Romance / Pérdida de memoria / Intrigante / Apoyo mutuo
Popularitas:2k
Nilai: 5
nombre de autor: Brayan José Peñaloza salazar

El misterio y el esfuerzo por recordar lo que un día fué, es el impulso de vencer las contradicciones. La historia muestra el progreso en la relación entre Gabriel y Claudia, profundizando en sus emociones, temores y la forma en que ambos se conectan a través de sus vulnerabilidades. También resalta la importancia de la terapia y la comunicación, y cómo, a través de su relación, ambos están aprendiendo a reescribir sus vidas.

NovelToon tiene autorización de Brayan José Peñaloza salazar para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

1997.

Claudia se quedó inmóvil, con la carta temblando en sus manos. La fecha… No podía ser una coincidencia. 15 de marzo de 1997, el día que había cambiado su vida para siempre. El día en que su hermana había muerto en aquel trágico accidente. Un dolor agudo, como una herida antigua, comenzó a pulsar en su pecho. No había leído esa carta antes, y la sola idea de que su abuela la hubiera escrito ese mismo día le resultaba incomprensible.

Se sentó lentamente en el borde de la cama, con la carta aún sin abrir. Sabía que debía hacerlo, pero el miedo la paralizaba. Durante años había reprimido los recuerdos, había evitado pensar en esa fecha fatídica, y ahora, aquí estaba, enfrentándose a algo que había permanecido oculto todo ese tiempo.

Con manos temblorosas, rompió el sobre. Dentro, encontró unas pocas líneas escritas con la letra curva y elegante de su abuela. Leyó en voz baja, apenas susurrando las palabras:

"Querida Claudia,

El pasado es un lugar peligroso, pero no siempre podemos escapar de él. Cuando leas esto, estarás lista para entender lo que realmente sucedió. No te culpes más. No fue tu culpa. Pero debes saber que hay secretos que trascienden el tiempo y el espacio, y nuestra familia siempre ha estado conectada con esta casa de maneras que aún no comprendes. El día que tu hermana murió no fue lo que crees. No fue un accidente. Busca en la mansión. Busca la verdad. Te quiero siempre,

Abuela".

Claudia sintió que el aire abandonaba sus pulmones. ¿No había sido un accidente? Sus manos comenzaron a sudar mientras releía la carta una y otra vez, como si intentara encontrar un significado oculto en cada palabra. Sus pensamientos se volvieron un torbellino. Toda su vida había estado marcada por ese día, y la culpa la había consumido desde entonces. ¿Cómo podía su abuela sugerir que había algo más? ¿Y qué podía tener que ver esta mansión con todo ello?

Se levantó de la cama, inquieta. Las palabras de su abuela retumbaban en su mente. “Busca la verdad.” No podía quedarse quieta sabiendo que había algo más en juego, algo que estaba conectado tanto a su pasado como a esta casa. Decidió que, aunque fuera en plena noche, debía empezar a investigar. Algo la impulsaba a moverse, como si una fuerza invisible la guiara.

Cogió la vela, que aún tenía suficiente cera para iluminarla por un rato más, y salió al pasillo. La mansión se sentía más fría que antes, y cada sombra parecía moverse con vida propia. Se dirigió a la planta baja, donde recordaba que su abuela solía pasar horas en un pequeño estudio junto a la biblioteca. Quizás ahí, entre los libros viejos y los recuerdos polvorientos, encontraría alguna pista.

Cuando llegó a la biblioteca, un extraño murmullo la recibió, como si las paredes susurraran en un lenguaje que no podía entender. Abrió la puerta del estudio y, para su sorpresa, el lugar estaba exactamente como lo recordaba de su infancia. Los muebles, aunque cubiertos por una fina capa de polvo, estaban en su lugar, y en el escritorio de madera había una pequeña caja de madera tallada que no había visto antes.

Se acercó, encendiendo la vela con cuidado para examinarla mejor. La caja tenía grabados extraños, símbolos que no reconocía, pero que de alguna manera le resultaban familiares, como si los hubiera visto en sueños. Su pulso se aceleró mientras abría la caja lentamente. Dentro, había una llave antigua, de hierro oxidado, con una pequeña etiqueta de cuero unida a ella. La etiqueta llevaba una sola palabra: sótano.

Claudia sintió que su corazón daba un vuelco. Nunca había sabido que la mansión tuviera un sótano. Recordaba haber jugado en la casa cuando era niña, pero esa área siempre había estado cerrada o fuera de su alcance. Se preguntó qué secretos podría estar ocultando bajo el suelo, y, sin pensarlo demasiado, tomó la llave y salió del estudio.

El sótano. De alguna manera, sabía que debía ir allí, aunque algo en su interior la advertía del peligro. Mientras caminaba por los pasillos oscuros de la casa, su mente no dejaba de pensar en la carta. ¿Qué quería decir su abuela con que la muerte de su hermana no fue un accidente? ¿Y qué relación tenía esa mansión con su familia?

Finalmente, encontró una puerta de madera al fondo de uno de los pasillos de la planta baja. Estaba cerrada con un candado viejo, que encajaba perfectamente con la llave que había encontrado. La ansiedad se acumulaba en su pecho mientras introducía la llave y giraba. Con un chirrido pesado, la puerta se abrió, revelando unas escaleras que descendían a la oscuridad.

Claudia sostuvo la vela con firmeza, tratando de calmar su respiración mientras bajaba los escalones. El aire era frío y húmedo, cargado con el olor del moho y el polvo. Cuando llegó al final de las escaleras, la luz de la vela iluminó un espacio amplio y sombrío. Las paredes estaban cubiertas de estanterías llenas de viejas cajas y objetos cubiertos de telas.

Avanzó despacio, sus pasos resonando en la piedra. De repente, algo en el suelo captó su atención. Un círculo de símbolos grabados en el suelo, los mismos que había visto en la caja. Se arrodilló para examinarlos más de cerca, pero antes de que pudiera tocar uno de ellos, un escalofrío recorrió su cuerpo.

—Claudia...

El susurro volvió, esta vez más claro, más cercano. Giró la cabeza, pero no vio a nadie. La vela tembló en su mano, y entonces lo vio. En una esquina, entre las sombras, había una figura, apenas perceptible, como una sombra más densa que el resto. Y aunque no podía ver su rostro, sabía quién era.

Era su hermana.

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Brayan José Peñaloza salazar
entretenido.
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