En un reino deslumbrante, la princesa Ailén se encuentra atrapada entre el deber y el deseo. Casada con Elian, el príncipe de un corazón frío, descubre la traición en su matrimonio mientras su corazón se inclina hacia Kael, un hombre sin títulos pero de fervor inigualable. En un palacio lleno de intrigas y secretos, Ailén debe elegir entre mantener la estabilidad del reino y seguir el anhelo que desafía todas las normas.
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Capitulo 19
La mañana en el palacio comenzó de manera sorprendente. A pesar de la habitual rutina que caracterizaba nuestras vidas, esta vez noté algo diferente en Elian. Se encontraba en el comedor, con una expresión de relajación y una sonrisa genuina que hacía tiempo no veía. Sus gestos eran más sueltos, sus palabras más animadas, y el aura de preocupación que solía envolverlo parecía desvanecida.
Me encontré observándolo desde la distancia, con una mezcla de sorpresa e inquietud. ¿Qué lo tenía tan alegre? Mi mente comenzó a conjurar posibles explicaciones, pero ninguna parecía encajar con la imagen que tenía delante. La satisfacción de Elian me resultaba desconcertante, y una punzada de celos y desconfianza se hizo presente en mi interior.
Decidí acercarme y, al hacerlo, Elian se giró hacia mí con una sonrisa. “Buenos días, Ailén,” dijo con una calidez que no solía mostrar.
“Buenos días, Elian,” respondí, tratando de mantener la neutralidad en mi voz. “¿Parece que estás de buen humor hoy?”
“Sí, he estado pensando en algunos asuntos que me han alegrado el día,” dijo él, su mirada brillante. “¿Y tú, cómo te sientes?”
No pude evitar notar cómo Elian parecía más ligero, casi como si algo lo hubiera liberado de una carga. Mi mente empezó a inquietarse con la posibilidad de que algo estuviera ocurriendo detrás de la cortina de felicidad que él mostraba.
La conversación pronto dio lugar a una serie de comentarios que comenzaron a escalar en intensidad. Elian, en su aparente buen estado de ánimo, comenzó a señalar cómo me veía agotada. “Ailén, has estado muy ocupada últimamente. Necesitas descansar, no puedes seguir así,” dijo con un tono que, aunque preocupado, sonaba más impositivo.
“No estoy agotada, Elian,” respondí, tratando de controlar mi frustración. “Solo estoy cumpliendo con mis responsabilidades.”
“Y tus responsabilidades están afectando tu bienestar,” replicó él. “Es imperativo que tomes un respiro. ¿Cuándo fue la última vez que te tomaste un día libre? Estás tan metida en tus asuntos que olvidas cuidar de ti misma.”
El reproche de Elian era agudo y directo. Mis sentimientos de insatisfacción aumentaron al ver que él parecía relajado mientras yo me sentía atrapada en un ciclo interminable de deberes y tensiones. “¿Y qué pasa contigo? ¿Desde cuándo te preocupas tanto por mi bienestar?” pregunté, intentando mantener la calma pero sin éxito.
Elian frunció el ceño. “Desde que te veo cada día más cansada, cada vez más distante. No puedo evitar preocuparme. Necesitas descansar y hacer algo por ti misma.”
La conversación se tornó en una discusión más acalorada, con reproches mutuos que sacaron a la luz frustraciones acumuladas. Elian seguía insistiendo en que necesitaba un descanso, mientras yo me defendía diciendo que no tenía tiempo para lujos y que debía cumplir con mis obligaciones.
Finalmente, la discusión llegó a un punto muerto y ambos nos distanciamos. Elian se retiró con un suspiro, dejando un aire de tensión que se asentó en el comedor. La inquietud por su felicidad inexplicable y el recriminatorio tono de nuestra conversación me dejaron perturbada. Me preguntaba si había algo más detrás de su nueva actitud y si, de alguna manera, estaba relacionado con la creciente distancia entre nosotros.
A medida que el día avanzaba, mi mente seguía girando en torno a los eventos matutinos. La aparente calma de Elian y las palabras de nuestra discusión crearon una disonancia que me resultaba difícil de reconciliar. Mi insatisfacción con la falta de respuestas y la creciente tensión entre nosotros pesaban en mi ánimo, mientras trataba de seguir con mis responsabilidades diarias.
La noche había caído sobre el palacio, y mientras los ecos del día se desvanecían, una inquietud creciente perturbaba mi mente. La felicidad inexplicable de Elian me atormentaba. Cada vez que intentaba dormir, mi mente se atormentaba con pensamientos sobre lo que podría estar escondiendo.
No podía quedarme allí sin hacer nada. Decidí que necesitaba salir, despejarme y averiguar más sobre la nueva y enigmática actitud de Elian. Sigilosamente, me levanté de la cama, envuelta en una bata ligera que rozaba mis pies mientras caminaba por el oscuro aposento. Mi respiración era tranquila, pero mi mente estaba agitada. Me dirigí al jardín, moviéndome con cuidado para no despertar a nadie.
El jardín estaba envuelto en una suave penumbra, iluminado solo por la luz de la luna que filtraba sus rayos a través de los árboles. El aire fresco acariciaba mi piel, pero mi atención estaba fija en lo que me había llevado hasta allí.
Mientras avanzaba por los senderos sinuosos, escuché gemidos provenientes de una sección más alejada del jardín. La curiosidad me impulsó a acercarme, moviéndome con cautela entre las sombras. La atmósfera parecía cargada de una energía que no podía identificar, y mi corazón empezó a latir con fuerza.
A medida que me aproximaba, vi mechones rosados iluminados por la luz de la luna. Una mezcla de inquietud y confusión me invadió. Justo cuando trataba de acercarme más para observar, unas manos inesperadas cubrieron mis ojos y mis labios. El choque me hizo saltar, pero el contacto fue suave, casi delicado. Mi primer impulso fue gritar, pero el tacto era tan cuidadoso que el sonido se quedó atrapado en mi garganta.
Me quedé inmóvil por un momento, mi mente tratando de comprender la situación. El desconocido que me había sujetado con tanta suavidad parecía estar evitando cualquier reacción brusca de mi parte. Mi corazón palpitaba acelerado, la combinación de sorpresa y el miedo me hacía sentir vulnerable.
y que Elián se arrepienta de averla tratado mal.
y como en toda novela todo puede pasar,espero que ella tenga unos hijos hermosos.
y Elián sea que no puede dar hijos.