Años después de ser vendido a piratas por su mejor amigo, y que el padre este se case con Catalina, su prometida, Raúl regresa al río de la plata en busca de venganza y se reencuentra con su hermana, Esperanza, quien con su adorable carácter tratará por todos los medios que no efectúe su cometido, aunque todo plan de venganza puede caer al reencontrarse con Margarita, la hermana rebelde de su ex prometida.
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capitulo 4: "REVELACIONES”
El comienzo de Raúl como prisionero no fue para nada fácil, estaba esclavizado, encadenado, y era mejor que fuese obediente y mantenga limpio el barco, porque si no los castigos variaban entre latigazos, días de ayuno, torturas que era preferible desear la muerte... Pero Raúl era muy inteligente, audaz y valiente, no sé quedaría solo con eso...
Más de 5 años más tarde, Raúl, ya se había acoplado a la tripulación. Es más, logro ganarse la confianza del capitán Román, hasta llegar a ser su mano derecha en tan poco tiempo. Al hombre le agradaba el muchacho, sus ideas y poder de mando. Sobre todo, cuando luego de la tan nombrada "revolución Francesa” y la asunción al poder de quién se hacía llamar "El emperador” Napoleón Bonaparte, se dificultaba la libre comercialización ilegal, claro, en aguas Europeas. Raúl aportaba ocurrencias para poder navegar libremente en rutas cerradas al paso, y desconocidas por ellos.
Una tarde en alta mar, el capitán lo había mandado a llamar a su camarote. En cuanto Raúl entro, en hombre estaba sumergido en un gran ataque de tos, esto lo asustó.
-¿Se encuentra bien? Capitán.- pregunto acercándole un jarro de agua.
-No, no... No os preocupéis... Ya estoy bien.- respondió Román rechazando su ayuda en invitándolo a sentarse -Ahora sí... ¿Qué noticias han traído de tú, tan mencionado, Río de la Plata?-
-Nada bueno...- respondió el joven con un suspiro.
-Lo he imaginado, estos días has estado con un humor inaguantable.- río el hombre -Pero ¿Qué noticias son esas?-
-Catalina, quien fue mi novia, se ha... Matrimoniado. Es señora Uriarte Soler ahora.- explico Raúl.
-¿Uriarte Soler? ¿Tu amigo?- pregunto curioso el hombre.
-Su padre...- respondió con un gesto incrédulo.
Román lo miro con asombro, pero luego comento:
-Me pareciste inteligente desde el primer momento en que te vi, así fue como ganaste mi confianza con el tiempo...-
Raúl pensó en silencio mientras el hombre hablaba, si le cayó bien desde un comienzo ¿Por qué los azotes y maltratos?... Pero al capitán no se le cuestionaba nada, al capitán solo se le agradecía por su bondad.
-Si, se a lo que se refiere...- intercedió furioso Raúl -Ignacio una vez me comentó que él la visitaba con flores.-
-¿Sabéis? Cuando tenía negocios con Uriarte Soler, padre, me había comentado en una ocasión que le interesaba una joven...- comenzó a decir el hombre, pero al ver la expresión de ira de Raúl, cambio de tema -¿Y vuestra familia?-
-Mi familia es humilde y reservada, así que nada de mí Pequeña hermana y mi padre.- respondió.
El hombre lo miro con una expresión de comprensión por un segundo, aunque decidió volver a hablar.
-Tio quería daros esto a vos.- dijo el capitán entregándole un libro -Para esto te habeis llamado.-
-¿Un libro?- Pregunto con curiosidad Raúl.
-No me queda mucho tiempo en este mundo...- confesó él hombre.
-No diga eso, capitán.- lo consolo él o trato.
-No te aflijas por mí, amigo mío, no podría desear un fin mejor que este para mí vida, navegando.-
Raúl abrió el libro y dentro encontró un retazo de cuero o cuerina, lo tomo y desdobló.
-Es el mapa de mi tesoro, tan deseado por todos... Y es más de lo que imaginan.- explico el capitán.
-No puedo aceptarlo.- respondió Raúl, sin saber muy bien que hacer.
-No tuve progenie. La única mujer que ame murió ya, hace tiempo.- confesó Román -Eres como un hijo para mí, con eso tendréis para regresar a Buenos Aires y darles a tu padre y a tu hermana, de los que tanto habláis, la mejor de las vidas...-
Raúl quedó pensativo por un momento.
-O tal vez... vengarme.- dijo levantando la mirada.
-No lo sé, Raúl, no quiero que opaqueis tu vida con...-
-¡No puedo regresar y convivir con ellos como si nada hubiese ocurrido!- exclamó él.
-Pero tú no eres como nosotros, tú eres bueno, hijo.- insisto el hombre.
-Por su culpa perdí todo, no me pida que abandone esa idea, es lo único que me queda...-
-Entiendo... Y si esa es vuestra decisión ya no me pondré a eso.- finalizo Román, pero dudando de si estaba haciendo lo correcto.
En el Río de la Plata, Esperanza, había ido a visitar a su amiga, Margarita, a su casa de la Santísima Trinidad. Se encontraban en el jardín, viendo cómo jugaba un pequeño de unos 4 o 5 años, correteando junto a una mulata.
-¿Ha venido vuestra hermana?- pregunto.
-Ha venido de visitas... En realidad, viene todo el tiempo...- respondió Margarita, quien ya contaba con 17 años -¿Por qué no la toleras?-
-No es eso… Es que no dejo de pensar que ese niño podría ser de mi hermano.- explico Esperanza -Además, considero que se casó muy pronto.-
-Lo sé, pero tal vez... Fue tan difícil para ella que no supo manejar su dolor.- contesto su amiga -O tal vez... mi padre la manipuló.-
Esperanza Sonrió incrédula.
-Ya que, al parecer, conmigo no tendrá esa suerte...- continua Margarita en tono irónico -En cuánto bien el tono de mi piel, algo más oscuro, los pretendientes salen despavoridos.-
-Cualquier caballero sería afortunado de tenerte como...- trato de consolarla ella.
-¡No, no! No me aflijo por eso. Además, prometimos no casarnos nunca ¿Recuerdas?- la interrumpió la otra joven.
-Si, pero... No lo sé...- respondió Esperanza.
-Amiga... ¿Qué ocurre?. Antes estabas muy segura de nuestra promesa.- insistió preocupada Magui.
-La salud de mi padre empeora con los días desde que Raúl no está. No creo que pueda continuar escribiendo sus pequeñas historias para el señor Hernández.- respondió Esperanza afligida.
Margarita se mantuvo pensativa por un segundo.
-¿Y si las escribes tu?- propuso, pero ella negaba con la cabeza -¡No, no! pensadlo, eres muy buena con la pluma ¡Es tu don natural!-
-Pero el señor Hernández jamás aceptará historias escritas por una mujer.- dudo Esperanza.
-Bueno, pero... Y si dices que es tu letra y te excusas que es tu letra porque él no ve bien.- ideó su amiga.
-Pero tampoco razona bien.-
-El hombre no lo sabe, amiga mía ¡Es tu oportunidad!- insistio Margarita y ella lo pensó por un segundo.
-Podria resultar...- continuo más convencida.
-¡Aprovechemos que ahora está Catalina para escaparnos e ir a lo de el señor Hernández!- propuso su pícara amiga y así, se escabulleron por entre los árboles.
Estaban de salida de la casa del señor Hernández desilusionadas. Habían visto solo a la mujer de limpieza quien había informado que el hombre estaba indispuesto.
Cruzaron la puerta cuando tropezaron con Ignacio y otro joven.
-¿Margarita? ¿Esperanza? ¿Qué hacéis sin dama de compañía?- pregunto Ignacio.
Esperanza lo miro sería, su rostro se transformó, lo había visto muy poco en esos 5 años.
-Ignacio.- dijo Margarita rompiendo el hielo -Tu mami está en mi casa...- continuo con una sonrisa irónica.
-¿Mi madre? ¡Oh! Entiendo.- dijo riendo también y luego miro a la otra joven -¿Cómo estás, Esperanza?-
Ella lo miro con desprecio y sonrió falsamente.
-Mi vida es como un gran campo lleno de flores de colores...- respondió irónica.
El joven que estaba junto a Ignacio río y esperanza lo miro.
-Lo siento, es que me pareció ingenioso.- comento, pero ella solo lo veía.
-AM, perdón, él es Sebastián Hernández.- lo presento Ignacio.
El muchacho tomó su mano y se la beso.
-Un placer damas.- les dijo.
-¡Oh, Hernández!- exclamó Margarita, mientras Esperanza permanecía en silencio viéndolo.
-Sí, está es casa de mi tío.- explico Sebastián.
-Ah, justo su tío estaba indispuesto.- dijo su amiga, que siempre fue más desenvuelta que Esperanza.
-Quizás yo puedo ayudar.- se ofreció el joven invitándolas a pasar nuevamente.
Ignacio noto que entre Esperanza y su amigo había cierta atracción. Y también se notaba a kilómetros de distancia que está situación a él no le agradaba nada.