**Sinopsis**
En un mundo donde la biología define roles y los instintos son incontrolables, dos hombres de mundos opuestos se ven atrapados en una ardiente atracción. Leon, un alfa dominante y poderoso empresario, ha rechazado el amor… hasta que Oliver, un omega dulce y sensible, entra en su vida como asistente. Lo que comienza como un deseo prohibido pronto se convierte en una intensa relación marcada por celos y secretos. Cuando verdades devastadoras amenazan con separarlos, deberán enfrentarse a su pasado y decidir si su amor es lo suficientemente fuerte para desafiar las estructuras que los mantienen apartados. ¿Están dispuestos a arriesgarlo todo por un futuro juntos?
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Capítulo 12: Cruce de Caminos
Las luces de la ciudad brillaban intensamente mientras el tren de alta velocidad se deslizaba por las vías, llevándolos a un destino que prometía ser tanto un desafío profesional como personal. Leon miraba por la ventana, sus pensamientos aún atormentados por la conversación reveladora que había compartido con Oliver días atrás. La lluvia había cesado, dejándolo con la voz suave y temblorosa de Oliver resonando en su mente. El peso de la vulnerabilidad de Oliver le había mostrado la cruda realidad: las dificultades familiares a menudo pueden hacer que uno se sienta perdido, y el amor no siempre era suficiente para aliviar el dolor.
El viaje por trabajo al sur del país era inevitable; habían ganado un contrato significativo que requería su atención. Pero mientras Leon deseaba que la distancia y el enfoque en el trabajo lo distrajeran un poco de la carga emocional, la naturaleza de los acontecimientos parecía conspirar en su contra. Sentía que estaba tratando de equilibrar múltiples fuegos en su interior, y a La vez no podía evitar pensar en cómo Oliver se sentía a miles de kilómetros de distancia.
Mario, que se sentaba a su lado, parecía notar la tensión que bullía en Leon. Era un amigo leal, siempre dispuesto a ayudar. Miró a su compañero de viaje y, tras un pequeño suspiro, se inclinó hacia él.
—Oye, ni siquiera hemos llegado, y ya luces como si llevases el peso del mundo sobre los hombros. ¿Todo bien?
La pregunta resonó con el eco de la angustia de Leon. —Solo… es Oliver. Ha estado lidiando con tanto en casa. Siento que un viaje como este no lo ayuda en nada.
Mario se enderezó, reflexionando sobre sus palabras. —A veces, las distancias pueden traer claridad. Puede que este tiempo te ayude a pensar, a encontrar maneras de apoyarlo mejor.
Leon asintió, pero su corazón no estaba convencido. Mientras el tren aceleraba, el paisaje continuaba deslizándose en una mezcla de colores. Campiñas verdes y pequeñas aldeas aparecían de fondo, y, sin embargo, estaba atrapado en una batalla interna tan hiriente que le hacía casi imposible disfrutar del viaje.
Tras un tiempo, el tren llegó a su destino, y ambos hombres descendieron en medio del bullicio de una ciudad repleta de sonidos, luces y vida. Las calles estaban llenas de camareros que servían a los clientes en terrazas, mientras la risa de los transeúntes se entremezclaba con el caótico murmullo de tráfico.
—Bien, —dijo Mario, entusiasmándose mientras miraba alrededor—. Primero, a la reunión. Luego, a explorar un poco.
Leon entrecerró los ojos, comenzando a sentir el tiro del deber. —Sí, claro. Vamos a hacer esto.
La reunión, como era de esperar, fue agotadora. Con un océano de cifras y detalles complicados, los ejecutivos presentaron las novedades mientras Leon y Mario tomaban notas meticulosamente. En el fondo de su mente, una noción persistente sobre Oliver interrumpía su concentración, y las palabras de aquel encuentro se deslizaban como agua entre sus dedos.
Al final del día, el trabajo había sido exhaustivo y exitoso, pero la satisfacción que Leon había anticipado se sentía vacía. Sin embargo, el aire festivo de la ciudad se Cernía sobre ellos mientras salían de la oficina, y Mario, ansioso por romper la atmósfera, sugirió ir a un bar cercano para relajarse.
—Necesitas despejarte, amigo —dijo Mario, con una sonrisa en los labios—. ¡Vamos, solo por unas cervezas!
Mientras se adentraban en el bar, una atmósfera vibrante los abrazó. La música sonaba fuerte, y las risas resonaban en el aire mientras la gente se reunía en grupos animados. Las luces tenues creaban un ambiente acogedor, y aunque Leon casi había considerado rechazar la invitación, un rayo de deseo por una noche sin preocupaciones lo llevó a sumergirse en el ambiente.
Tomaron asiento en la barra, y al poco tiempo, dos cervezas estaban frente a ellos. Mientras Mario se sumergía en conversaciones sobre trabajo y la vida en general, Leon sintió que el ruido, aunque vibrante, a veces se desvanecía. Cada trago parecía ser un intento involuntario de ahogar la intensidad de sus preocupaciones. Sin embargo, cada vez que levantaba la mirada, la realidad volvía a vislumbrarse en una multitud de rostros; ninguna gran risa lo llenaba de alegría.
—¿Sabes? —dijo Mario entre sorbos, rompiendo brevemente el silencio que se había apoderado de Leon—. A veces pienso que, aunque seamos buenos amigos, no siempre compartimos nuestros miedos más profundos. Si tuvieses una tristeza y no me lo contaras, ¿qué harías?
Leon disfrutó el cambio a una conversación más filosófica; le hacía sentir más conectado a la realidad, más presente. —Supongo que ocultarlo sería mi respuesta. Pero ya no creo que sea la mejor opción.
Mario lo miró, evaluando la sinceridad de su respuesta. —Quizá ni tú ni yo estamos tan lejos de eso. Pero lo cierto es que eso a veces se vuelve un monstruo dentro de ti. —Mario frunció el ceño mientras meditaba en su propia voz—. Mira, no estoy diciendo que deba ser más fácil, pero es esencial que tomes un riesgo y hables sobre ello.
Leon sintió su pecho apretarse con las palabras de Mario. Sabía que su amigo estaba hablando de más que solo sus propios problemas. Sin embargo, el momento se encontraba en un cruce de caminos inesperado. Todo lo que había estado cargando parecía acumulado en un solo punto: la necesidad de abrirse a la verdad y, al mismo tiempo, la resistencia a dejar que su vulnerabilidad fuera el centro del escenario.
De repente, una mujer con una risa exquisita se unió a la conversación por accidente, su energía cargada de influencias químicas de las bebidas. —¿Hablan de estar tristes? ¡Eso no se vale en una noche como esta!
Mario sonrió y empujó a Leon a incluirse en la charla. Ella los hizo reír, al principio de manera inocente, pero Leon sintió que algo dentro de él se liberaba. Las chispas volaron y entre las risas, las preocupaciones de la vida parecían desvanecerse incluso si sólo fuera por un rato.
A medida que el tiempo avanzaba y el bar se llenaba de más y más rostros desconcertantes, Leon se sintió atrayendo una energía que sentía durante tanto tiempo olvidada. Era liberador vivir en el momento. Pero cuando miró a Mario, vio algo en sus ojos que lo desobedeció, una sombra de preocupación que se extendió por el rostro de su amigo.
Cuando se retiraron hacia un rincón más tranquilo, Mario los condujo de vuelta al tema que habían evitado. —No olvides que Oliver está en casa. Quiero decir, tú estás feliz aquí, pero ¿qué hay de él?
Leon entrecerró los ojos. La verdad era que no quería pensar en eso, aún en ese momento, su desahogo se sentía en riesgo. —Tienes razón, pero en serio necesito este tiempo. Debido a todo lo que él ha compartido, estoy casi demasiado paralizado para saber qué hacer. No quiero sentir que estoy desilusionando a nadie.
—Al contrario, lo estás apoyando ocupando un espacio donde puedas permitirte descansar. Pero siempre que regreses a casa, deberías estar preparado, —Mario dijo, tomando un sorbo de su bebida, y Leon vio el entendimiento en sus ojos.
De repente, Leon sintió un crujido en su pecho, un recordatorio urgente de que, al final del día, no se trataba solo de su felicidad, sino también del compromiso que había contraído con alguien que estaba sufriendo. La noche se tornó sombría. Se dio cuenta de que el cruce de caminos no solo se limitaba a su propia búsqueda de felicidad, sino que también exigía actuar como un apoyo para Oliver en su dolor.
—Tienes razón. Estoy siendo egoísta, —confesó Leon, dejando que la verdad se deslizará. Debía regresar y enfrentar ese dolor, no solo vivir en el momento.
Cuando la noche avanzó y el aire se impregnó de risas y música, un gesto de claridad iluminó el camino de Leon. Esa conexión con Oliver era el hilo más fuerte en su vida, y aunque la distancia y el tiempo podían ser abrumadores, nunca se sentirían tan lejanos como si no hiciera el esfuerzo de estar allí para él. La conversación se desvaneció hacia el silencio en el bar, y aunque no todas las respuestas estaban a la vista, sabía que su regreso era inminente.
—Mañana volveré a casa —dijo finalmente Leon, y las palabras, aunque simples, llevaron el peso de un compromiso renovado. La transición estaba marcada, aunque aún quedaba un largo viaje por recorrer. Pero en ese momento de conexión y a través de las risas, se dio cuenta de que a veces esos cruces de caminos son en realidad invitaciones a crecer: una oportunidad para regresar y estar más presente que nunca.