Aziel ha vivido en un ambiente de riqueza, derroche, lujos, delito y crímenes. Aun así, la palabra lealtad es algo que se ha quedado grabado en su mente y corazón, pues para la mafia lo peor que pueda existir es la tración. Por eso mismo, Aziel no sabe cómo quitarse el horrible dolor que su ex novia le dejó después de su engaño. El verdadero problema ocurre cuando su padre muere, aunque él ha heradado su gran imperio en la mafia, su progenitor deja una pequeña cláusula que debe acatar para poder tomar el mando y está es que debe elegir a una mujer, casarse con ella y permanecer así, cómo mínimo un año. Aziel no quiere saber nada del amor, pero quiere tomar lo que le corresponde. Entonces organiza un plan perfecto: Conseguir una esposa de mentira. ¿Qué padria salir mal?
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Capítulo 18
Aziel había mandado a todo su personal tener la casa en ordén, las visitas del señor Arce se harían cada vez más continuas, pero así él no podía culpar al viejo pues fue idea de él apresurar los trámites para el fin recibir su herencia.
Emily se veía de mejor humor no obstante no era tonta, entiendo el comportamiento de Aziel tenerla contenta le traía más beneficios que tenerla enojada.
Los empleados atendieron al pie de la letra las peticiones del señor Aziel el comedor lucía perfecto, el mantel color vino impecable y las luces de techo rechinando de limpio.
La señora Rinaldi portaba un vestido color fucsia entallado de la cintura, el cabello sujeto dejando ver sus delgados hombros.
—Te ves adorable —le aseguró Aziel con una pequeña sonrisa en los labios—. ¿Dónde está la peineta que te regale?
—En la habitación —respondió, mientras su ceño se fruncía.
Aziel tomó aire y en su mente contó hasta 10, volvió su vista a ella y le dijo:
—Puedes por favor subir a la habitación y ponerte la peineta.
Emily se le quedó viendo.
—Sí —dijo finalmente y subió a su habitación.
Emily se movía con pasos medidos hacia su habitación, la petición de Aziel sobre la peineta resonaba en su mente. No era tanto la petición en sí, sino el tono que usó, una mezcla de demanda y sutil solicitud que la dejaba confundida sobre cómo sentirse respecto a él en estos días. La dinámica entre ellos había cambiado, ya no era solo tensión y desacuerdos; ahora había momentos de calma e incluso de cuidado mutuo, aunque ninguno de los dos lo admitiría en voz alta.
Al abrir el cajón donde guardaba la peineta, un regalo que inicialmente había considerado como otro gesto de control, ahora lo veía bajo una luz diferente. Quizás, solo quizás, había algo más en Aziel que simplemente el deseo de mantener las apariencias. Se colocó la peineta en el cabello, asegurándose de que cada detalle estuviera perfecto. Se miró al espejo, tratando de ver lo que Aziel veía en ella, lo que el señor Arce esperaría ver. No solo era la esposa de Aziel Rinaldi; era una pieza clave en el juego de poder y percepciones.
Bajó las escaleras, sintiendo el peso de la peineta como un recordatorio de su papel en esta compleja trama. Aziel la esperaba al pie de las escaleras, su expresión era difícil de descifrar, pero cuando sus ojos se encontraron con los de ella, hubo un atisbo de algo que Emily no pudo identificar.
—Perfecto —dijo Aziel, ofreciéndole su brazo, un gesto caballeroso que ella aceptó con cautela.
A medida que la cena se desarrollaba, el señor Arce, con su mirada aguda y experimentada, evaluaba cada gesto, cada palabra que salía de los labios de Emily y Aziel. Era un hombre de negocios al fin y al cabo, acostumbrado a leer entre líneas y a percibir lo que no se decía tan claramente. Emily, por su parte, sentía la presión de estar bajo tal escrutinio, pero se recordó a sí misma la importancia de mantener la calma y la compostura. Cada respuesta suya era medida, diseñada para proyectar la imagen de una pareja unida y en sintonía con los deseos y expectativas de Edson Rinaldi.
Aziel, observando la interacción entre Emily y el señor Arce, se sorprendió de la naturalidad con que ella se manejaba. A pesar de la situación poco convencional de su matrimonio, Emily estaba demostrando ser una aliada valiosa, alguien que, contra todo pronóstico, podría ayudarlo a salvaguardar su herencia y el legado de su familia. En varios momentos, intercedió con comentarios que reforzaban las afirmaciones de Emily, mostrando un frente unido que impresionaba al señor Arce.
El señor Arce, por su parte, hacía preguntas que, aunque parecían inocuas, estaban cargadas de significado y propósito. Estaba evaluando no solo la solidez de su matrimonio, sino también la capacidad de Aziel para liderar el imperio Rinaldi en el futuro. Emily, consciente del juego de poder en el que estaba inmersa, se esforzaba por destacar las cualidades y la visión de Aziel, enfatizando la fuerza de su unión.
A medida que la cena llegaba a su fin, el señor Arce se mostró visiblemente satisfecho con lo que había presenciado. Levantó su copa en un gesto de aprobación y respeto hacia la pareja.
—Edson estaría orgulloso —comentó con una sonrisa, palabras que resonaron profundamente en Aziel, quien sintió una mezcla de alivio y determinación.
Después de que el señor Arce se retirara, Aziel y Emily compartieron un momento de silencio. Habían superado juntos una prueba importante, y aunque el futuro aún era incierto. Emily se retiró a su habitación, reflexionando sobre la noche y sobre los cambios sutiles pero significativos en su relación con Aziel. Aziel, por su parte, permaneció un momento más, contemplando el camino que tenía por delante, consciente de que, con Emily a su lado, tal vez no estaría tan solo en su lucha por proteger todo lo que le importaba.
El teléfono de Aziel timbró justo cuando la figura de Emily desapareció por completo de su vista. Miró la pantalla y su expresión se endureció al ver el nombre de Kenia iluminado. A regañadientes, respondió la llamada.
—¿Qué quieres? —le preguntó con frialdad, su paciencia ya desgastada por la cena y la tensión con el señor Arce.
—Querido Aziel, necesito verte. Es urgente —la voz de Kenia sonaba a la vez seductora y demandante, una combinación que Aziel conocía demasiado bien y que ahora le resultaba repulsiva.
—Ahora no es un buen momento, Kenia —dijo Aziel, intentando mantener la conversación lo más breve posible.
—Pero es importante. Solo te tomará una hora, prometo que después de esto, podrás volver a tus asuntos —insistió ella, sin darle opción a rechazar la petición.
Aziel cerró los ojos y respiró hondo, sopesando las consecuencias de negarse a verla. Sabía que ignorar a Kenia solo traería más problemas, problemas que no podía permitirse en este momento crítico.
—Está bien. Una hora. Dime dónde —concedió finalmente, marcando cada palabra con una mezcla de irritación y resignación.
—Te enviaré la dirección. No tardes —Kenia colgó antes de que Aziel pudiera decir algo más.
Aziel se quedó mirando el teléfono unos segundos después de que la llamada terminó, reflexionando sobre la complejidad de sus circunstancias. Kenia, la mujer que una vez amó, ahora era una fuente constante de manipulación y estrés.
Con un suspiro, se levantó y se preparó para el encuentro con Kenia. Sabía que debía manejar la situación con cuidado, cualquier paso en falso podría tener repercusiones no solo en su lucha por el legado de su familia, sino también en el delicado equilibrio que había comenzado a construir con Emily.
Mientras conducía hacia el lugar del encuentro, Aziel no podía evitar sentirse frustrado su mundo estaba lleno de traición y luchas de poder.