En las áridas tierras de Wadi Al-Rimal, donde el honor vale más que la vida y las mujeres son piezas de un destino pactado, Nasser Al-Sabah llega con una misión: investigar un campamento aislado y proteger a su nación de una guerra.
Lo que no esperaba era encontrar allí a Sámira Al-Jabari, una joven de apenas veinte años, condenada a convertirse en la segunda esposa de un hombre mucho mayor. Entre ellos surge una conexión tan intensa como prohibida, un amor que desafía las reglas del desierto y las cadenas de la tradición.
Mientras la arena cubre secretos y el peligro acecha en cada rincón, Nasser y Sámira deberán elegir entre la obediencia y la libertad, entre la renuncia y un amor capaz de desafiar al destino.
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un paseo por el desierto.
Sámira, tumbada debajo del manto, iba rodando de un lado a otro en cada giro o pendiente, se preguntó si acabaría muerta. Sin embargo, estaba dispuesta a soportar incomodidades como precio por escapar de un matrimonio con Azizzi.
Despues de un rato se preguntó, donde diablos se dirigia ese idiota.
La camioneta se detuvo de repente. Una puerta se cerró y un estallido de voces asaltó sus oídos. Cuando las voces se alejaron, espero un tiempo prudencial y empezó a salir de debajo del manto, para darse cuenta de que no sabia donde estaba. No era una posibilidad que hubiera tenido en cuenta en sus planes, y al bajar de la camioneta la consternación atenazó a Sámira cuando miró a su alrededor. No había rastro de pueblo, carretera, ni ninguna otra cosa que pudiera ayudarla a saber dónde estaba. Mordiéndose el labio inferior con irritación, estaba tomando la jaiba de agua cuando una alta figura, vestida con una túnica blanca aparecio.
–Has bajado –dijo–.¿ satisfecha con el paseo?. Sámira, incapaz de dar crédito a sus oídos, entornó los ojos para atisbar algo, boquiabierta.
–¿Lo sabias? –preguntó, atónita–. ¿Sabias que estaba ahí? Con una mano, se acaricio su pelo moreno se alborotó con la brisa y sus ojos destellaron como estrellas.
–Yo te he traído hasta aquí ¿ no?–dijo.
–Tú... ¿qué? – lo miró con incredulidad.
— Te vi subir a la camioneta y decidí que si alguien iba a llevarte a algún sitio, sería yo.
–¡Llevo bajo ese manto más de una hora! –clamó Sámira, indignada –. ¡He recibido tantos golpes que no sé si mis huesos siguen en su sitio!.
–Bueno, tú elegiste el medio de transporte – Nasser se encogió de hombros sin un atisbo de compasión.
–¡No me digas eso! –Sámira rechinó los dientes, hacía tanto frío que empezaban a castañetearle; por suerte, su ira la calentaba como un volcán –. ¡Sabías que estaba ahí!.
–Tal vez pensé que un poco de traqueteo era la recompensa justa para una mujer tan estúpida como para subirse a un vehículo sin saber adónde iba ni quién lo conducía.
–¡No te atrevas a llamarme estúpida! –siseó Sámira. La sorprendió que la ráfaga de cólera no la hiciera levitar
Nasser nunca había sido de los que rechazaban una buena pelea. Clavó los pies en el suelo y echó los hombros hacia atrás, apretando la mandíbula.
–Ha sido muy estúpido que corrieras ese riesgo con respecto a tu seguridad personal.
–Mi seguridad no sería un problema si no me hubieras secuestrado –le espetó ella, cerrando los puños y apretando los dientes.
–Te he mantenido a salvo y seguiré haciéndolo hasta que vuelvas junto a tu madre, porque mientras estés aquí eres responsabilidad mía –aseveró Nasser con tono firme–. Ahora, te sugiero que te acerques al fuego para calentarte. No sé tú, pero yo estoy con frio.
—No pienso, calentarme con ningún fuego, eres un idiota. Largate de aquí.
Nasser apretó los dientes.–Cuando estés dispuesta a comportarte como un ser civilizado, puedes reunirte conmigo.
Una vez dicho eso, se marchó. Entró en la tienda levemente iluminada y la dejó allí. Sámira pateó la arena para expresar su furia y contuvo el impulso de golpear la camioneta con los puños. Se sentía como una auténtica idiota. Habían descubierto su intento de escapar hacia la libertad.
Rechinó los dientes y, estirando las doloridas piernas y la espalda, se recostó en la camioneta. Hacía un frío impresionante, así que decidió ingresar a la tienda.
La tienda se encontraba sobre una pendiente, varios metros abajo se encontraba el campamento, la vista era plena, desde ese punto se podía controlar todo, Nasser se los había sugerido , un solo disparo al aire y los hombres sabrían qué alguien se acercaba antes de que llegarán.
— Me voy de aca exclamó ella.
— Si das un solo paso, te atare y te llevare con tu padre a Nour, y él te dará la paliza qué andas buscando.
— Solo un simio diría algo así exclamó ella.
— Únicamente fui sincero, entiendo que para ti ese sea un concepto extraño, seamos sinceros de esa boquita solo salen embustes y blasfemia.
Cansada de su actitud, Sámira tomo una de las rocas qué habia cerca del fuego, pensaba golpearlo.
— Estás más loca que tu cabra y eso ya es mucho decir exclamó él al verla con el brazo levantado, amagando con tirarle la roca.– Más te vale que me mates, porque donde arrojes esa roca y te agarre te daré unas nalgadas antes de llevarte con tu padre.
— Usted no puede tocar a una mujer que no es de su familia exclamó Sámira.
— Es cierto, así como también loes que tú no puedes andar por el campamento de noche sola y mucho menos salir de viaje y como sea tu padre te dejo a mi cuidado y créeme no quedaré mal por ti, le di mi palabra y tú no iras a ningún lado...
— No quiero lastimarlo, solo deje que me vaya exclamó ella.
— ¿Con quién ibas a verte?, pregunto Nasser.
—Con nadie solo quiero irme.
— ¿ Quién te espera en Jaddara?, ¿ tu enamorado?
— No tengo ningún enamorado.
— ¿ Tienes un amante?, pregunto Nasser.
—No me falte el respeto así, solo quiero irme, van a casarme con un viejo grito Sámira. — Por su culpa no pude llegar a Jaddara y seré una segunda esposa.
Nasser sintió pena por ella.— Se realista. No hubieras llegado a Jaddara, baja la piedra y encontraremos una solución...
por eso digo que te concentres no pierdas la calma y ten tu mente más que despierta😁😁
no olvides tu misión y cuídate que te pueden pillar y ahí sí se va todo al demonio