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Corazón de Sangre Y Seda

Corazón de Sangre Y Seda

Status: En proceso
Genre:Vampiro / Amor a primera vista / Amor eterno / Secretos de la alta sociedad
Popularitas:974
Nilai: 5
nombre de autor: Drusila15

Eleanor Whitmore, una joven de 20 años de la alta sociedad londinense, vive atrapada entre las estrictas expectativas de su familia y la rigidez de los salones aristocráticos. Su vida transcurre entre bailes, eventos sociales y la constante presión de su madre para casarse con un hombre adecuado, como el arrogante y dominante Henry Ashford.

Todo cambia cuando conoce a Alaric Davenport, un joven noble enigmático de 22 años, miembro de la misteriosa familia Davenport, conocida por su riqueza, discreción y antiguos rumores que nadie se atreve a confirmar. Eleanor y Alaric sienten desde el primer instante una atracción intensa y peligrosa: un amor prohibido que desafía no solo las reglas sociales, sino también los secretos que su familia oculta.

NovelToon tiene autorización de Drusila15 para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Bajo el peso de la verdad

El aire de la noche aún olía a ceniza y tierra húmeda cuando Eleanor abrió los ojos en su habitación de la mansión Davenport. No sabía cuánto tiempo había pasado desde el encuentro en el bosque, desde los lobos que la habían rodeado con sus ojos brillantes y desde que Alaric, como una sombra hecha carne, los había destruido uno a uno. Recordaba el destello de sus movimientos, la violencia contenida de su fuerza y la quietud de su rostro mientras la protegía. Lo recordaba demasiado bien, tanto que las imágenes se mezclaban con sus sueños y la despertaban de golpe, sudorosa, con el corazón martillándole el pecho.

No estaba bien. Lo sabía. Había querido escapar de él, huir de su familia, dejar atrás los secretos que la envolvían… y, sin embargo, había acabado salvada por el mismo hombre del que deseaba apartarse. No había salida. Alaric era un círculo perfecto, una prisión con forma de salvador.

Eleanor se incorporó lentamente, apartando las mantas de terciopelo. El amanecer apenas insinuaba una línea pálida por las cortinas pesadas. Caminó hasta el espejo y se miró: el cabello revuelto, la piel aún más pálida de lo habitual y unos ojos enrojecidos de no dormir.

Se abrazó a sí misma.

—Esto no puede seguir así —susurró, pero su voz se quebró, como si no creyera en sus propias palabras.

Había intentado convencerse de que odiaba a Alaric. Había repetido en su mente, noche tras noche, que él era un monstruo, que la había arrancado de su mundo, que la había condenado a vivir entre criaturas que no comprendía. Y, sin embargo, lo recordaba allí, frente al alfa caído, con la respiración agitada y la mirada encendida, girándose hacia ella como si su vida fuera lo único importante. Esa visión no se borraba, ni siquiera cuando se obligaba a repetir que lo despreciaba.

Se vistió sin demasiado cuidado, con un vestido sencillo de azul oscuro que resaltaba lo frágil de su figura. Bajó las escaleras con pasos cautelosos, como si temiera encontrarlo en cualquier esquina. Y, en efecto, lo encontró.

Alaric estaba en el comedor, de pie junto a la ventana, con una taza de porcelana entre las manos. La luz del sol se detenía en el cristal, incapaz de atravesarlo del todo, y su silueta se recortaba como un cuadro. Eleanor contuvo el aliento.

Él giró el rostro apenas, lo suficiente para demostrar que sabía que estaba allí.

—Has dormido mal. —Su voz era grave, pero no una pregunta.

—No es de tu incumbencia —respondió Eleanor, con un tono más afilado de lo que pretendía.

Alaric no reaccionó; solo dejó la taza en la mesa y se acercó con pasos lentos. Eleanor retrocedió de inmediato, hasta sentir el borde de la puerta contra su espalda.

—No te haré daño —dijo él, en voz baja.

—No confío en ti. —Eleanor lo sostuvo con la mirada, aunque por dentro todo le temblaba—. No puedo.

Él se detuvo a pocos pasos de ella. Los ojos de Alaric, oscuros y profundos, parecían llevar dentro siglos de secretos.

—No espero que confíes —replicó suavemente—. Solo espero que escuches.

Eleanor apartó la vista, mordiendo su labio inferior. La ira y el miedo bullían en ella, pero también otra cosa que no quería nombrar.

—¿Escucharte decir qué? ¿Que tu familia son vampiros? ¿Que vivo en una casa llena de depredadores que podrían matarme en cualquier momento?

—Que no somos lo que piensas. —La voz de Alaric fue firme, y por un instante sonó casi dolida—. Que todo lo que viste en esos libros es apenas una sombra distorsionada.

Eleanor dejó escapar una risa amarga.

—Vi lo suficiente en el bosque. Vi cómo los mataste, como si no fueran nada.

Él dio un paso más, y aunque ella quiso huir, no pudo.

—Los habrías llamado lobos —murmuró—. Pero no eran simples animales. Eran hombres lobo, y percibieron en ti el olor de mi familia. Te habrían destrozado sin dudar, porque para ellos cualquier cosa que huela a vampiro es enemiga.

—¿Y se supone que debo agradecerte? —replicó Eleanor, alzando el mentón—. ¿Agradecerte que no me dejaste morir cuando fue por tu culpa que terminé aquí, atrapada en esta pesadilla?

Alaric inclinó la cabeza, y sus labios se curvaron apenas, sin alegría.

—Quizás sí. Quizás debas agradecerme estar viva.

Hubo un silencio cargado. Eleanor lo sostuvo con la mirada, aunque el corazón se le desbocaba. Entonces, con un movimiento brusco, lo apartó con la mano y salió del comedor, caminando con rapidez hacia los pasillos.

Los días siguientes se convirtieron en un juego cruel de huidas y encuentros. Eleanor intentaba evitarlo: salía al jardín cuando sabía que él no estaba, buscaba la compañía de Selene, se refugiaba en su habitación. Pero Alaric siempre parecía encontrarla. A veces se limitaba a observarla desde lejos, otras se acercaba lo suficiente como para intercambiar algunas frases cargadas de tensión.

Una tarde, Eleanor estaba en la biblioteca —la misma donde había descubierto los libros prohibidos—, fingiendo leer mientras el miedo la corroía. El crujido de la puerta la hizo alzar la cabeza, y allí estaba él de nuevo.

—No tienes por qué temer a mis hermanos —dijo Alaric sin rodeos—. Ellos no te harían daño.

Eleanor cerró el libro con un golpe seco.

—¿Y tú?

Alaric la miró fijamente, sin pestañear.

—Yo tampoco.

—¿Cómo puedo creerte? —preguntó ella, con un hilo de voz.

Él se acercó lentamente, y Eleanor se dio cuenta de que cada paso suyo tenía la precisión de alguien que sabía que podía asustarla. Se detuvo a menos de un metro, lo suficiente para que ella pudiera sentir la presencia imponente que emanaba de su cuerpo.

—Porque lo viste con tus propios ojos —dijo con calma, su mirada fija en la suya—. Si no hubiera estado allí, ahora estarías muerta. Eso no es un cuento, Eleanor, es la verdad.

Las palabras la atravesaron como una lanza. Eleanor abrió la boca para responder, pero no encontró nada. Retrocedió hasta que su espalda chocó con la estantería, y se quedó allí, respirando agitadamente.

—Déjame en paz —dijo al fin, apenas audible.

Alaric la observó un largo instante, y luego asintió.

—Si eso quieres.

Y se fue.

Pasaron dos noches en que Eleanor no pudo dormir. El recuerdo de los lobos regresaba una y otra vez, pero más que las bestias, era él lo que veía: Alaric, sus movimientos, la sangre que manchaba su camisa, la sombra de sus ojos cuando la miró después. Se abrazaba a sí misma bajo las sábanas, intentando convencerse de que lo odiaba, pero el calor que le subía al rostro cada vez que pensaba en él la delataba.

Al amanecer del tercer día, no soportó más el encierro. Bajó al jardín y caminó hasta la fuente central. El aire estaba impregnado del perfume de las flores nocturnas. Cerró los ojos y dejó que la brisa le acariciara el rostro.

—Pensé que no saldrías nunca.

Eleanor abrió los ojos de golpe. Alaric estaba sentado en el borde de la fuente, mirándola con una serenidad peligrosa.

—No vine a verte —respondió ella, aunque su voz carecía de convicción.

—Y, sin embargo, aquí estamos —replicó él.

Eleanor lo miró, impotente.

—¿Por qué no puedes dejarme en paz?

Alaric se inclinó hacia ella, sus manos descansando en las rodillas.

—Porque no quiero.

El silencio que siguió fue insoportable. Eleanor sintió que su pecho se agitaba, que el aire entre ellos se volvía más denso, más eléctrico. Dio un paso atrás, pero él no la siguió.

—¿Qué quieres de mí? —preguntó al fin, con la voz quebrada.

Alaric sostuvo su mirada, y la respuesta llegó con la misma intensidad de un golpe:

—La verdad. Quiero que veas quién soy. Quiero que me mires y decidas por ti misma si soy monstruo o no.

Eleanor tembló. El agua de la fuente murmuraba detrás de él, y la noche parecía más oscura.

—¿Y si decido que sí lo eres? —preguntó, conteniendo la respiración.

Alaric sonrió apenas, pero era una sonrisa amarga.

—Entonces seguiré protegiéndote igual.

Las palabras se clavaron en ella. Eleanor retrocedió unos pasos, sin poder apartar los ojos de él. No entendía nada, no entendía por qué su corazón dolía tanto ni por qué el miedo se mezclaba con un deseo que no podía reconocer en voz alta.

Y sin decir más, huyó hacia el interior de la casa, dejando atrás la fuente, la noche y esa mirada que la perseguiría incluso en sueños.

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Paola Uchiha 🩸🔥✨
No sé cómo voy a aguantar el suspense, ya quiero leer la siguiente parte. 😭
muhammad iqbal
Tu historia es increíble, estoy obsesionada. 😍 Por favor publica más rápido, ¡necesito saber lo que sucede después! 🤞
Uryū Ishida
Hola, necesito la continuación
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