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En Los Brazos Del Don Cruel

En Los Brazos Del Don Cruel

Status: Terminada
Genre:Mafia / Amor-odio / Atracción entre enemigos / Completas
Popularitas:20
Nilai: 5
nombre de autor: Biah Santos

Klaus Glendson Cassano es el primogénito de la familia más temida de Manchester. CEO de una gran empresa y Don de una de las mafias más influyentes, es conocido por su frialdad, su inteligencia aguda y una brutalidad sin límites. Entre noches llenas de fiestas y una vida de poder absoluto, Klaus vive bajo la constante presión del consejo para cumplir un deber que insiste en postergar: el matrimonio.
Tras años evitando compromisos, el consejo decide intervenir y pone en riesgo su título como Don. Obligado a elegir una esposa entre las herederas de la mafia, Klaus se niega a ser manipulado. Acepta casarse… pero con una condición: la elección será suya, y solo suya.
Entre amenazas veladas, alianzas políticas y juegos de poder, Klaus inicia su propia cacería. Pero lo que era solo una obligación estratégica puede convertirse en un desafío aún mayor cuando la mujer equivocada —o demasiado correcta— cruza su camino.
Porque, en el mundo de Klaus Cassano, amar es debilidad. Y él no acepta flaquear.

NovelToon tiene autorización de Biah Santos para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 18

Alana.

Una semana, sí, una semana ha pasado y sigo como un pájaro en la jaula, después de que intenté huir, las cosas empeoraron, supe que Klaus prohibió que me trajeran comida, estoy débil, tomo solo agua y a veces unos pedazos de pan ya mohoso, Nona enfermó y desde lo ocurrido nunca más la vi, ahora aquella mujer que claramente me detesta, se encarga de transformar mi vida en un caos.

Por rumores descubrí que ella es hija de Nona, ¿cómo puede alguien tan increíble y amable tener una hija tan cruel?

Abro los ojos e intento levantarme de la cama, pero estoy débil, mi visión se oscurece y siento mi cuerpo pesado, mi estómago se revuelve y acabo vomitando en el suelo del cuarto, sin fuerzas el mareo me golpea de lleno y acabo desmayándome.

...

Me despierto con voces roncas, pero sigo con los ojos cerrados así que reconozco la voz de Klaus.

—¿Qué le pasa?

—¿Debilidad, acaso está sufriendo maltratos?

Pregunta un hombre, cuya voz no conozco.

—Por lo que yo sepa, no.

¡Qué caradura! ¿Él cree que dejarme días sin comer algo decente no es maltrato? ¡Yo prácticamente no como!

—Es mejor que el señor verifique, ella está muy débil, además de estar con infección intestinal grave y deshidratación. Mañana yo volveré para examinarla, pero quiero que el señor compre estos remedios y la haga tomar en los horarios indicados.

—Gracias, doctor.

—De nada, mejorías para su mujer.

La voz se aleja y oigo la puerta cerrándose.

—Ya puedes parar de fingir, monjita.

Abro los ojos, suspirando pesado. Él está sentado en el sillón con un ordenador en su regazo, sus ojos me miran ferozmente.

—¿Cómo te sientes?

Yo me siento cuidadosamente, indignada con su pregunta.

—¿Me dejas una semana sin comer, prácticamente sin beber agua y me preguntas si estoy bien? ¡Eres patético!

Él me encara con la mandíbula trabada y el ceño fruncido.

—¿De qué estás hablando? Estuve días fuera de la ciudad, ya estabas desmayada cuando entré, no tengo idea de qué droga estás hablando.

Yo lo encaro en la misma intensidad que soy encarada, pero somos interrumpidos.

—Con permiso.

Miro para la puerta y veo a la hija de Nona, ella me mira con rabia, como siempre, pero esta vez su mirada está diferente, con miedo.

—¿M-mandó llamarme, señor?

Pregunta con la voz trémula, yo me quedo en silencio observando.

—Entregue esta lista a uno de mis hombres y deje claro que yo quiero todos esos remedios, sin excepción.

Ella se acerca a Klaus con la cabeza baja, percibí que ninguno de los empleados lo encaran.

—Claro, mi señor. ¿Puedo retirarme ahora?

Klaus mira para mí nuevamente y en seguida para ella.

—Traiga algo para Alana a comer.

La tal Liz parece dudar responderlo.

—¿Algún problema, criada?

Ella sale del trance.

—N-no, señor. Traeré lo más rápido posible.

—Óptimo, ahora evapórate de aquí.

Ella hace una reverencia y sale. Miro para la ventana y percibo que ya es noche, ¡vaya! estuve mucho tiempo desmayada.

—Tienes cinco segundos para empezar a contar lo que pasó. ¿Por qué Liz te miró de aquella manera?

Vuelvo a encararlo.

—Debería preguntarle a ella, ¿no?

Él sonríe de lado con mi audacia.

—Me pregunto si tu boca solo sabe tener respuestas afiladas o sabe hacer algo mucho mejor.

No comprendo lo que él quiere decir, pero por la manera en que sus ojos me encaran, no es algo bueno.

—4....

Él empieza a contar, aún sin quitar su mirada predatoria de mí.

—Nona enfermó, desde entonces la tal Liz, dijo que usted como forma de punición por mi tentativa de fuga, ordenó que no me dieran alimentos o agua, claro que para mantenerme viva, ella me dio algunos panes ya viejos y algunos mls de agua, los días fueron pasando y yo acabé quedando tan débil que llegué en esta situación....¿satisfecho?

Antes que él pudiera responder, la puerta nuevamente fue abierta y Liz pasa por ella con una sonrisa tan falsa como sus pechos.

—Traje un pequeño refrigerio, ya que la cena será servida en 30 minutos.

Ella anda hasta la cama, al voltearse completamente para mí, ella deshace la sonrisa, mirándome con odio.

—Quiero tener una conversación con usted, criada. En mi escritorio, dentro de una hora.

Ella traga en seco, deja la bandeja y se voltea de cabeza baja.

—Cla-claro, mi señor. ¿Puedo retirarme?

Pregunta.

—Desaparece.

Ella nuevamente se curva y sale. Yo encaro la bandeja con algunas cosas que parecen deliciosas.

—¿No vas a comer?

Pregunta levantándose del sillón, él coloca el notebook de lado y anda hasta mí, las mangas de su camisa blanca están enrolladas, dejando aparecer parte de sus tatuajes.

—¿Y si estuviera envenenado?

Pregunto y él ríe.

—Ué, vas a morir de cualquier manera igual.

Él se sienta en el borde de la cama y yo lo miro feo.

—Fue broma. Veamos...

Él agarra un bolillo y coloca en la boca, él mastica y traga.

—¿Viste? Aún no mu-

Él empieza a golpear en el propio pecho, como si estuviera sofocando.

—Ay, Dios mío...¿estás bien?

Él empieza a toser. Yo me quedo desesperada, claro que lo detesto, pero él está muriendo en mi frente, yo ya estoy casi llorando, mientras grito por ayuda, él cae en la cama desmayado.

—¡Ay, Jesús! Él murió.

Digo pasando mi mano en los cabellos.

—Jajaja jajaja.

Él se sienta nuevamente sonriendo, mientras yo lo encaro desacreditada.

—Eso no tuvo la menor gracia.

Digo sintiéndome una idiota.

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