Viajes, estafas, strippers. Carl Johnson solo conoce ese estilo de vida. Una ambición sin medida entre el brillo de los casinos y la adrenalina de golpes magistrales, desde el robo de diamantes hasta la infiltración en bóvedas de alta seguridad.
Eso es hasta que aparece una mujer de curvas tentadoras; pero de ojos que creen ciegamente en el amor. Una creencia tan pura que puede resultar peligrosa.
¿Cuánto tienes que matar y conocer para saber que el atraco más arriesgado y traicionero podría ser el de tu propio corazón?
OBRA ORIGINAL © Damadeamores
No es anime.
NovelToon tiene autorización de Damadeamores para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 17
— ¿Qué haces?
Reconoció la voz de Abby y se sentó, fatigado. Encendió el aire acondicionado.
— Buscaba una cadena que se me perdió hace días. —disimuló el nervio y mentalmente la apresuró para que subiera y cerrara antes que el de la moto de al lado los viera— ¿Nos vamos?
— Sí. —se colocó el cinturón y lo volvió a mirar. Llevó una mano a su frente— ¿Seguro te sientes bien? Perdiste los colores.
— Sí. Sí. —miró por el retrovisor, dando marcha atrás y salieron de allí antes de levantar cualquier sospecha.
No era casualidad encontrarsela. La casa de ella estaba cerca. Nadie lo mandó a olvidar su dirección y detenerse justo donde a ella le encantaba comprar sus cosas.
...***...
Al llegar a Las Venturas, la rutina del trabajo de Abby volvió. Solo se veían en las noches, a veces un día sí y otro no. Entre los robos y las caricias de Abby, no lograba recordar la razón por la que frecuentaba clubes de strippers antes.
— Me pasó algo muy extraño hoy. —habló ella, apoyada a la cabecera de la cama, en tanto Carl estiraba una de sus piernas y la empezaba a escalar con caricias.
— ¿El qué?
Acompañó los besos húmedos con el tacto de sus manos y ella pasó su mano por los rizos de él. Cada vez se los definía mejor, los tenía más suaves.
— Antenoche soñé con que perdía mi tableta de regreso aquí...
Él llegó a su abdomen, a su ombligo, y lo lamió. Ella ahogó la palabra en una inhalación brusca.
— ....y hoy una compañera del trabajo llegó asustada, porque la asaltaron y le llevaron el bolso con su tableta dentro. O sea... —titubeó en la última palabra debido a que él se metió de lleno en su entrepierna, sin previo aviso. Ella se aferró a los rizos— ...mi... mi sueño se cumplió, pero en otra persona.
De milagro no perdió el curso de lo que decía.
— Mmm... —ronroneó, dejándola en su punto perfecto. Ella casi le suplicó con la mirada para que siguiera— Debiste contar tu sueño antes de las doce del mediodía para que no se cumpliera.
Abby tragó en seco, deslizándose hasta quedar bajo su cuerpo. Su piel se calentó bajo él.
— Creí que eso era... —se quedó a media frase en una oleada de sensaciones y cerró los ojos al sentirlo entrar, mordiendo sus labios— ...al revés.
Él tomó sus manos y las llevó por encima de su cabeza, adueñándose de sus labios y dando otra embestida con suavidad.
— No tiene sentido tu teoría. —continuó la conversación para ver hasta cuánto ella resistía estar cuerda y no gritar su nombre como le desafió minutos atrás— ¿Qué hay de cuándo pides un deseo?
Unos sonidos guturales bajos se le escaparon. Mordió sus labios, de nuevo. Tragándose todos los jadeos y balbuceos que estaba a punto de soltar.
— Ey... —movió su cintura en movimientos rítmicos, fluidos, dedicados a llevarla sí o sí a echar la cabeza hacia atrás— Mírame. —ella no hizo caso y él la tomó por el mentón, haciendo que abriera los ojos y cayera directo en los suyos— Mírame.
El cuerpo de ella respondió con un balanceo pélvico.
— Lo único que te tienes que trag-
— Yo puedo resistir. —le cortó, controlando el leve temblor de su piernas y brazos— Dame más fuerte... vas lento.
Él reforzó el apoyo en sus rodillas. Se deleitó bailando sobre su cuerpo, dentro y fuera, a paso lento. Sabía que la enloquecía. Que alejarla cuando estuviera casi al venirse, dejarla unos segundos para adentrarse de nuevo y traerle la sensación con más intensidad; la estaba llevando a un cúmulo de lujuria. De palabras entrecortadas, balbuceos que no se entendían, exhalaciones fuertes en su oído. Repentinos suspiros que rompieron todas sus barreras.
— ¡No hagas eso, por Dios! —su respiración era una eforia que llenó la suite, con los ojos entre abiertos, sin tener control de su cuerpo intentó abrazarse a él; pero sus manos seguían apresadas— Carl.... más... ¡Más, Carl! ¡Así, joder! ¡Así!
Placenteras palabras que agradaron la sonrisa en el rostro del mulato.
...*** ...
Los encuentros por días se extendieron a semanas seguidas. A citas por la ciudad. Citas de baile, de fiestas a la que asistían juntos; caminatas por la plaza, por la orilla del mar. Sin necesidad de regalos ni de pétalos románticos, ella se sentía querida y protegida a su lado.
Semanas en las que el celular de Carl sonaba con el nombre de Sweet hasta que la llamada se cayera. Mensajes de César, atracos en los que quedó fuera. Timbres que silenció porque complacerse con Abby se volvió su principal prioridad.
— Tu aventura ha durado mucho, ¿no crees? —dijo Sweet cuando Carl se animó a verlos en la casa del muelle. Abby trabajaba esa noche.
Ellos acababan de llegar de Los Santos con bolsas repletas de dinero.
— Sé que he estado ausente, pero miren la parte buena. —manejó la situación a su favor— Han aprendido a hacerlo sin mí.
— Eso hasta que nos reclames tu parte y tengamos que irnos a los puños. —dijo César, fumando un cigarrillo— Ni pienses que te vamos a dar algo.
— ¿César? ¿En serio, hermano? —Carl le siguió el paso, apartando a Sweet de entre los dos.
— Es un castigo, CJ. —reiteró— Has descuidado tu trabajo.
Carl lo pensó bien, calmó sus palabras y lo dejó alejarse para soltar humo como chimenea.
— Está bien. —miró a Sweet— ¿Cuándo es el próximo?
— Vamos a dejar Los Santos por unos días, hemos sido consecutivos. No podemos dejar rastros.
— Si los apresan, descuida, Denise los sacará.
César sonrió y Sweet tiró su gorra verde dentro del auto. Se subió al lado del copiloto y bostezó, revisando su celular.
— Al menos mantienes algo bueno. —recalcó el de tatuajes.
Carl sintió el remordimiento. Era cierto, los había dejado solos cuando la protección dependía de él.
— Miren, quédense aquí esta noche.
— No.
— César, no seas terco. Sweet está sin poder caminar.
Ambos lo vieron dormido en el auto.
— Nos tomamos un café en el camino. —se subió de piloto.
Sweet se despertó con el ruido de la puerta.
Carl relajó las facciones de su rostro al sentir su celular vibrar en el bolsillo. Sabía que era Abby, pero si lo veía les confirmaría a ellos que estaba enganchado con ella. Embrujado, como dijo Sweet.
Los dejó marchar. La rabia se les pasaría pronto y lo perdonarían cuando les dijera el plan maestro para entrar a la bóveda en Hollywood. Con los diamantes que obtendrían, se podían volver los proveedores nivel uno de todos los narcos. Sería un gran poder en sus manos. Ya no tendrían porqué seguir robando como viles delincuentes. Solo robos diamantes, ellos harían el resto de ingresos.
Carl se sentía en un nivel superior, uno en el que tenían que ser estratégicos y tomar riesgos para tenerlo todo.