Oliver Harris, tuvo una infancia complicada, su familia fue atacada cuando el apenas tenía cuatro años en su casa, pero su padre y hermano menor sobrevivieron, pero con el tiempo Oliver juró venganza, en una noche de celebración en un club tiene intimidad con una desconocida, pasados los años se vuelven a encontrar, pero ella guarda un secreto qué a él lo lleva a tomar una improvisada decisión.
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Te voy a castigar
MANSIÓN HARRIS
Katia despertó, se levantó rápidamente, aún estaba vestida, ¿Oliver la cargó hasta la habitación? Se preguntó recordando que estaba en el auto y desde ese momento ya no recordaba hasta que despertó, miró la hora en su teléfono apenas era la una de la madrugada, tenía que ponerse cómoda para dormir otro rato, se puso una pijama se lavó los dientes, Mirna tenía a su hijo por lo que no se preocupó, pero tenía un poco de sed, decidió bajar para ir por una jarra de agua fría.
Oliver estuvo repasando las grabaciones de las cámaras de seguridad de la mina, un dron había desaparecido pero uno de sus hombres lo encontró, cerca de la mina alguien le había disparado estaba destruido sacaron la cinta de grabación y lo terminaron de destruir, en las grabaciones solo se vio un hombre con gabardina oscura, pero no se captó el rostro.
Escuchó un ruido que venía de la planta baja, salió para ver quién era a esa hora, pero no se veía nada, bajó pensando que quizás Trevol acababa de regresar, pero no lo haría sin avisar, atravesó la estancia cuando vio una pequeña luz, era el brillo de un celular que lo estaba usando para ver, miró a Katia tratando de alcanzar una jarra de cristal del estante alto por lo que Oliver se acababa para hacerlo por ella, pero se asustó perdiendo el equilibrio, Oliver la alcanzó a atrapar antes de irse de bruces.
Ella rápidamente se puso de pie,— Gracias, le dijo mientras miraba el desastre que estaba a punto de hacer, a esa hora, — ¿Porque no pediste que te la llevaran a tu habitación?— A esta hora? — contestó negando, — ¡Seria aprovecharme del merecido descanso de los los empleados, —¡Están para obedecer órdenes, les pago un buen salario para que estén cuando se necesiten, contestó seriamente.
—!Un jefe como tú, que horror! — dijo su esposa arrugando la nariz,— ¿Sabes que por una ofensa como esa ya le hubiera impuesto un severo castigo a quien fuera?— ¿Te ofendí? —¡Pero que sentimental! — ¿Y cómo piensas castigarme? — Así!le tomó los brazos levantándolos sobre su cabeza la recargó en la pilastra de la cocina, mientras devoraba con impulso su boca, Katia al principio se resistía pero lidiaba con toda su fuerza, la besaba de tal forma que no importaba ya, sus labios se abrieron para darle paso a que siguiera, ya no se resistiría que hiciera con ella lo que quisiera el castigo más delicioso.
La levantó haciendo que enrollara sus piernas sobre su cintura, subiendo con ella hasta la habitación de ella, ya que era la más cercana, le echó seguro a la puerta sin soltarla sin dejar de besarla la depositó en la cama, Katia le empezó a desabotonar la camisa mientras el le sacaba la pijama por arriba de su cabeza, no traía sosten, así que Oliver se aprovechó para llegar con sus labios a esa zona, causando una cosquilleo en su intimidad causando un gemido de la deliciosa sensación.
Oliver no le dio tregua, como si un mandado lo aferraba a su cuerpo que lo fue despojado de la última ropa que le quedaba, sin dejar de besar cada centímetro de su cuerpo, Katia sintió la dureza que había dentro de su pantalón mientras la besaba con manos temblorosas intento desabrochar su pantalón, el sintió como lo intentaba ayudándole con su tarea con su mano libre, se deshizo de su ropa sin dejar de acariciar sus pechos, mientras que Katia deseaba ser menos intrépida por arriesgarse a volver a sentirlo.
Pero era inminente y no había marcha atrás, sintió como su desnudez se acoplaba con la suya, el cuerpo de ella reaccionó levantando sus caderas para sentir ese trozo duro que recordaba sin evitarlo, los dedos de el hombre daban placer en su c**o cada vez resistía menos, no pudo evitar la sacudida del orgasmo que le dio con solo mover sus dedos, para después sentir como una enorme dureza se posicionó en su entrepierna empujando torturando de las sensaciones más deliciosas.
Poco a poco fue empujando hasta llegar al fondo, empezando a moverse lentamente sin prisa disfrutando mientras el seguía besando mordiendo la piel blanca de su cuerpo, poco a poco los movimientos eran más rápidos, lo inminente de su llegada estaba más cerca, mientras el aceleraba los dentro de su interior hasta que volvió a sentir como un remolino su segundo orgasmo que invitaba a que el también descargara su placer dentro de ella.
Se dejó caer hundiéndose en su cuello,—¡Aun no termina tu castigo!— Le dijo con voz ronca a su oído, ella sonrió, —¡Entonces termina lo que iniciaste! Dijo la chica abajo de él, así empezaron las siguientes rondas hasta el amanecer, cuando ella se quedó dormida, el se vistió retirándose, pero una figura lo observó, a lo lejos con una sonrisa volvió a su habitación.
Unas manitas tocaron su rostro abriendo los ojos, hola mi pequeño hermoso, la sonrisa de su hijo la hizo derretirse, lo tomó en sus brazos, Mirna llegó con una sonrisa juguetona, esperó te hayan quedado energías para ir al patio a divertir este gatito, verdad mi amor qué iremos a jugar con los perritos, el niño aplaudía si mami, pero date un baño porque hules a sexo cochinona te dieron pa tus tunas he, soltaron riendo.
Ya era tarde Mirna estaba en el jardín con su pequeño esperando por ella, tomó una taza de café para quitarse el dolor de cabeza que se arremolinó, —¿Señora, le preparo su desayuno?— preguntó la chica ayunte de la cocina, ya que tenían la orden del concejal de atenderla hasta el más mínimo detalle, — ¡No gracias, con el café es suficiente, espero hasta el almuerzo! — Le contestó con una sonrisa, porque ella era diferente a la otra señorita que habían dicho que sería la señora de la casa, era muy desagradable y les daba las órdenes con desprecio, pero esta era amable les sonreía.
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