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HERENCIA DEL SILENCIO

HERENCIA DEL SILENCIO

Status: Terminada
Genre:Romance / Comedia / Malentendidos / Amor-odio / Atracción entre enemigos / Grumpyxsunshine / Completas
Popularitas:18k
Nilai: 5
nombre de autor: Yazz García

Manuelle Moretti acaba de mudarse a Milán para comenzar la universidad, creyendo que por fin tendrá algo de paz. Pero entre un compañero de cuarto demasiado relajado, una arquitecta activista que lo saca de quicio, fiestas inesperadas, besos robados y un pasado que nunca descansa… su vida está a punto de volverse mucho más complicada.

NovelToon tiene autorización de Yazz García para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Pistas claves

*⚠️Advertencia de contenido⚠️*:

Este capítulo contiene temáticas sensibles que pueden resultar incómodas para algunos lectores, incluyendo escenas subidas de tono, lenguaje obsceno, salud mental, autolesiones y violencia. Se recomienda discreción. 🔞

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...M A N U E L L E...

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24 horas antes…

No es que mi padre sea un gran fan de incluirme en sus asuntos, pero en esta ocasión no tuvo opción. Bueno… en realidad sí la tenía.

Pero entre que me escapo, me aparezco en medio del plan, o me lanzo por la ventanilla de un tren en marcha para seguirlo, creo que ya entendió que dejarme atrás es más peligroso que llevarme.

—Tu madre me matará si se entera que estás aquí —gruñó Gael por tercera vez desde que salimos de la mansión familiar.

—Pero no lo hará… si no se entera —respondí, ajustando mi chaqueta y mirando por la ventana del todoterreno negro que se deslizaba por un camino de grava.

Llegábamos a una de las antiguas propiedades de la familia. Por fuera, parecía una finca vinícola cualquiera: verde, prolija, con barriles apilados como decoración rústica, y un galpón viejo con olor a humedad. Pero todos sabíamos que ahí se lavaba más dinero que ropa en una lavandería 24/7.

Nos recibió un tipo con cara de “he visto cosas” y manos de “he hecho cosas peores”. Un ex empleado, viejo conocido del consigliere, que había pedido protección para su familia a cambio de soltar información.

—Dijo que solo hablaría si venías tú —le comentó el consigliere a Gael mientras bajábamos del carro.

—Eso nunca es buena señal —mascullé, ajustando el seguro de mi arma dentro del abrigo.

Claramente era una trampa…

Entramos al galpón. El olor a humedad era fuerte. Y él estaba ahí, el informante. Delgado, nervioso, con una cicatriz que le cruzaba el mentón como si hubiera peleado con una licuadora. Tenía las manos entrelazadas y sudaba como cura en sauna.

—Gracias por venir, señor Moretti —dijo, casi tartamudeando.

—Habla —soltó Gael, directo, sin tiempo para estupideces.

El tipo tragó saliva.

—Los que están detrás de esto… no son cualquiera. Son dos. Un hombre joven, muy joven. Y una mujer, de unos treinta y tantos. Ella… es inteligente. Silenciosa. Pero él…

Se llevó una mano a la oreja izquierda o lo que quedaba de ella.

—Me hizo esto —dijo con un hilo de voz, girando el rostro para mostrarnos que le faltaba un pedazo entero. Literalmente, le habían arrancado parte del cartílago—. Está loco, desquiciado, tiene esa mirada… como si le divirtiera el dolor. Como si no distinguiera entre juego y tortura.

—¿Nombres? —preguntó Gael, avanzando un paso.

—No… no usan sus nombres, pero tengo algunos detalles. El chico tiene una marca en el cuello. Un tatuaje. Como una letra griega invertida, y—

El disparo resonó como un trueno encerrado.

La sangre nos salpicó.

Silencio.

El tipo cayó hacia atrás como un muñeco, con los ojos abiertos y una expresión congelada entre el horror y la sorpresa.

—¡Mierda! —grité, agachándome de inmediato mientras sacaba mi arma.

Gael ya estaba en movimiento. Rodó hacia uno de los barriles y sacó su pistola con fluidez.

—¡¿Viste de dónde vino?! —le grité mientras cubría la puerta.

—Hay cristales rotos. parte alta, sur —respondió sin aliento, apuntando con precisión hacia una de las ventanas laterales.

Yo me deslicé hacia una pila de cajas mientras el consigliere maldecía con acento siciliano.

—¡Tenemos que salir de aquí! —rugió Gael—. ¡Pueden venir más!

—¡¿Y la info?! —repliqué, disparando hacia la ventana de donde parecía haber venido el tiro. El cristal estalló, y alcancé a ver un movimiento, al parecer le había dado y estaba herido.

—¡Está muerto, Manuelle! ¡Nos están cazando!

Y entonces, entendí.

Esto no era una advertencia.

Era un aviso de que ya íbamos tarde.

No sé cuántos minutos pasaron. Quizá segundos. Los casquillos rodaban por el suelo, y mi corazón latía tan fuerte que me nublaba el oído. Pero cuando por fin logramos salir del galpón, subimos al carro y nos alejamos del lugar a toda velocidad, supe que acabábamos de perder algo más que un testigo.

Habíamos perdido la ventaja.

Y en este juego, perder ventaja es igual a casi perder la vida.

Cuando entramos por fin a la casa, tras horas de tensiones, y de casi nos asesinan, yo solo quería una ducha, una pizza y tal vez llorar un rato en posición fetal.

Pero no.

Porque allí estaba.

Susan Moretti.

Mi queridísima madre.

Vestida con un conjunto de lino blanco, impecable, descalza, con el moño recogido y una copa de vino en la mano. Parecía sacada de una portada de revista de moda, edición “madres que podrían gobernar países o matar con un tenedor de ensalada”.

Nos vio cruzar la puerta y alzó una ceja. Solo una. La ceja de la muerte.

—¿Dónde. Estaban? —dijo despacio. Como si no quisiera despertar a los muertos que probablemente tiene enterrados bajo la propiedad.

Yo me congelé. Gael también. Dos adultos entrenados en tácticas de evasión, infiltración y asesinato selectivo… paralizados por una mujer de metro sesenta y cinco con voz de soprano napolitana y moral de acero.

Mi padre fue el primero en hablar, lo cual fue un error.

—Fuimos a buscar información a uno de los viñedos antiguos, había una pista…

—¿Una pista? —interrumpió Susan, acercándose lentamente como un tiburón y mirándonos de arriba abajo, claramente ya había notado las visibles manchas de sangre—. ¿Y te llevaste a nuestro hijo a una de las fincas donde lavábamos dinero como quien se lo lleva al zoológico?

—No fue así —intentó explicar mi padre, ya sudando ligeramente, lo cual era histórico.

—¿Te parece lógico que mientras yo estoy aquí lidiando con los traumas multigeneracionales de esta familia, tú y Mini tú, van por ahí, metiéndose en sitios donde claramente les quieren volar la cabeza?

Ya me imagino quién le fue con la información…

Que sapo eres…tío Bastian.

—Mamá, fue idea mía —intenté salvar la situación, otro error de cálculo—. No me podía dejar aquí solo, considerando que alguien quiere matarme.

—¡¡Aún así!! —exclamó, agitando la copa sin derramar ni una gota—. ¡Podrías estar muerto! ¿Y luego qué? ¿Voy yo a identificar tu cadáver y el de tu padre en la morgue?

—No es para tanto —murmuró Gael, mirando al suelo como si deseara que se lo tragara.

—¡¿Que no es para tanto?! —repitió, subiendo el tono. Su voz ya estaba en “modo ópera trágica”—. ¡La policía tiene tu cara por todas partes! ¡Los noticieros dicen que eres sospechoso de haber atacado a la hija del fiscal nacional! ¡Estás a dos minutos de ser tendencia nacional, Manuelle!

—¿Qué? —solté yo, como si acabara de enterarme de que me nominaron a “criminal del mes”.

Susan respiró profundo, como si contara hasta diez mil. Luego señaló con la copa la escalera.

—Subes. Empacas. Te vas a Milán esta noche. No quiero verte en esta finca ni un segundo más. ¿Entendido?

—Pero…

—Ni peros ni peritas. —Giró hacia Gael—. Y tú, Gael. Si vuelve a pasar algo así sin que me avises, juro por la sangre de tus ancestros que te despierto con agua bendita y te dejo encerrado en el sótano con la nonna hablando de sus recetas tres horas seguidas. ¿Quedó claro?

Gael, capo de capos, lider de la dinastía Moretti, amo de la estrategia… asintió con una docilidad que jamás había visto.

—Clarísimo.

Susan se giró con elegancia, sorbió su vino y desapareció pasillo arriba, dejando detrás un silencio sepulcral, olor a lavanda, y la sensación de que, efectivamente, habíamos estado a punto de morir… pero no por las balas.

—Joder… —murmuré.

—Sí —respondió Gael, aún en shock—. Tu madre tiene más poder que todos los hombres armados de Italia.

Y no pude evitarlo. Reí.

Porque sí, el mundo está en llamas, nos quieren muertos, hay impostores usando nuestro apellido, y probablemente tengamos que desenterrar secretos familiares.

Pero nada —y repito, nada— se compara con el miedo de enfrentar a una madre italiana furiosa con razón.

...****************...

Estábamos en la terraza. El sol comenzaba a caer sobre las colinas de la Toscana, tiñendo los viñedos de un dorado suave.

Gael se mantenía en silencio, con los codos apoyados sobre la baranda de piedra, con un cigarro encendido entre su mano y la mirada perdida en el horizonte. No hablaba mucho cuando estaba así. Lo conocía lo suficiente como para saber que eso significaba que su mente estaba procesando mil variables.

—Con la poca información que nos soltó ese cabrón —dijo al fin, sin girarse—, ya tengo una pista. Empezaremos a buscar.

—¿Y yo qué hago mientras? —pregunté, cruzándome de brazos.

—Te vas a Milán, como ordeno tu madre. Mantente alerta. Si ves algo raro, me avisas al instante. No te preocupes por protección, ya mandé a alguien de confianza con algunos… detallitos necesarios.

Me miró con una ceja arqueada.

—¿“Detallitos”? —repetí.

—Algunas herramientas, dos chips limpios, y un silenciador pequeño que cabe en tu estuche de afeitado. Ya sabes. Básicos de viaje.

No pude evitar reírme por lo bajo.

—¿Y el bloqueador solar?

—También.

—Qué considerado.

Gael se volvió completamente hacia mí, con ese aire de padre que quiere parecer relajado pero que claramente está a dos segundos de hacer una llamada para arrasar Milán si alguien me mira raro.

—Además, hablaré con el consigliere y con tu tía abuela. Le diré que esté al tanto de tu situación legal con los Villanova. Quiero que te saquen de esa mierda de una vez por todas.

—¿Y lo pueden hacer?

—Por supuesto que sí. Si logramos desaparecer a un senador corrupto en dos días y hacerlo parecer un suicidio, ¿crees que no podemos desaparecer unos cargos estúpidos inventados?

—Creo que fue información de más, Pá.

Gael se pasó una mano por la mandíbula, pensativo.

—En unas horas te voy a mandar una información. Hay unos movimientos que los impostores han estado haciendo. Quiero que los rastrees, los hackees si es necesario. Quiero saber de dónde viene el dinero y quién los está respaldando. Pero con cuidado, ¿me oíste?

Asentí.

Y entonces, cambió el tono. La dureza se diluyó. Vi algo distinto en su rostro: ese amor que no sabe cómo expresarse bien, que viene de hombres que crecieron entre la pólvora y decisiones irrevocables.

—Te quiero mucho, hijo —dijo de pronto, y me pilló tan en frío que parpadeé—. En serio. Cuídate.

—Voy a estar bien…

—¡Eso me lo dices tú, pero no me lo creo! —interrumpió, empezando su dramatismo característico—. Estaré aquí, con el corazón en la mano, pensando que en cualquier momento pueden arrestarte o matarte o las dos cosas. ¡Y yo con una úlcera! ¡Y Susan gritando por los pasillos! ¡Y tú allá, haciéndote el hacker rebelde en lugar de estudiar medicina como te dije cuando tenías diez años!

—¿Otra vez con eso? —solté, soltando una risa ahogada.

—¡Claro que sí! Porque si hubieras sido pediatra, ahora mismo estarías en una clínica con bata blanca, y yo estaría tranquilo sabiendo que el único virus que puedes hackear es el de la gripa.

—Papá…

—Y no me digas “papá” con ese tono, que ya bastante tengo con lo que tengo.

Lo abracé antes de que siguiera. Porque si lo dejaba, terminaba escribiéndome un testamento oral en diez minutos.

Se quedó en silencio por un momento. Me apretó fuerte.

—Te voy a extrañar, idiota.

—Igual yo, idiota.

Nos separamos y él carraspeó como si nada. Con su expresión durar otra vez. Impecable.

—Ahora vete antes de que tu madre decida que te va a acompañar a Milán y termine noqueando a alguien en el aeropuerto.

—¿Otra vez?

—No hablemos de eso.

Asentí, cogí mi mochila, y salí hacia la camioneta que me llevaría al jet de la familia.

Lo último que vi antes de girar la esquina fue a Gael, de pie, dándome una última mirada de esas que decían “no la cagues, porque si lo haces, moveré cielo, tierra y el Vaticano para sacarte de ahí”.

Y eso, por extraño que parezca… me dio paz.

1
Carmen Cañongo
MUCHAS bendiciones para ti autora sí sufrimos a lo grande sobretodo por Aina qué sé convirtió en una mujer sin piedad pero cómo siempre triunfó él amor, y sí té decides a escribir una nueva historia porque no la dé los hijos dé Manuelle
Carmen Cañongo
Clarissa tu sí qué supistes ganarte a toda la familia Moretti, eres tu sin duda la indicada pará un final feliz
Carmen Cañongo
ay sí declárate a Clarissa antes qué la pierdas, lánzate sin miedo por algo eres un Moretti
Anonymous
Muchas felicidades escritora! Leí la primera parte y ahora esta, realmente las dos están buenísimas, pero creo que está saco más mis sentimientos, en la parte final, me hizo pensar y pensar que todos podemos tener un final feliz! De verdad te felicito mil gracias y porque no más delante la historia de las gemelas, muchas gracias
Carolina Nuñez
muy bueno
Linilda Tibisay Aguilera Romero
me facino muy bonita todo un caos Pero me encantó
Linilda Tibisay Aguilera Romero
que bellos me encantó esta historia todo un caos Pero muy bonita
Linilda Tibisay Aguilera Romero
me encanta como es Clari con ellos disfruta de esos momentos no como era la estirada y perfecta Aina
Linilda Tibisay Aguilera Romero
me encanta que tomarás cartas en el asunto para que Aina no te jodiera la vida, Pero ahora toma acción en tu relación es hora del siguiente paso
Denys Aular
yo creo q ese hijo no es Manuelle porq sino van a caer en mismo círculo vicioso y q de una vez la desenmascare a la fina ella siempre le tuvo envidia a clarisa y no es secreto q es caprichosa así q se le quite de una vez el papel de víctima y en realidad se muestre lo q realmente es igualita al padre de manipuladora y poner todo a su favor y en cuanto a clarisa Manuelle ellos se quieren realmente q qde juntos y ya
Linilda Tibisay Aguilera Romero
Aina está muy mal necesita ayuda ella siempre lo que ha sentido es un capricho ella solo quiso estás con Manuelle porque era lo contrario a lonqoe quería el papá para ella y por qué Clarissa era feliz con el siempre fue puro capricho
Carmen Cañongo
bravo por fin sé dan otra oportunidad no la cagues Manuelle defiende ése amor y manda a Aina al carajo
Linilda Tibisay Aguilera Romero
tienes una segunda oportunidad con Clari por favor no dejes que Aina lo arruiné
Linilda Tibisay Aguilera Romero
busca ayuda psicológica para Aina
Linilda Tibisay Aguilera Romero
Aina tu necesitas psicólogo
Linilda Tibisay Aguilera Romero
al fin Manuelle dijiste lo que tenías que haber dicho hace tiempo no era el momento pero Aina con su forma de ser te llevo al límite dándose golpes de pecho y haciéndose la víctima pero ella también fallo
Linilda Tibisay Aguilera Romero
jajajajajajaja me encantó este capitulo me rei mucho un papá y hermano súper celosos y tóxicos jajajaja
Dark
Esta vez Manuelle no la cagues y dale el mugar de Reina que se merece en tu corazón, y sobre todo respeto. Respeta la cono mujer y pon límites con la otra,q fue siempre un envidiosa.
Carmen Cañongo
provoca taparle la boca uyy qué cansona Aina
Carmen Cañongo
y todavía tienes el descaro dé reclamar Aina no jodas
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