Tras un matrimonio, lleno de malos entendidos, secretos y mentiras. Daniela decide dejar al amor de su vida en libertad, lo que nunca espero fue que al irse se diera cuenta que Erick jamás sería parte de su pasado, si no que siempre estaría en su futuro...
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capítulo 18
El amanecer en Roma no tardó en colarse por los ventanales del departamento, tiñendo la habitación de un tono dorado suave. El silencio era casi irreal, interrumpido solo por el murmullo lejano de la ciudad despertando.
Daniela abrió los ojos lentamente, sintiendo el calor del cuerpo de Erick junto al suyo. Estaba dormido, con un brazo extendido sobre su cintura y el rostro sereno. Parecía en paz. Como si todo lo que habían atravesado, toda la distancia, las heridas y el miedo, se hubieran diluido entre las sábanas la noche anterior.
Ella se quedó mirándolo unos segundos, sin moverse. Recordó el modo en que él la había sostenido, cómo sus manos parecían memorizar de nuevo cada parte de ella, cómo el silencio entre ellos se había vuelto un lenguaje propio.
Y por primera vez en mucho tiempo, no sintió que estaba cargando sola con el mundo.
Erick abrió los ojos con lentitud, como si supiera que estaba siendo observado.
—¿Ya estás despierta? —preguntó con voz ronca, todavía atrapado entre el sueño y la realidad.
—Desde hace unos minutos —respondió, con una leve sonrisa.
Él la miró fijamente, como si quisiera grabarse ese instante.
—¿Estás bien?
Daniela asintió, pero luego agregó en un susurro:
—Estoy asustada.
Erick se incorporó un poco, apoyando su peso en un codo.
—¿Del desfile o de nosotros?
—De ambos —confesó—. Anoche fue... importante para mí.
—Para mí también —dijo sin dudar—. No lo tomes como algo que nos obliga a decidir todo ya. Pero sí como una promesa: de intentarlo. De estar.
Ella se acercó a él, dejando que su frente se apoyara contra la de Erick.
—No prometas si no vas a quedarte.
—No me iría de nuevo, Dani. No esta vez.
Permanecieron así unos segundos, respirando el uno al otro. Luego, sin decir más, se levantaron. Afuera, Roma los esperaba. Y con ella, el primer gran paso hacia un futuro que por fin estaban empezando a escribir juntos.
***
La entrada al Palazzo era un torbellino de flashes, tacones resonando en mármol y voces en italiano mezcladas con inglés y francés. El desfile de Daniela Montero no era solo un evento de moda. Era el evento. Invitaciones codiciadas, influencers internacionales, fotógrafos expectantes… y solo una oportunidad para que todo saliera bien.
En el backstage, el aire era denso, cargado de nervios y perfume caro. Modelos en ropa interior se movían de un lado a otro mientras estilistas daban instrucciones a gritos. Daniela caminaba entre todos con una carpeta en mano, auricular en la oreja y el ceño fruncido.
—¿Dónde está el vestido rojo de cierre? —preguntó a una asistente, casi sin aliento.
—¡Todavía no llega de ajustes!
—¿Cómo que no llega? ¡Tiene que estar listo en cinco minutos! —gritó, y al colgar la llamada, se pasó una mano por el rostro.
Dimitri apareció justo entonces, como si supiera que debía interceptarla antes de que su tensión explotara.
—Todo está saliendo bien —le dijo, poniéndole una mano en el hombro—. Respira.
—No puedo respirar. Falta el vestido final, la modelo principal está con dolor de cabeza, uno de los focos no funciona y... —se interrumpió, mordiéndose el labio.
—Y los gemelos están en casa con Eloísa, sanos y dormidos —agregó él con una sonrisa—. Todo está bajo control, Dani.
Ella lo miró con los ojos brillantes. Estaba a segundos de quebrarse, no por un fallo, sino por la presión de demostrar que podía hacerlo todo: ser madre, diseñadora, empresaria… mujer.
Erick entró en ese momento por el pasillo lateral. Llevaba una pulsera de acceso y una cámara colgada del cuello, como si fuera un miembro más del equipo de documentación.
—Ya está el vestido rojo. Acabo de sacarlo del sastre. Lo ajustaron a mano. —Lo sostuvo con cuidado, como si se tratara de una joya.
Daniela casi soltó una carcajada nerviosa.
—¿Tú fuiste por él?
—Dijiste que no podía quedarme de brazos cruzados. Y no pienso hacerlo.
Ella lo abrazó brevemente, apretando los ojos para no llorar, y luego tomó el vestido. Lo último que necesitaba ahora era arruinar su maquillaje.
—Gracias… a los dos.
Dimitri y Erick se miraron un segundo, sin palabras, pero con respeto. En ese momento, entendieron que los tres estaban en el mismo barco, al menos por hoy.
Minutos después, las luces se atenuaron. La música comenzó. Daniela se asomó por detrás del telón negro, observando la primera modelo salir con paso firme. Los aplausos no tardaron en llegar.
Y con cada vestido que cruzaba la pasarela, con cada mirada de asombro entre el público, Daniela sentía cómo el peso se aligeraba. No todo estaba resuelto en su vida, pero allí, en ese preciso instante, ella era la dueña absoluta de su historia.
El último modelo salió. La ovación fue inmediata.
Dimitri le tomó la mano y la empujó suavemente hacia la pasarela.
—Ve. Es tu momento.
Daniela caminó hacia el centro, con los ojos brillantes y el corazón desbordado. Miró al frente… y allí estaba Erick, de pie entre el público, grabando con la cámara, sonriendo como si estuviera viendo el amor de su vida brillar.
Y tal vez, por fin, lo estaba haciendo.