Novela Ligera de Aventura y Artes Marciales
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Temporada 2 Capítulo 1 – Ecos de un Linaje Prohibido
El viento soplaba como un susurro antiguo a través de la Torre del Silencio, donde nadie subía salvo él. El director Gao se encontraba en lo más alto de la academia, entre pergaminos sellados y artefactos prohibidos que databan de épocas anteriores al Imperio Carmesí.
En sus manos sostenía un pequeño relicario de jade. Al abrirlo, un fragmento de tela ennegrecida cayó sobre la mesa. No era una reliquia cualquiera: era todo lo que quedaba del estandarte del Soberano Dragón Carmesí, reducido a cenizas en la Gran Guerra del Fuego Interior.
Gao pasó sus dedos con delicadeza por encima de la tela. Su expresión, por lo general estoica, se suavizó con una mezcla de dolor, nostalgia... y temor.
—Fuiste más que un monarca... —murmuró—. Fuiste la llama que no quiso arder para otros.
Se acercó al ventanal. Desde allí podía verse toda la academia. Estudiantes entrenando, profesores vigilantes, banderas ondeando al viento.
Y entre ellos... Han Fei.
—El mundo ha olvidado tu nombre, como pediste... pero tu sangre aún canta, aún responde al llamado del mundo. Y ese niño... ese niño es la canción inacabada de tu historia.
El director cerró los ojos. Recordó un juramento.
"Si el linaje regresa, no lo guiarás. Lo detendrás."
Pero también recordó otra voz. Una más joven. Una promesa hecha bajo lluvia y ruinas.
"No importa quién venga... dales la oportunidad de elegir."
—Entonces te lo concederé, Han Fei. Te daré elección. Aunque eso me cueste la vida... o el mundo.
***Mientras tanto en otra parte de la Academia***
En la cámara oculta bajo el Salón del Consejo, dos figuras debatían con un tono cargado de resentimiento.
—El niño ha despertado más rápido de lo que esperábamos —dijo Ren Ji, acariciando un antiguo bastón con grabados dracónicos.
—El sello se ha debilitado. La sangre no puede ser silenciada para siempre —respondió Xian Mei, mientras hojeaba un tomo prohibido con ilustraciones del Dragón Sin Nombre.
En la pared, un mural mostraba una guerra ancestral. Entre los dragones, uno de ellos ardía sin rostro... sin nombre... sin dueño.
—Si ese fuego vuelve a incendiar el mundo, será nuestra culpa por no acabar con él cuando era débil —dijo Ren Ji con tono frío.
—Entonces no cometamos el mismo error —sentenció Xian Mei—. Ya no podemos observar. Debemos actuar.
Ambos colocaron sus manos sobre un mapa sellado. Marcaron tres puntos: Valle Loto, Templo de la Niebla, y Tumba del Fénix Roto.
—Misiones... o trampas.
***Casa de la Familia Lin***
En el Salón Ancestral del Clan Lin, velas rojas ardían sin llama visible. Las paredes estaban cubiertas por lienzos antiguos, todos representando dragones encadenados, sangrando, suplicando. Pero en el centro, un mural diferente: una figura sin rostro, cubierta de escamas oscuras, enfrentando a varios clanes unificados. Entre ellos, la Casa Lin al frente, empuñando la Espada de la Noche Carmesí.
Lin Zemin, actual Patriarca, se encontraba de pie frente a aquel mural, mientras su hija —la madre de Yueran— permanecía en silencio a un lado.
—¿Sabes por qué se nos permitió mantener el poder durante tantos siglos? —preguntó él.
—Porque somos el único clan que nunca falló en su deber —respondió ella con firmeza.
Zemin asintió. Caminó lentamente hacia un pedestal cubierto con un paño negro. Lo retiró. Debajo, descansaba una caja de madera roja con símbolos de sellado.
—Aquí está todo lo que quedó de aquel día. El acuerdo sellado con sangre. La traición disfrazada de justicia.
Abrió la caja. Dentro, una pluma negra —de dragón sin nombre—, una perla ardiente a medio consumir, y un anillo partido por la mitad. En su interior, grabado en runas antiguas, el nombre “Fei”.
—No nos dieron este deber para proteger el mundo. Nos lo dieron para contener lo que el mundo no podía aceptar. Y ahora... lo que creímos haber encerrado, vive. No solo eso... camina por nuestra academia. Y lo peor... es que nuestra Yueran lo ha acogido como igual.
—¿Y si no es como el anterior? —preguntó la madre—. ¿Y si no es el monstruo que tememos?
Zemin calló por unos segundos.
—Entonces su corazón nos lo demostrará. Pero si el fuego se descontrola... tú sabes cuál es nuestro verdadero juramento.
Detrás de las columnas, Yueran escuchaba todo. Su respiración se volvió frágil. Su corazón, pesado.
Recordó las palabras de Fei. Su torpeza. Su sonrisa.
Y por primera vez, dudó.
No del mundo.
Sino de su deber.
Epílogo: Los Susurros del Fuego Dormido
Esa noche, mientras la luna se alzaba sobre la academia, Han Fei dormía profundamente. Pero su respiración era agitada.
En sus sueños... fuego. Guerra. Voces.
Una figura solitaria, de pie frente a un mar de cadáveres, y una sombra gigantesca serpenteando el cielo.
"El mundo me temió por lo que fui. Tú decidirás si te temen por lo que podrías ser."
Un escalofrío recorrió el cuerpo de Fei, y en su cuello, la marca antigua palpitó una vez más.