Ella, era la hija de un general, una guerrera talentosa, pero su prima le tendió una trampa para asesinarla y así tomar su lugar como una princesa heredera, ahora, a reencarnado en la princesa que fue puesta en su lugar y su prima acabo aun como una concubina más, pero aun siendo la princesa, las concubinas abusaron de ella, ahora que está en ese cuerpo, esta lista para su venganza.
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ignorado
Aya seguía en su habitación, quejándose de lo doloroso que eran las heridas, no podía ni acostarse como de costumbre y esta segura que le quedaran cicatrices, además de eso, el príncipe no ha ido a verla desde la mañana. No paso mucho para que su sirvienta entrara, venía algo nerviosa, pero era necesario decirle lo que había visto.
- concubina Aya, pase por el campo de entrenamiento y vi a su majestad el príncipe bebiendo el té con la princesa.
- ¿Que?!!! Mientras yo me muero de dolor él va con la princesa...
- c-calmese, tal vez esta planeando algo.
Al escuchar aquello, si, debe ser eso, su plan para acercarse a la princesa debe estarlo llevando a cabo, debe soportar, porque solo de esa manera podrá vengarse de la humillación que le acaban de hacer pasar.
Pero todo lo contrario a lo que la sirvienta vio, una escena tranquila, era más bien un rato de incomodidad, tener al príncipe tras ella toda la mañana era ya un fastidio, bebió de un solo trago el suyo y se levantó para volver a entrenar, eso era bastante molesto para el príncipe, ya que le era difícil soportar ver a su esposa haciendo esa clase de cosas destinadas a los hombres.
- alteza, debería entrenar un poco también, su cuerpo se ve bastante insípido.
- no soy un soldado, ellos son los que necesitan entrenar.
- que ingenuo es, si una guerra llegará a estallar, le aseguro que los soldados no serán suficientes para protegerlo. Pero bueno, dentro de poco, ese ya no será mi problema.
- ¿de que hablas? Solo dices cosas sin sentido.
- con el tiempo se dará cuenta no lo son.
Shin venía a los lejos trayendo consigo un hermoso corcel blanco, ya ensillado. Al verlo se apresuro a él y no dudo en acariciar al caballo, pero el príncipe observa con molestia.
- hermano Shin, que bello animal ¿es suyo?
- no, este caballo, fue enviado ayer junto con el otro regalo.
Señaló la espada que llevaba en la cintura, Lili nunca le dijo que también había llegado un caballo para ella.
- según el mensajero que lo trajo, dijo, que la emperatriz supo que usted fue al palacio aquella vez a caballo y creyó que sería agradable que usted tuviese su propio corcel.
- la emperatriz siempre tan amable, tendré que preparar algo realmente asombroso para cuando sea su cumpleaños.
- si querías un caballo, me lo debiste pedir.
- alteza, a usted le pedí tantas cosas antes y nunca me las dio, obtenía solo sobras, ahora ya no necesito nada de usted.
Shin tuvo que aguantar el no reír por lo dicho, mientras que el príncipe lucia enojado, pero conteniendo su ira para no agredir a la princesa.
- últimamente he estado reflexionando, me he dado cuenta que he sido injusto contigo en algunas cosas.
- ¿en serio? Entonces debería recompensar ese falta de justicia, aun hay tiempo, como acusar a la concubina Aya de causarme daño, al haber mentido sobre las cosas que supuestamente yo le he hecho.
- no te quieras pasar de lista, gracias a ti, perdí al que pudo haber sido mi primer hijo.
A Shin no le pareció nada agradable lo que había escuchado, acusar de algo tan grave a la princesa, era ya demasiado.
- usted jamás cambiará alteza, pero yo, si, además tengo mi conciencia libre de culpa ¿que tal la suya?
Se apresuró a subir al caballo, mientras Shin le ayuda a sostener las riendas, para después entregársela cuando ya se acomodó.
- eres insoportable, estoy tratando de llevar las cosas en paz y me ofendes.
Se dio la vuelta y mejor se va de aquel sitio, ya no podía soportar estar viendo a todos esos soldados entrenar.
- hermana Saya, no sabía que te habían acusado de algo tan grave.
- fue cuando era ingenua, el castigo que la concubina Aya, no es nada comparado a lo que yo sufrí.
Se llevo una mano hasta el hombro, para enfatizar que su espalda había sido dañada, pero sonríe para no desanimar a Shin con algo que ya quedo en el pasado.
- hermano Shin, que tal si sube a su caballo y me acompaña a dar una vuelta fuera de la mansión.
- por supuesto ¿una carrera? ¿Que tal apostar algo?
- no me parece mala idea ¿que ofrece si pierde?
- tendrás el derecho de pedirme lo que sea.
- bien, si usted gana, yo le daré una nueva armadura ¿le parece?
Asiente, para así ir en busca de su caballo, mientras que Saya, se dirige a la salida para esperar por él.
Antes de partir, Shin dejó dicho con uno de los guardias que avisé a su padre que se había ido con la princesa; ya que estaban listos, ambos hicieron salir corriendo a sus caballos.
En la sala del general, es Kaede quien entra a avisarle, sobre el mensaje del joven Shin, el general, no se vio muy contento, pero sabe que la princesa esta en buenas manos; después de que Kaede sale, el príncipe pide permiso para entrar y se lo permiten, se sienta frente al general no sin antes inclinarse a manera de respeto.
- general, quisiera que abogará por mi, ante la emperatriz para llevar de regreso a la princesa a mi mansión, me parece muy inadecuado que siendo una mujer casada, este rodeada de hombres.
- no puedo hacer nada ante la orden de la emperatriz, además, la princesa esta siendo cuidada como es debido, mis hombres jamás serían capaces de hacerle algo indebido a una mujer, además, viendo lo que sucedió con su concubina, la princesa corre más peligro en su casa.
- fue un desafortunado incidente, ya la concubina Aya sabe que no debe faltarle al respeto a la princesa.
- esperemos que así sea, pero, mientras aun se haya encontrado al culpable de envenenarla, ella no puede volver, así lo dejo dicho la emperatriz.
- estoy trabajando en ello, pero parece que el culpable, se a esfumado.
Por no decir que ni se esta tomando la molestia de investigar, aun si lo hiciera, no encontraría nada, el atentado sucedió ya hace más de una semana.
Sin poder hacer más, no le quedo de otra que retirarse de ahí, si la princesa sigue en la casa del general, le será más difícil estar cerca de ella, ya que se la pasa entrenando la mayoría del tiempo, tener una esposa experta en artes marciales como si fuese un soldado, es también motivo de burla ante los funcionarios y políticos del estado. Es humillante tener que soportar todo eso.