Ivette Mora es una madre de dos hijos que prefiere pasar su vida sola, el maltrato y desamor que sufrió con el padre de sus hijos dejó huellas en lo más profundo de su ser, en una jugada del destino se cruza con Gustavo Martínez y viven una historia de amor plena. Pero un error hará perder la confianza, allí empezará la difícil tarea de reconquistar a su amor o dejar que todo se pierda.
Una historia de amores y desencuentros.
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La entrega mutua del amor
Sin más decir, salieron del restaurante, Ivette aunque no mostraba estaba muy nerviosa, trataba de estar tranquila, pero pensaba que después de tantos años sin estar sin nadie en su vida tal vez no iba a estar a la altura de las circunstancias, además en su pasado fue muy maltratada, su exesposo la hizo sentir siempre poca cosa, le destacaba lo malo de su cuerpo, aquello que acompleja a las mujeres, no se sentía suficiente.
Dentro del auto casi no hablaban, buscaron un hotel por Internet y escuchaban música, aunque él conducía su mano sostenía la mano de Ivette y la acariciaba, en todo momento aun en el silencio la hacía sentir querida. Llegaron a la entrada del hotel y el corazón de ambos se aceleraba, Gustavo no mostraba tampoco sus nervios, también llevaba tiempo esperando este momento con Ivette. Se estaba enamorando de ella y quería entregarle su amor.
En la habitación...
—hermosa mía ¿Estás bien?
—un poco nerviosa, yo no he estado hace mucho tiempo con nadie.
Él se acercó, acarició su rostro, le dijo — déjame cuidarte— la beso suavemente.
—Trátame con cuidado por favor.
La abrazó por la cintura y le dijo — eres mi reina, siempre te cuidaré.
Sé besaron suavemente, acompañaron sus besos de caricias, Gustavo llevó una de sus manos a la parte superior y bajó el cierre del vestido de Ivette, metió su mano entre la ropa, acariciando la espalda de ella, su piel era suave y cálida, fue besando el cuello de ella, podía sentir su perfume exquisito, sacó el vestido deslizando primero desde los hombros de ella hacia los costados hasta que el vestido cayó al piso, ella quedó vulnerable solo con su ropa interior, un conjunto negro que destacaba sus curvas, a la vista de Gustavo ella era perfecta, ella comenzó a desprender el botón del pantalón de él y bajó con delicadeza el cierre, levantó con sus manos la camiseta que traía puesta él hasta quitársela, Gustavo tenía su torso desnudo, ella afirmó sus manos en el pecho de él, podía sentir el corazón latir fuertemente. Gustavo con sus brazos rodeaba el cuerpo de Ivette, desprendió el brasier y al igual que el vestido quedó regado en el piso, sus manos acariciaron el pecho desnudo de ella, su busto era mediano, bien formado, el deseo aumentaba más y más, la boca de Gustavo se posó en los pechos de Ivette, los beso uno a uno y la tomó con fuerza hasta acostarla en la cama, no podía parar de disfrutar del cuerpo de ella, recorrió con sus labios hasta el vientre de ella, con sus manos retiró las bragas dejándola completamente desnuda, pudo sentir la humedad de ella en su intimidad, él aún tenía puestos sus pantalones, desabrochados, a través de su ropa podía notarse su miembro viril exitado. Ella cayó en un deseo profundo por él, Gustavo tomó la mano de ella y se la llevó hasta pantalón, delicada y despacio la mano de ella buscó meterse entre sus ropas tocando la piel hirviendo de un miembro qué estaba loco por cavar sus profundidades, en ese entonces la delicadeza se transformó en un huracán de deseo incontrolable, Gustavo se quitó su ropa, ella acomodó sus piernas invitando a entrar en su intimidad, él subió sobre ella y la tomó como mujer, ella sintió un dolor placentero en el momento que entraba en ella, aquello fue una poesía de amor y placer, un desahogo de deseo acumulado, se entregaron mutuamente, perdieron el miedo, la vergüenza y cualquier incomodidad, se disfrutaron a pleno hasta descargar sus fluidos. Las palabras de amor no faltaron, Ivette en toda su vida matrimonial nunca se había sentido amada como en esta oportunidad, en verdad Gustavo era quien la amó como ella se merecía, beso su cuerpo y junto con ello cada cicatriz que tenía en el alma.