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Cuando Abrió Los Ojos, Descubrió El Amor

Cuando Abrió Los Ojos, Descubrió El Amor

Status: Terminada
Genre:CEO / Amor-odio / Amor eterno / Enfermizo / Completas
Popularitas:801
Nilai: 5
nombre de autor: Luciara Saraiva

La puerta chirrió al abrirse, revelando a Serena y a la enfermera Sabrina Santos.

—Arthur, hijo —anunció Serena—, ha llegado tu nueva enfermera. Por favor, sé amable esta vez.

Una sonrisa cínica curvó los labios de Arthur. Sabrina era la duodécima enfermera en cuatro meses, desde el accidente que lo dejó ciego y con movilidad reducida.

Los pasos de las dos mujeres rompieron el silencio de la habitación semioscura. Acostado en la cama, Arthur apretó los puños bajo la sábana. Otra intrusa más. Otro par de ojos recordándole la oscuridad que lo atrapaba.

—Puedes irte, madre —su voz ronca cortó el aire, cargada de impaciencia—. No necesito a nadie aquí.

Serena suspiró, un sonido cansado que se había vuelto frecuente.

—Arthur, querido, necesitas cuidados. Sabrina es muy experta y viene con excelentes recomendaciones. Dale una oportunidad, por favor.

NovelToon tiene autorización de Luciara Saraiva para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 14

Se sentaron en dos sillas vacías, cerca de la recepción. Sabrina bajó la cabeza, preocupada. ¿Será que él se cayó justo después de que ella le colgara? Eso martillaba en su cabeza, repetidamente.

—Sabrina, no podemos entrar. Tendrás que esperar hasta mañana. Seguro que su madre te llamará. No te preocupes por eso, sé que él es tu paciente, pero, desafortunadamente, no puedes verlo.

Sabrina asintió con Júlia. Cuando se levantaron para salir del hospital, el celular de Sabrina sonó.

Ella sacó el celular de la bolsa y vio que era una llamada de Vera. Sabrina rápidamente atendió.

—Señora Vera, buenas tardes. Llamé para saber noticias de su Arthur. ¿Qué le pasó? ¿Cuál es su estado de salud? ¿Está en la UCI?

—Calma, niña —dijo la gobernanta con voz mansa—. Su Arthur está en la habitación particular. Estuvo desmayado por algunas horas, pero ya despertó. Se cayó de la cama hoy por la mañana.

—¿Se cayó de la cama? ¿Cómo así, doña Vera? ¿La enfermera no estaba con él?

—Fue por la mañana temprano, querida. Ella estaba durmiendo y tú sabes cómo es mi niño. Arthur es muy arrogante. Quería ir al baño, pero no quiso llamar a su ayudante.

Sabrina suspiró aliviada. Realmente Arthur era arrogante, y ella lo sabía bien.

—Está bien, señora Vera. Solo llamé para saber sobre él. Gracias por retornar la llamada.

—De nada, mi querida. Hasta luego.

Sabrina se despidió de Vera y terminó la llamada un poco aliviada. —Gracias a Dios que está todo bien con él. ¿Cómo un hombre enfermo y sin poder andar solo puede ser tan cabeza dura?

Júlia la miró con desconfianza y luego preguntó curiosa: —Creo que te estás preocupando demasiado por tu paciente. —Ella sonreía mientras hablaba.

—No estoy entendiendo tu habla, Júlia. Yo me preocupo por todos mis pacientes. No me mires con esa cara de acusación.

—¿Yo? —Júlia cuestionó intentando ponerse seria—. Amiga, disculpa.

—No, no disculpo —Sabrina se enfadó— No tienes que estarme acusando. Tú sabes muy bien cómo me gusta cuidar de mis pacientes. Y con Arthur no es diferente. Él está en cama, ciego y muy difícil de lidiar. Tengo que tener más paciencia con él, pues es lo que él necesita.

Sabrina andaba rápidamente y Júlia la acompañaba con pasos largos. Ellas salieron del hospital y caminaron en dirección al estacionamiento.

En ese momento, el asistente de Arthur salió en uno de los carros que tenía acabado de estacionar allí.

—Buenas tardes, señoritas —Tobias educadamente las saludó—. Señorita Sabrina, ¿fue a visitar al señor Maldonado? También estoy aquí para hacerle una visita. Supe que él ya está consciente.

Sabrina miró a Tobias queriendo reconocerlo. Por un momento, la duda rodeaba su mente.

—Buenas tardes, señor —dijo Júlia con gentileza jugando el codo discretamente en el brazo de la amiga, algo que no pasó desapercibido por Tobias.

—Buenas tardes. No estaba reconociéndote, pero ahora me acordé... tú eres el asistente del señor Maldonado, fue usted mismo quien llamó y habló sobre el empleo.

Tobias sonrió gentilmente: —Sí. Soy el asistente del señor Maldonado. Fui yo quien te contactó para llevar hasta la señora Serena. ¿Está gustando del trabajo?

Sabrina titubeó antes de responder: —Estoy gustando. —Dijo secamente sin emoción.

—Qué bueno —respondió Tobias observando la expresión en el rostro de ella—. Ahora necesito ir hasta él. Con permiso.

Tobias salió en dirección a la puerta del hospital.

—¿Estoy perdonada? —Júlia pregunta al lado de Sabrina—. Yo sé que tú eres una óptima enfermera. Fue solo una broma boba, no lo tomes en serio. Sabes cómo soy yo.

Sabrina miró para Júlia, que parecía genuinamente arrepentida. Una pequeña sonrisa brotó en sus labios.

—Está bien, Júlia. Pero deja de burlarte de mí, ¿viste? Ya no basta el estrés del día a día y las preocupaciones con mi padre. Realmente no estoy con humor para bromas.

Júlia rió y abrazó a la amiga. —¡Prometo! Ahora vamos luego para casa que estoy con ganas de comer aquel mousse de maracuyá que tú hiciste antes de salirnos.

Ellas entraron en el carro y Sabrina se sentó en la silla del conductor y siguieron para casa. El silencio llenó el interior del vehículo por algunos minutos, cada una inmersa en sus propios pensamientos. Sabrina todavía removía la preocupación con la caída de Arthur. A pesar de la arrogancia de él, ella no conseguía evitar sentir un cierto cariño por el paciente. Al final, él era totalmente dependiente de las personas, y esa dependencia, de alguna forma, la tocaba.

Al llegar en casa, Sabrina se tiró en el sofá, exhausta. El día estaba siendo largo y emocionalmente desgastante. Ella pegó el celular y vio algunos mensajes de Vitor, pero decidió ignorarlos. No estaba con cabeza para lidiar con él ahora. Su mente volvía para Arthur y para la súbita preocupación que sintió cuando supo de su caída. Era extraño, pues él la irritaba profundamente en la mayoría de las veces.

Ella suspiró y cerró los ojos, intentando alejar los pensamientos sobre el paciente terco. Necesitaba descansar y prepararse para el día siguiente, que ciertamente traería más desafíos con Arthur.

En el hospital, Tobias conversaba con Arthur particularmente después de la salida de Serena.

Tobias contó a él que vio Sabrina y una amiga en el estacionamiento del hospital. —¿En serio? ¿La enfermera vino aquí? Exclamó Arthur sorprendido. —Pero ella no vino a visitarme —continuó él imaginando lo que ella fue a hacer allí.

—Ella estaba con un semblante serio y preocupado. ¿Será que tiene alguien de la familia que está aquí, internado?

Tobias levantó esa cuestión.

—No, creo que no. Ese hospital es uno de los más caros. Creo que la familia de ella no tiene condiciones financieras para eso.

Tobias desvió los ojos de Arthur. Él achó las palabras de su jefe arrogantes y prepotentes. Pero no quiso cuestionarlo.

—Ya sé, Tobias. Ella con seguridad vino atrás del noviecito de ella que es médico. Él trabaja aquí, ¿no es?

—No sé, señor. Pero puedo descubrir ahora mismo.

—Descubra lo que ella vino a hacer aquí y si el novio infiel trabaja aquí en el hospital.

—Sí, señor. Voy a hacer eso ahora mismo. Con permiso, dentro de poco retornaré.

Tobias salió del cuarto dejando Arthur pensativo: —¿Qué será que la enfermera vino a hacer aquí? Ahora estoy curioso.

En el apartamento de Sabrina, ella ya estaba descansando en la cama después de un baño relajante. Júlia ya se había ido. Sabrina intentaba dormir un poco, pero Vitor insistía en llamar para ella.

—¿Hola, Vitor? ¿Qué quieres? —Sabrina atendió fríamente. Ella usara un tono que no acostumbraba usar. Y Vitor sintiera que ella estaba diferente.

—Querida, ¿por qué no retornaste los mensajes? Estoy con añoranza. ¿Puedo ir ahí? Sabrina, vamos a olvidar lo que aconteció ayer. Quiero estar bien contigo. ¿Vamos a hacer las paces?

Vitor parecía sincero, pero todo era para persuadir a Sabrina. Al Inicio del noviazgo, Vitor gustaba mucho de ella, e incluso intentó ser fiel, pero las investidas femeninas era grande sobre él. Vitor se involucró con varias mujeres, todo escondido de la novia.

—Yo estoy cansada Vitor. Necesito descansar, mañana ya tengo que retornar al trabajo. No te preocupes, está todo bien entre nosotros. Pero en ese final de semana, no da para que nosotros estemos juntos.

Sabrina sentía que necesitaba de un momento sola. Ella quería no solo descansar el cuerpo, sino también la mente. Y con Vitor por cerca ella no conseguiría hacer nada de eso. Ella se sorprendiera consigo misma, algo dentro de ella ya no era más lo mismo.

Vitor quiso insistir, pues quería hacer amor con ella.

—Está bien, yo entiendo. Pero en el próximo final de semana, yo quiero estar contigo. Besos.

Él desligó y Sabrina quedó pensativa y aliviada.

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