Arthur O'Connor, un joven acostumbrado al lujo y a que todo se rinda ante su fortuna, a un exclusivo barrio en un pequeño pueblo. Con su mirada arrogante y su mundo perfectamente estructurado, está seguro de que el cambio no será un desafío para alguien como él. Sin embargo, todo su esquema se tambalea al bajar del carro y encontrarse con Margareth, una joven humilde, de risa fácil y una alegría que parece contagiarlo todo. Margareth, junto a su abuela, reparte mermeladas y tartas caseras por el vecindario, convirtiéndose en el alma del barrio con su espíritu caritativo y juguetón.
Para Arthur, ella es un desafío tan irresistible como desconcertante. Está convencido de que su dinero y su encanto serán suficientes para ganarse su atención. Sin embargo, Margareth, con su corazón puro y libre, no es alguien que pueda comprarse.
NovelToon tiene autorización de Pretty Savage 19 para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capitulo 18
Ese día, mientras caminaba hacia la biblioteca, mis pensamientos seguían girando alrededor de Margareth . La idea de casarme con ella en menos de una semana me llenaba de una emoción que, de alguna manera, no lograba controlar del todo. Pero, antes de que pudiera ponerme a pensar más en ella, me encontré con el alcalde. Él estaba cerca del jardín, como siempre, con su postura relajada y su mirada algo inquietante.
No pude evitar acercarme, y al verlo, decidí que era el momento de decirle lo que había estado planeando. Lo que había estado decidido por un tiempo.
—Voy a casarme con ella —le anuncié de manera directa, sin rodeos. Quería ver su reacción, saber cómo respondería a eso.
El alcalde se rió con una sonrisa algo cínica.
—Vaya, vaya… Cuando te dije que hicieras lo que quisieras con ella, no pensé que me harías caso —respondió, con esa leve sonrisa que siempre tenía. Su tono, sin embargo, tenía algo de burla, como si fuera una broma más que una declaración seria.
Lo miré fijamente, ya no queriendo más juegos de palabras. Quería saber si estaba realmente cansado de todo esto, de sus propios sentimientos, de la vida que había elegido.
—¿No estás cansado? —le pregunté, mi voz firme.
El alcalde me miró, y por un momento, su expresión cambió, como si se hubiera desconectado de la conversación para pensar en algo más profundo.
—A veces la extraño —dijo, dejando caer esas palabras como si fueran inofensivas. Pero me di cuenta de la verdad detrás de su voz. Y entonces, un sentimiento de algo que no pude identificar se apoderó de mí, aunque no lo mostré.
—¿A quién? —le pregunté, manteniendo la calma aunque mi mente comenzaba a llenarse de preguntas.
—A la madre de Margareth —respondió sin vacilar, su voz suavizándose. —Extraño cómo me hacía sentir, cómo me cantaba, su amor puro.
Mis puños se apretaron, y mi respiración se volvió más pesada. ¿Cómo se atrevía a hablar de ella así? ¿Después de todo lo que había pasado?
—La dejaste sin piedad —dije, con voz baja, pero llena de reproche. No podía creer lo que estaba oyendo.
El alcalde guardó silencio por un momento, mirando al suelo, como si estuviera viendo algo que solo él podía ver. Sus labios se curvaron en una mueca amarga.
—Aunque no lo parezca, me dolió hacerlo. Me dolió mucho —admitió, sin mirarme a los ojos. —Pero con el tiempo, ya no sentí nada.
Lo que dijo, aunque parezca lo contrario, me hirió más que cualquier otro gesto o palabra. ¿Cómo podía ser tan frío con algo que había sido tan real, tan auténtico en su vida? Había algo en su tono que me hizo sentir que, aunque él mismo se engañara, seguía siendo parte de una historia que nunca dejó de dolerle. Y, de alguna manera, eso me hizo sentir más fuerte, más decidido a que lo que yo sentía por Margareth no se vería empañado por los fantasmas del pasado.
Mi mirada se endureció, y aunque el alcalde seguía ahí, yo ya no sentía más que desprecio por sus palabras. Sabía que mis decisiones estaban claras, que el futuro de Margareth y mío sería lo que ambos construyéramos, sin que él o nadie más pudieran interferir.
—Entonces —dije, mirando al alcalde por última vez—, has hecho tu elección. Y yo haré la mía. No tengo nada más que hablar.
Con esas palabras, me di la vuelta, dejándolo atrás en el jardín. Sabía que, aunque la historia de Margareth y su madre estuviera llena de sombras y decisiones equivocadas, nosotros éramos el futuro. Y nadie, ni siquiera él, podía cambiar eso.
Justo cuando iba a darme la vuelta para marcharme, el alcalde me llamó, su voz un tanto grave, como si tuviera algo más que decirme. Me detuve, sin girarme de inmediato, esperando que dijera lo que aún quedaba por decir.
—Arthur —empezó, y su tono ya no era tan burlón, sino más bien serio. —Dile a Margareth que... que la quiero a mi manera. Pero la quiero. Y le deseo lo mejor, que sea feliz. Aunque ella no pueda quererme como yo lo desearía.
Me quedé en silencio, sin saber qué responder. ¿Esperaba acaso que yo le diera alguna respuesta, o simplemente buscaba desahogarse? No estaba seguro, pero su siguiente frase resonó en mi mente de una manera extraña.
—No la culpo. Después de todo, se merece su desprecio. —Y, al decir esto, su rostro se endureció, como si al final se hubiera rendido con todo lo que había sucedido.
Lo miré, sin querer mostrar ningún tipo de compasión. Él había elegido su camino, había decidido cómo tratar a la mujer que amaba, y ahora tenía que aceptar las consecuencias. No me sentía mal por él. Si algo me quedaba claro, era que mi futuro con Margareth no dependía de él ni de nadie más.
Sin decir una palabra más, me giré y me dirigí a la puerta, sin mirar atrás. No tenía tiempo para más palabras vacías, solo quería ver a Margareth, hablar con ella, y continuar con los planes para nuestra vida.
Cuando llegué al convento encontré a Margareth esperándome, tan radiante como siempre. Al verla, una calidez invadió mi pecho, y antes de que pudiera decir algo, ella corrió hacia mí y me envolvió en un abrazo.
—¡Arthur! —exclamó con una sonrisa que no podía contener—. Estoy tan emocionada por nuestra boda, no puedo esperar para que todo esto se haga realidad.
La abracé con fuerza, sintiendo cómo mi corazón latía con más fuerza a su lado. Cada vez que estaba cerca de ella, el mundo parecía desaparecer, y por un momento, todo lo que importaba era ella y yo, juntos, construyendo un futuro.
—Yo también estoy emocionado —respondí, sin poder evitar sonreír. —Y no voy a dejar que nada nos separe.
Ella me miró con una expresión llena de cariño y alegría, y en ese momento supe que todo lo que había hecho hasta ahora, todas las decisiones, habían sido por ella. Por nuestra felicidad. Nada ni nadie podría cambiarnos.
Mientras nos abrazábamos, sentí que el futuro estaba a nuestro alcance, y que, finalmente, todo lo que habíamos vivido nos había llevado hasta aquí, hasta este momento en el que, por fin, los dos podíamos ser felices juntos.
😋🤭
solo falta el Bb y será el complemento perfecto a su hermoso nuevo comienzo...
🌹❤️🩹
una sublime primera entrega...
❤️🔥🔥💋🥰
🙈🙊🙉