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EL LEGADO DE HELENA

EL LEGADO DE HELENA

Status: En proceso
Genre:Traiciones y engaños / Secretos de la alta sociedad / Policial / Escena del crimen / Casos sin resolver
Popularitas:1.2k
Nilai: 5
nombre de autor: maite lucía

En una ciudad donde las apariencias son engañosas, Helena era la mujer perfecta: empresaria y una fiscal exitosa, amiga leal y esposa ejemplar. Pero su trágica muerte despierta un torbellino de secretos ocultos y traiciones. Cuando la policía inicia la investigación, se revela que Helena no era quien decía ser. Bajo su sonrisa impecable, ocultaba amores prohibidos, enemistades en cada esquina y un oscuro plan para desmantelar la empresa familiar de su esposo,o eso parecía.

A medida que el círculo de sospechosos y los investigadores comienzan a armar piezas clave en un juego de intrigas donde las lealtades son puestas a prueba

En un mundo donde nadie dice toda la verdad y todos tienen algo que ocultar, todo lo que parecía una investigación de un asesinato termina desatando una ola de secretos bien guardado que va descubriendo poco a poco.Descubrir quién mató a Helena podría ser más difícil de lo que pensaban.

NovelToon tiene autorización de maite lucía para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 7: Álbum Familiar

La casa de los Quintero se alzaba solitaria al final de una calle arbolada. Era una construcción antigua de dos plantas, con un jardín descuidado que revelaba años de abandono. Montero y Ortiz llegaron al anochecer, después de haber tomado todas las precauciones posibles para no ser seguidos.

—Estacionaré a dos calles de distancia —dijo Ortiz, maniobrando el vehículo hacia un callejón discreto—. Si alguien viene detrás de nosotros, mejor no encontrar nuestro coche en la puerta.

Montero asintió, verificando su arma por tercera vez. La sensación de estar siendo observados no lo había abandonado desde que salieron del café.

—Manténme informado de cualquier movimiento sospechoso —respondió, mientras descendía del vehículo—. Y si no regreso en una hora, ya sabes qué hacer.

La verja de entrada emitió un chirrido oxidado al abrirse. Montero avanzó por el sendero de piedras, cubiertas ahora por musgo y maleza. Una fotografía en el expediente del caso le había mostrado esta misma casa años atrás: pulcra, con flores en el porche y cortinas en las ventanas.

Ahora solo quedaba el fantasma de aquel hogar.

La cerradura cedió con sorprendente facilidad. Demasiada facilidad, pensó Montero, poniéndose inmediatamente en alerta. Con el arma en una mano y la linterna en la otra, se adentró en la penumbra de la casa.

El interior era un paisaje congelado en el tiempo. Muebles cubiertos con sábanas polvorientas, marcos de fotos volcados sobre una chimenea que llevaba años sin encenderse. El olor a humedad y encierro impregnaba cada rincón.

Montero avanzó cautelosamente hacia el salón principal. Sus pasos resonaban en el suelo de madera, que crujía delatando su presencia.

Mientras recorría la estancia, notó algo extraño: aunque la casa llevaba años abandonada, había zonas donde el polvo había sido perturbado recientemente.

Alguien ha estado aquí.

Se dirigió a la biblioteca, donde los libros permanecían en sus estantes, protegidos por una fina capa de polvo. Recorrió con la linterna los volúmenes, buscando algo fuera de lugar. Nada.

En el escritorio del rincón, varios marcos de fotografías descansaban boca abajo. Montero los enderezó uno por uno: el señor y la señora Quintero el día de su boda; Fernando en su graduación universitaria; una joven Elena sonriendo junto a un árbol navideño. Retratos de una familia que, en apariencia, había sido normal.

Un crujido en el piso superior lo alertó. Alguien más estaba en la casa.

Con movimientos precisos, Montero apagó la linterna y se pegó a la pared. Escuchó atentamente mientras desenfundaba su arma.

Pasos lentos, casi cautelosos, descendían por la escalera. Montero contuvo la respiración, esperando el momento perfecto para actuar.

Una sombra se proyectó en el pasillo. Pequeña, grácil... femenina. No correspondía al perfil de los sicarios de La Hidra. Aun así, Montero no bajó la guardia.

La figura entró en la biblioteca y encendió una pequeña linterna. En ese instante, Montero salió de su escondite.

—¡Policía! ¡No se mueva! —ordenó, apuntando con su arma.

La mujer se sobresaltó, dejando caer la linterna que rodó por el suelo, iluminando parcialmente su rostro. Montero se quedó paralizado. Aquella cara... era imposible.

—¿Elena? —murmuró, bajando ligeramente el arma.

La mujer lo miró fijamente, sus ojos brillantes por el miedo o la sorpresa.

—Inspector Montero, supongo —respondió ella, con una voz idéntica a la de Elena Valverde—. Pero no, no soy Elena. Soy Clara. Su hermana gemela.

Montero recuperó la compostura, aunque sin bajar completamente el arma.

—Elena no tenía hermanas —afirmó con seguridad—. Revisé su expediente completo.

—Oficialmente, no —concedió Clara, inclinándose lentamente para recoger su linterna—. Fui borrada de los registros familiares hace veinte años, cuando descubrí lo que realmente era La Hidra y amenacé con exponerlos.

Montero entrecerró los ojos, evaluando la situación. Si esta mujer mentía, lo hacía con extraordinaria convicción. Y su parecido con Elena era demasiado perfecto para ser coincidencia.

—¿Fue usted quien me llamó? —preguntó finalmente.

Clara asintió.

—Elena y yo mantuvimos contacto en secreto todos estos años. Cuando ella empezó a sospechar que estaba en peligro, me contactó. Me dijo dónde había escondido la información y me pidió que le avisara a usted si algo le ocurría.

—¿Por qué a mí?

—Porque Elena confiaba en usted. Decía que era el único policía en esta ciudad que no tenía precio.

Montero enfundó finalmente su arma, pero mantuvo la distancia.

—Si realmente es quien dice ser, sabrá por qué estoy aquí.

Clara sonrió levemente.

—El álbum familiar —respondió, dirigiéndose hacia una estantería—. No es un álbum literal, inspector. Es una caja fuerte.

Retiró varios libros y presionó un pequeño mecanismo oculto tras ellos. Con un clic casi imperceptible, un compartimento secreto se abrió en la pared. De su interior, Clara extrajo una carpeta gruesa y desgastada.

—Aquí está el verdadero origen de La Hidra —explicó, extendiéndole los documentos—. Los pecados originales que mi hermano y Carlos Solano intentaron enterrar.

Montero abrió la carpeta con manos temblorosas. Contenía fotografías, recortes de periódicos y documentos que databan de veinticinco años atrás. En las imágenes aparecían Fernando, Solano y otros hombres reunidos en lugares clandestinos. Pero lo más impactante eran los documentos: contratos, transferencias bancarias, actas de reuniones donde se detallaba el nacimiento de una organización destinada a controlar desde las sombras el poder político y económico del país.

—La Hidra no comenzó como una red criminal —explicó Clara—. Comenzó como un proyecto político. Una manera de asegurar que ciertos intereses siempre estuvieran protegidos, sin importar quién gobernara. Mi hermano era el idealista. Solano, el pragmático.

—¿Y Elena?

—Elena descubrió todo esto cuando investigaba

. Pero para entonces, La Hidra ya había mutado en algo mucho más oscuro. Ya no bastaba con influir en el poder; ahora lo querían todo.

El teléfono de Montero vibró en su bolsillo. Era un mensaje de Ortiz: "Dos vehículos acaban de pasar lentamente frente a la casa. Parecen reconocer el terreno."

—Tenemos que irnos —informó Montero, guardando rápidamente los documentos—. Nos han encontrado.

Clara no mostró sorpresa.

—Hay una salida por el sótano que conecta con la casa vecina —indicó, dirigiéndose hacia el pasillo—. La preparé hace años, por si acaso.

Mientras bajaban apresuradamente al sótano, Montero no pudo evitar preguntar:

—¿Por qué no acudió directamente a la justicia con toda esta información?

Clara lo miró con una mezcla de amargura y resignación.

—¿A qué justicia, inspector? La Hidra tiene jueces, fiscales y policías en su nómina. Intenté hacerlo una vez, hace años. El resultado fue mi desaparición oficial y el intento de asesinato que me obligó a fingir mi muerte y vivir en el extranjero.

Un fuerte estruendo en el piso superior indicó que alguien había entrado por la fuerza. Aceleraron el paso hasta llegar a una puerta metálica disimulada tras unas estanterías. Clara manipuló una cerradura electrónica y la puerta se abrió, revelando un túnel estrecho.

—Este pasadizo fue construido durante la guerra civil —explicó—. Conecta con el sótano de la casa vecina, que está deshabitada. Desde allí podremos salir a la calle paralela.

Mientras avanzaban por el túnel húmedo y angosto, Montero envió un mensaje a Ortiz indicándole la nueva ruta de escape. Al llegar al otro extremo, Clara desactivó otro mecanismo de seguridad y emergieron en un sótano similar al que habían dejado atrás.

—¿A dónde iremos ahora? —preguntó Montero mientras subían sigilosamente las escaleras.

—Tengo un piso seguro en las afueras —respondió Clara—. Nadie conoce su existencia excepto yo y... bueno, ahora usted.

Salieron a una calle tranquila, a dos manzanas de donde habían dejado el coche. No había señales de persecución inmediata, pero Montero sabía que no tardarían en ampliar el perímetro de búsqueda.

—Hay algo que debo preguntarle —dijo Montero mientras caminaban apresuradamente—. ¿Sabe dónde tienen a Roberto Valverde?

Clara se detuvo un momento, su rostro ensombreciéndose.

—Si sigue vivo, solo hay un lugar donde podrían tenerlo: la finca El Mirador. Es propiedad de Solano, aunque figura bajo un testaferro. Allí es donde La Hidra lleva a quienes necesitan... desaparecer lentamente.

—¿Cree que podríamos sacarlo?

—Sería un suicidio intentarlo frontalmente —respondió Clara—. Pero quizás haya otra manera. En los documentos que le entregué hay planos de la propiedad y datos sobre el personal de seguridad.

Llegaron al vehículo donde Ortiz los esperaba con el motor en marcha. Tras las presentaciones apresuradas, tomaron rumbo hacia las afueras, evitando las vías principales.

—Hay algo que no entiendo —dijo Ortiz mientras conducía—. Si tenía toda esta información, ¿por qué esperó tanto tiempo para usarla?

Clara miró por la ventanilla, observando cómo las luces de la ciudad se alejaban gradualmente.

—Porque el momento no era el adecuado —respondió con voz queda—. Elena y yo habíamos acordado que este material solo saldría a la luz cuando tuviéramos suficientes pruebas contra todos los implicados y a alguien de confianza dentro del sistema. Alguien como usted, inspector.

Montero entendió entonces que no solo había heredado un caso, sino una misión que había tomado años preparar. Y ahora, con Elena muerta, Fernando eliminado y Roberto secuestrado, él representaba la última esperanza para desmantelar La Hidra.

Mientras el vehículo se internaba en la oscuridad de la carretera secundaria, Montero miró los documentos en su regazo. La verdadera batalla apenas comenzaba, y él tenía en sus manos el arma que podría cambiar el rumbo de todo.

El reloj marcaba la medianoche cuando Clara pronunció las palabras que sellarían el destino de todos:

—Mañana Solano anunciará oficialmente su candidatura presidencial. Si queremos detenerlo, ese será nuestro momento.

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Michica Omegavers
espero que le guste
Silvia Barreto
hermosa istoria
Fina
actualiza mija que esto es un enrredo total , elena amo a todo 🤣🤣🤣🤣
Michica Omegavers: Helena es casi inmortal más a delante lo vas a dar cuentas tal vez no hemos llegado allí todavía mi querida Helena era bisexual.espero que sea de su agrado Helena es una cajita de sorpresas 😃
Michica Omegavers: falta más jajaja
total 2 replies
Fina
no puedo con tanto , 🤣🤣🤣🤣
Michica Omegavers
muchas gracias 😊 voy a seguir subiendo más capítulos
Hector Figueroa
Está bien interesante esta historia del asesinato de Helena
Michica Omegavers
No lo puedo encontrar
Lee la mia/Smile/
Michica Omegavers: esta bien
total 1 replies
Es interesante
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