Su personalidad le permitió continuar con una vida que no recordaba.
Su fortaleza la ayudó a soportar situaciones que no comprendía.
Y su constante angustia la impulsó a afrontar lo desconocido; sobreviviendo entre una fina y delicada pared que separa lo inexplicable de lo racional.
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Qué fuerte
^^^25 de diciembre, 2022^^^
^^^Holdes, capital de Hiuston^^^
^^^02: 54 am^^^
Me subieron a los asientos traseros de un auto negro. Un desconocido al volante y de copiloto iba el anciano; atrás junto a mi viajaba Mikaely y, un extraño.
— ¿Puedo hacer mi llamada, verdad? —pregunté cuando el auto arrancó.
— Usa mi teléfono —ofreció el anciano—. La llamada será grabada y enviada a tu investigación.
Saqué mi celular y rápidamente hallé el contacto que supuse tenía conexión con las clínicas de Holdes: Félix. Copié el número al otro teléfono y cuando por fin contestó, le conté que Dagan se encontraba mal. Dijo que mandaría una ambulancia cuánto antes.
— ¿Dónde estás? —preguntó con un tono deprimente.
— Ja, ja, tengo un problemilla con un caso, pero estaré bien —intenté sonar alegre—. Haré lo posible para no darles más problemas.
No contestó por un largo tiempo. Sabía que algo malo había pasado con él, pero no estaba segura de qué pudo ser. Mi absurdo e inútil consejo fue decirle que confiara en Dagan y si pudiera, en mi. Tras ello, corté la llamada.
Le regresé el teléfono al anciano y ya con Dagan a salvo, volteé a ver al extraño sentado junto a mi. La palabra "indigente" cabría bien con su vestimenta sucia, no desgarrada. Iba de abrigo verde, pantalón negro y sin calzado. Su cabello negro y su piel lucían común, sin rastros supremos e impecables como acostumbré a ver en la cafetería o en las reunión del Anexo. Y a diferencia de alguien en situaciones económicas negativas, no olía mal.
— ¿Siempre sales en pijama? —dijo riendo.
Tras dejar mis preocupaciones un poco lejos, entendí que el frío se debía a la finura de mi ropa y no al rudo clima. Me avergoncé con cierto enojo de por medio.
— Nada te costaba esperar a que me vistiera —le reclamé a Mikaely.
Me ignoró. No la conocía del todo, pero sabía que tenía algo diferente y ello se demostraba en su falta de cuidado al presentarse. El cabello tenía el frizz contra el que toda mujer luchaba, carecía de maquillaje y aunque no afectaba su apariencia se notaba la naturaleza de un rostro humano, ligeras ojeras y pestañas finas. Aún con todo ello, lucía bien.
— ¿Cómo te llamas? —me preguntó el hombre—. Siento que te conozco de algún lado.
Lo miré y sin importar cuánto lo intentara recordar, no tenía idea.
— Soy Eliana, es la primera vez que te veo.
— Ya veo, soy Keler —sonrió y extendió la mano. Estaba completamente limpio y el perfecto corte redondo de uñas le daba un aspecto pulcro—. Parece que vamos a Galis, ¿has estado ahí?
Charlamos cómodos de nimiedades sin asuntos fijos. Quise preguntarle a qué se dedicaba, pero podía ser inadecuado, entonces me quedé con la duda. Nos asomamos por la ventana del auto a nuestro costado y me dijo que habíamos entrado al río que conecta Holdes con Galis, me contó sus anécdotas de escape de pandillas y las cientos de acrobacias que había hecho cerca del manglar para evitar ser atrapado.
— Ya veo porque estás aquí —lo intenté aconsejar—. Deberías empezar de nuevo, si vas a prisión será más difícil conseguir un empleo decente.
— No tengo mala vida —confesó—. Si no fuera por ese bicho raro estaría en alguna ciudad caribeña.
— ¿Está bien que confieses tus locuras en un auto policial? —lo miré extrañada.
El anciano nos pidió tener decencia con un tono muy serio. El despeinado Keler se echó a reír y, volteando su mirada al amplio brazo de mar a nuestros pies siguió hablando.
— ¿Auto policial? Se ve que eres una niña muy ingenua.
— ¡¿De qué hablas?! ¡Tengo 22 años! —caí en cuenta de sus palabras—. Espera, ¿qué quieres decir?
Suspiró.
— Para ser una Riel eres muy despistada.
No supe cómo reaccionar ante el silencio de todos y el misterio del pelinegro. Necesitaba que dijera todo más claro, pero cuando me fijé en el reflejo de Mikaely en la ventana de Keler, identifiqué su perfil y el enorme parecido que compartía con Maestra y conmigo. Su cabello era la clave, las ondulaciones que tenía se asemejaban a las de Eliana antes de que yo decidiera cortarme el cabello.
Cuando nuestras miradas se encontraron, volvió a marcar la diferencia entre nuestros niveles y me paralizó. Mikaely ya transmitía una autoridad diferente y saber que se trataba de Maestra solo empeoraba mi inferioridad.
— Ni se te ocurra a hacer algo estúpido —amenazó sin titubear—. El auto seguirá de largo, saltaremos la estación policial.
— ¿Otra vez con tus ideas raras? —suspiró el anciano—. No le hagas caso, sigue la ruta.
Vi que una sonrisa apareció en los labios de Mikaely y mi cuerpo se movió por sí solo sobre el de ella. Empezamos un forcejeo extraño cuando de su chaqueta sacó una pistola plateada. Keler me detuvo e hizo que volviera a mi asiento. El anciano y el conductor se quedaron extrañados con la pelea.
— Sin juegos Mikaely, detente.
— Perfecto, sin juegos —lo apuntó—. Seguiremos de largo.
— ¡Dije que te detuvieras!
Usé el pie al patearle la mano y, por fortuna, el disparo que soltó contra el mayor impactó en el parabrisa. La situación se descontroló cuando se perdió visibilidad y el conductor intentó aparcar a máxima velocidad. La opción viable del conductor fue quitar el seguro de las puertas para aventarnos del auto en movimiento, pero el auto de oficiales tras nosotros nos empujó, la caída por el puente a medio mar fue inevitable. Al menos para ellos.
En los últimos momentos con una fuerza desconocida aparté a Mikaely y salí por la puerta junto a Keler. Pude sostenerme de una barandilla que salía del puente y Keler pudo aferrarse a mi pierna.
— ¡No te vayas a soltar! ¡Demuestra el poder femenino! —gritó aferrándose con fuerza.
Fue extraño que tuviera tanta resistencia, no dolía en lo absoluto estar colgada de aquella varilla oxidada con una sola mano. Fue como si tuviera el brazo alzado sosteniendo un lápiz. Divisé la estructura baja del puente y había varios fierros que trabajaban como soporte extra del puente.
— Bendita triangulación —suspiré aliviada—. ¡Keler, agárrate fuerte!
— ¡O-Oye!
Usé la técnica del pasamanos hasta llegar a los anchos fierros laterales y poder dejar mi torso seguro. Se complicó un poco la subida de Keler quién tuvo que trepar hasta alcanzar la barra y poco después, lo ayudé a subir. El semblante despreocupado que mostraba contradecía el temblor de sus rodillas.
— ¿Y bien? ¿Qué hacemos? —miró abajo—. Dudo que alguien salga vivo de ahí.
Esperé en silencio a que alguien saliera a flote y juré tirarme a ayudarlo, el repentino fortalecimiento de mi cuerpo me ayudaría a llevarlos a la orilla del manglar. Pasaron minutos y no había señales de nada.
— Esa maldita de Mikaely está loca —cerré los puños—. Ellos si eran policías.
— Deberíamos irnos de aquí. Aún si se rompió el parabrisa podrían descubrir el disparo —señaló—. Y ya que se produjo desde atrás, dirán que intentamos huir.
— Si nos vamos empeorarían las cosas.
Guardó silencio y torció los labios con desagrado.
— ¿Eres una Riel, verdad? —evadió lo anterior.
— ¿Qué hay de ti? —evadí.
— Eres insoportable.
— Y tu pesado, literal —arrugué las cejas y decidí molestarlo—. Haz ejercicio o algo así por favor.
— Ja, no me digas —rebatió sonriendo de lado.
Creí que me había ganado la discusión porque guardó silencio. La brisa soplaba con fuerza y temblé suavemente, imaginé que de una forma u otra habría muerto apenas entrara en contacto con el agua.
— Deberías abrigarte más.
Lo que fuera a decirle desapareció de mi mente cuando se quitó el abrigo por encima del cuerpo y alzó parte de su camiseta dejando su abdominal marcado expuesto. Una sonrisa triunfal le creció en el rostro cuando arrojó el abrigo a mis brazos.
— ¿Uhm? ¿Viste algo de más o por qué esa cara?
No dije nada; no porque estuviera sonrojada al ver su trabajado cuerpo, después de todo dijo que tenía una vida cuestionable y por lo tanto, debía mantenerse forma para ello. Sin embargo, mi atención se dirigió al momento que su cabello se sacudió revelando raíces rojizas.
Y, sentí algo extraño cuando el recuerdo de Eliana con aquel hombre en una situación comprometedora llegó a mi mente.
— ¿Tú me conocías, verdad?
Su sonrisa lo confirmó.
— Entonces ese rubio tenía razón, perdiste la memoria.
Surgieron más preguntas de las que podría imaginar y supe que el hombre frente a mi tendría las respuestas. Sin embargo, calmé mi mente al recordar la promesa que le hice a Dagan.
"No preguntarás ni escucharás nada de otras personas sobre tu pasado... No porque no debas saberlo, sino porque será mejor que lo sepas por ti misma, ¿entendido?"
— No necesito lo que tengas que decir —le dije sonriente al colocarme el abrigo—. Suerte con tu loca rutina de escape.
— Ja, ja, ja, nos vemos después.
Bajé del fierro y seguí un camino de pasamanos bajo el puente.
Mantuve mi enfoque en Mikaely y lo que planeaba hacer conmigo al llevarme lejos aunque no sirvió de nada llenarme la cabeza de especulaciones. Lo único relevante que recordé de ella fue el día que asumió el mando del caso de Jane Flyer y me visitó en la clínica.
Los nombres que dijo aquel día fueron de mujeres y hombres. Dagan los reconoció porque sabía que se relacionaban conmigo, por lo tanto, él sabia que Mikaely iba por mi.
Ederne, Erizza y Keira son mujeres, pero no las conozco. Keler, Uriel, Ciel y Karel; también desconocidos a excepción de Keler. Puede que no todos tengan que ver conmigo y haya usado a algunos para presionar a Dagan.
— Ahhh, debo encontrar a Dagan o a Félix.
Me oculté donde empieza la construcción del puente y observé como un gran número de rescatistas rodearon la zona para empezar a descender. Esperé el momento adecuado para subir a las calles arrastrando cartones, mi plan de vagabunda funcionó de maravilla... Claro, hasta que...
— ¿Puede decirme dónde queda esto?
Pensé que era sospechoso que una refinada joven me preguntase eso viendo mi deplorable vestimenta y, haciendo la excepción decidí revisar el papel.
«Al final del siguiente callejón hallarás un auto plateado, súbete en silencio»
Diablos, escritura hipnótica.