Mónica es una joven de veintidós años, fuerte y decidida. Tiene una pequeña de cuatro años por la cual lucha día a día.
Leonardo es un exitoso empresario de unos cuarenta y cinco años. Diferentes circunstancias llevan a Mónica y Leonardo a pasar tiempo juntos y comienzan a sentirse atraídos uno por el otro.
Esta es una historia sobre un amor inesperado, segundas oportunidades, y la aceptación de lo que el corazón realmente desea.
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Destellos del pasado
Los años comenzaron a pasar de prisa, sin dar ningún tipo de tregua. Ahora, con casi cuarenta y cinco años y siendo un reconocido y exitoso hombre de negocios. Leonardo Grecco se encontraba en uno de los eventos más exclusivos del año, una fiesta benéfica organizada por Alejandro Martínez, el hijo de un antiguo conocido, con quien probablemente cerraría un trato millonario. La velada era, como siempre, una oportunidad perfecta para expandir su red de contactos, pero esa noche Leonardo estaba distraído. No podía evitarlo: ese día se cumplía otro aniversario desde la última vez que había visto a Anna.
Todos los años, sin importar cuán ocupado estuviera, el recuerdo de Anna regresaba con fuerza, como una sombra que nunca se desvanecía del todo. A pesar de su éxito, y de las innumerables mujeres que habían pasado por su vida, ninguna había logrado borrar la huella que ella había dejado.
Entre saludos y conversaciones breves, Leonardo dirigió su mirada al otro extremo del salón, cuando algo, o alguien, llamó su atención de inmediato. Se quedó inmóvil, su corazón dio un vuelco. Ahí, a lo lejos, estaba una joven que le resultaba increíblemente familiar. Su porte, su elegancia, la forma en que su cabello caía sobre sus hombros... - ¿Anna?- dijo casi en un susurro.
Pensó que su mente le jugaba una mala pasada. No podía ser. Pero la semejanza era tan grande que no pudo ignorarlo.
-Esto no puede estar pasando…- murmuró Leonardo, apretando el vaso de whisky entre sus dedos.
La joven, vestida con un elegante vestido, reía y conversaba animadamente con un pequeño grupo de invitados. A pesar de la distancia, Leonardo sintió que su corazón comenzaba a latir con fuerza. Tenía que acercarse, aunque fuera solo para asegurarse de que no era más que una ilusión.
Caminó con decisión hacia ella, esquivando a los invitados, su mirada estaba fija en esa figura que lo arrastraba al pasado. A medida que se acercaba, los recuerdos de Anna volvían a inundar su mente. La primera vez que la vio, su risa, la forma en que sus ojos brillaban cuando hablaban. Pero esto era imposible. Anna había desaparecido de su vida hacía años, y la única explicación lógica era que esta joven simplemente se parecía a ella. Sin embargo, Leonardo no podía dejar pasar la oportunidad de averiguarlo.
Cuando llegó a su lado, sintió cómo se le erizaba la piel. La muchacha levantó la mirada, sus ojos grandes y oscuros encontraron los de Leonardo, y durante unos segundos, el tiempo pareció detenerse. El parecido con Anna era asombroso, pero había algo distinto en la actitud de esta joven.
-Buenas noches, no pude evitar notarte- le dijo extendiendo su mano- Mi nombre es Leonardo Grecco- dijo con su habitual tono seguro, aunque por dentro estaba profundamente descolocado.
La joven le sonrió amablemente.
-Encantada de conocerlo, señor Grecco. Yo soy Isabella López- respondió ella, con voz suave pero decidida.
- Isabella López...- El nombre le golpeó como una ráfaga de realidad. No era Anna, pero el parecido seguía siendo asombroso, y su apellido...- Isabella, un placer. ¿Estás aquí por negocios también?- preguntó Leonardo, tratando de mantener una conversación casual, aunque su mente seguía trabajando a toda velocidad.
-Bueno, más o menos- respondió ella con una ligera risa- Vine acompañando a mi novio, Alejandro Martínez.
Leonardo sintió cómo un nuevo golpe de realidad lo sacudía. La muchacha era la novia de su posible socio. Intentó disimular la mezcla de sorpresa que sentía, pero no pudo evitar que su sonrisa vacilara por un instante.
-Ah, Alejandro… claro. Es un gran empresario. Estamos a punto de cerrar un acuerdo importante- dijo Leonardo, esforzándose por recuperar su compostura.
Isabella asintió con una sonrisa encantadora.
Leonardo la observó por unos segundos en silencio. ¿Cómo era posible que el destino le jugara una broma tan cruel? Aquí estaba, frente a una mujer que no solo le recordaba a Anna, sino que estaba involucrada con Alejandro, alguien con quien estaba a punto de formar una sociedad. La vida parecía estarle poniendo una prueba.
- Disculpa si te molesto- dijo el hombre, con una sonrisa educada- Pero tu presencia me recuerda a alguien que conocí hace mucho tiempo.
Isabella, siempre amable, le devolvió la sonrisa.
-No es ninguna molestia- replicó ella amablemente.
-¿Tienes algo que ver con Anna López? - preguntó él, ella sonrió con un dejo de tristeza.
-Era mi madre- respondió, y ese "era" que la muchacha pronunció le cayó a Leonardo como un bloque de concreto.
-¿Por qué dices que era tu madre?- insistió.
-Ella falleció hace varios meses- explicó la muchacha.
-Oh, yo lo lamento mucho, Anna era... - dijo él y se quedó pensativo
-¿Acaso conoció usted a mi madre? - indagó ella al notar que el semblante del hombre había cambiado al oír que Anna había muerto.
-Hace muchos años- respondió él- cuando estabamos en la universidad.
La conversación continuó, aunque Leonardo apenas podía concentrarse. Isabella hablaba con naturalidad, ajena al torbellino de emociones que estaba provocando en él. A medida que los minutos pasaban, Leonardo se dio cuenta de que, a pesar del parecido físico, Isabella y Anna eran muy diferentes. Isabella tenía una confianza en sí misma que Anna nunca había mostrado; había una determinación en su mirada que lo desconcertaba y lo atraía al mismo tiempo.
Cuando la velada estaba llegando a su fin, Alejandro se acercó a ellos, sonriendo y poniendo una mano en la espalda de Isabella.
- Señor Grecco, me alegra que esté aquí. Estaba esperando verlo para hablar un poco más sobre el acuerdo- dijo Alejandro, mientras Isabella se mantenía a su lado, con una mano en su brazo.
-Claro, Alejandro. Podemos discutir los detalles en tu oficina- respondió Leonardo, esforzándose por mantener el tono profesional, aunque su mente aún estaba atrapada en el torbellino de pensamientos provocados por Isabella.
Alejandro asintió, y luego miró a Isabella con una sonrisa cariñosa.
-Por cierto, veo que ya conoció a Isabella. Ella siempre me acompaña a estos eventos. Me encanta que la gente la conozca, tiene un talento especial para hacer que todo el mundo se sienta cómodo.
-Sí, tuvimos una agradable conversación- respondió Leonardo, forzando una sonrisa- Tienes mucha suerte, Alejandro.
Isabella sonrió tímidamente y agradeció el cumplido con una inclinación de cabeza. A medida que la conversación con Alejandro continuaba, Leonardo no podía dejar de mirarla de reojo. El hecho de saber que tenía frente a él a la hija de Anna, y que de aquella mujer que amó solo quedaba el recuerdo lo hacía estremecer.
Cuando la noche llegó a su fin, Isabella se despidió cortésmente de Leonardo.
-Fue un placer conocerlo, señor Grecco- dijo ella con una sonrisa genuina.
-El placer fue mío, Isabella. Estoy seguro de que nos veremos pronto.
Mientras Isabella y Alejandro se alejaban del lugar, Leonardo se quedó observando cómo se perdían entre la multitud. Su mente seguía luchando con los fantasmas del pasado, pero sabía que tenía que mantener los pies en la realidad. Isabella no era Anna, pero algo en su interior le decía que debía mantenerse cerca de ella.
Tomó su teléfono y llamó a su asistente.
-Agenda una reunión con Alejandro. Vamos a cerrar ese trato- ordenó con firmeza.
El pasado podía seguir llamando a la puerta, pero Leonardo sabía que era hora de seguir adelante. Aunque Isabella le recordara a Anna, el hombre que era ahora ya no se dejaba llevar por fantasmas. Este nuevo trato era solo el comienzo de otra etapa, una en la que, aunque el corazón pudiera seguir dolido, la razón y el control prevalecerían. Ignorando que la vida le daría cosas que él creía pérdidas.