Después de un accidente de auto, quedé en sillas de ruedas, mi novia habia fallecido. Pasé años en depresión, hasta que un día, cuando mi hermana Antonella y yo salimos a la plaza y la vía ella, una chica sentada en una de las banquetas que estaba junto a la estatua del general.
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CERRANDO CICLOS
ADRIÁN JONES
Pensé un poco en quedarme viviendo en Suiza, empezar nuestras vidas aquí, pero antes de continuar mi vida junto a Yara necesitaba cerrar ese ciclo de mi vida con Mía.
Hoy en mi terapia con la psicóloga hablé de este tema que ha estado ahí posponiéndose hasta con ella. Siempre he creído que algunos problemas, pensamientos y hasta sentimientos es mejor guardarlo para uno mismo, hablarlo con personas extrañas se me hace un poco más complicado.
Hablé de todo lo que sentía, pensaba y quería.
— Trata de rescatar esos recuerdos positivos que viviste con ella. Intenta aceptar lo que ha sucedido, sin olvidarlo. Lo primero es dejar ir. No te exijas tanto, no toda la responsabilidad es tuya. La vida pasa, las cosas suceden. En cualquier caso, si crees que has cometido errores, perdónate. Intenta sentir empatía contigo mismo, al margen de que lo que hayas hecho no sea perfecto. Seguro que también hay aciertos en tu haber.
— ¿Perdonarme?
— Sí. Te has castigado cada vez que entras a la zona de dolor, cada vez que no expresas lo que sientes. Imagínate cuánto tiempo ha pasado desde el accidente y hasta hoy, lo sacas.
— Ayúdeme entonces, porque yo quiero tener una relación sana con mi pareja.
— Vamos a realizar un ejercicio— ella sacó una hoja blanca y un lápiz— escríbele una carta a tu novia del accidente. Con ella nunca cortaste la relación, al creer que ella estaba muerta, nunca dejaste la relación. Ahora escribe lo que sientes en esa hoja y déjala ir.
— Usted va a leer lo que escriba.
— No. Si no lo deseas no. Cuando hayas escrito la carta me llamas. Estaré afuera.
La psicóloga salió del consultorio.
Miré el papel y tomé el lapicero. Que difícil es plasmar lo que sentí, lo que siento en este instante por ella.
Así que empecé a escribir.
*Hablábamos el mismo lenguaje durante muchos años, hasta que yo comencé a no entenderl**o*.
Te escribo esta carta a ti, Mía, dándote las gracias por ese amor de adolescente que viví contigo, fuiste mi primer amor, aprendí muchas cosas contigo, a diferenciar entre un amigo y un falso amigo. Te amé en su momento y te amé fuerte, tú eras como un torbellino en mi vida pasiva. Me alegrabas con tu sonrisa, aunque también reprocho algunas cosas que aceptaba pero no estaba de acuerdo. Odiaba cuando fumabas, cuando te drogabas Pero por querer compartir algo contigo, terminaba haciendo lo mismo que tú hacías.
Sufrí tu partida, odiaba sentir este dolor, era un dolor que me partía el corazón en miles de pedazos. Deseé morir, sentí que todo era injusto. Pero entiendo que debo cerrar este ciclo contigo.
Conocí a una mujer que a pesar de mi condición física, ella me aceptó. La amo y quiero ser muy feliz con ella y con mi hija. Ella me ha dado todo lo que he buscado, paz, amor, lealtad y aceptación. Ella me motiva a querer ser como antes, me ha dado un sueño, una familia.
Perdóname si mis sentimientos y pensamientos no te han dejado en paz. Es hora de terminar ese noviazgo de adolescente, es hora de de ir adiós a esta relación. Mi Adrián de hoy, de 23 años te dice adiós.
Terminé de vaciar mis sentimientos por ella. Ya no la amo. Ya no queda nada para ella. Al terminar la carta tenía lágrimas en mi cara. No era amor, era dolor guardado.
Me levanté y abrí la puerta. La psicóloga entró.
— ¿Cómo te sientes Adrián?
— Bien, creo que vacié muchas cosas.
— Ahora vamos a quemar esa carta.
Tomé la carta en mis manos. Ella me dio un encendedor. Le prendí fuego a la carta. El fuego iba comiendo cada letra escrita. Mientras la carta se consumía, mi corazón se iba sintiendo más liviano.
— ¿Qué te gustaría hacer en este momento?
— Caminar.
—¿Por qué quieres caminar?
— Quiero llevar al altar a Yara, Pero quiero caminar ese camino con ella. Uno a la par del otro. No quiero que ella me lleve en una silla de ruedas.
— Entonces que nada impida seguir ese sueño. ¿Crees que lo estás logrando?
— Si.
— Durante este tiempo han estado aquí, ustedes son la pareja favorita de todas las enfermeras, doctoras y hasta del director de la clínica. Entonces cuando camines, tal vez consideres invitar a esta fan de ustedes— la psicóloga sonrió.
La sesión terminó. La enfermera asignada me acompañó hasta la villa.
Yara estaba en el cuarto chineando a la bebé. Me acerqué a ellas y las abracé.
— Te amo, las amo.
Esa tarde tuve con ella la plática pendiente de mi pasado con Mía. Ya no había más secretos con ella. Si Mía despertaba o no, ya no me importaba. Mi presente y mi futuro son Yara y mi hija.
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