La vida de Kitten siempre estuvo llena de dolor y humillaciones, condenada a vivir como una esclava en la casa del alfa. Ella era presa de las burlas de los cuatrillizos, hijos del alfa. Su único consuelo era que pronto tendría a su loba y con ello quizás encontraría a su mate.
Pero el destino se ensaña con ella cuando descubre que no solo tiene un mate, tiene cuatro y son aquellos que han hecho de su vida un infierno. Ante esto, Kitten teme aceptarlos por todo el dolor que le han hecho pasar, mientras que ellos buscan redimirse y ganarse su afecto, aunque sus personalidades arrogantes hacen difícil esta tarea.
¿Podrán los cuatro conseguir el perdón de Kitten y borrar todo el sufrimiento por el que la hicieron pasar?
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8. Preocupación
De pronto volvió al lado de las chicas y se inclinó haciendo una reverencia.
— Mi diosa aquí tu leal súbdito, presenta sus servicios — terminó diciendo de forma dramática.
No pude evitar que una carcajada saliera de mis labios, la cual terminó por contagiar a todos los presentes.
Andrew era un chico de aproximadamente un metro ochenta y cinco de altura, que irradiaba una confianza innata y un atractivo juvenil. Su cabello, castaño oscuro y desordenado, caía suavemente sobre su frente, mientras que sus rasgos eran marcados y bien definidos. Tenía una mandíbula fuerte y pómulos altos, y sus ojos verdes intensos brillaban con chispa y profundidad, reflejando tanto su personalidad juguetona como su lado misterioso.
Vestía una camiseta ajustada que acentuaba su físico tonificado y jeans oscuros que resaltaban sus largas piernas. Andrew se movía con la fluidez de un depredador, su energía vibrante y carismática era fácilmente contagiosa. Cada sonrisa suya mostraba una hendidura encantadora en su mejilla, lo que hacía que su presencia fuera irresistible y que todos se sintieran atraídos por su magnetismo natural.
El tiempo pasó volando entre charlas, risas y bromas. Cuando mire la hora casi eran las ocho. ¡Estaba muerta!, en principio había planeado salir solo una hora. No tenía idea de que una salida con amigos podría llevar tanto tiempo.
Luna Ivy iba a castigarme severamente por haber estado fuera tanto tiempo. Le rogué a la diosa que haya estado tan ocupada con la planificación de la fiesta que se haya olvidado de mí.
Íbamos de regreso a la casa del Alfa, Lara iba al volante con Andrew como acompañante, a mí lado, en la parte trasera estaba sentada Emma.
Mi nerviosismo, nos había puesto un ambiente tenso, contrastando claramente con la algarabía de la tarde que vivimos. Sabía que querían preguntar qué sucedía, pero ninguno de los tres se animó a dar el paso; realmente se los agradecía. No estaba en condiciones de contarles todo ahora.
Al llegar, les pedí que me dejaran un poco antes de llegar al frente de la casa. Sabía que no me esperaba nada bueno, quería evitarles el mal momento. Sin hacer preguntas hicieron lo que les pedí, al parar el vehículo, los tres pares de ojos se posaron fijamente en mí, con caras conflictivas, sin saber cómo despedirse si debían preguntar o no. Decidí hablar primero.
— ¡Nos vemos mañana! — Dije tratando de sonar lo más despreocupada posible. No funcionó.
— Cariño, no sé qué está pasando y es evidente que no estás lista para contarnos, queremos que sepas que sea lo que sea puedes contar con nosotros — Dijo Lara con voz calmada, pero llena de preocupación.
— No estás sola — continuó diciendo Emma — Se que parece muy apresurado, pero es como si te conociéramos de toda la vida. La química entre nosotras fue instantánea, como hermanas separadas al nacer — dijo tratando de darme una cálida sonrisa, que no logró esbozar
— Y recuerda que siempre puedes contar con nosotros para un helado de emergencia — terminó por decir Andrew para sacarme una sonrisa, agradecí su gesto.
Mis ojos instantáneamente se pusieron rojos, las lágrimas amenazaban con caer. La sensación de no estar sola es increíble, contar con alguien que te ofrece su apoyo incondicional. Definitivamente, son el mejor regalo de cumpleaños que pude recibir.
Emma me apretujo entre sus brazos, dándome un abrazo tan cálido y confortable. No pude evitar que se me escaparan un par de lágrimas.
— Son el mejor regalo que pudo darme la diosa — logré decir con la voz entrecortada.
Después de unos minutos donde logré controlar mis emociones, bajamos del auto, cada uno me dio un abrazo de forma individual como muestra de apoyo, empecé a alejarme de ellos; justo cuando había caminado un par de pasos corrieron abalanzándose contra mi para darme un último abrazo grupal.
Estaba lista para soportar lo que venga.
En la sala central de la casa me esperaba, Luna Ivy, con su figura imponente y mirada glacial, estaba sentada en el sillón de cuero más grande, su presencia dominaba la habitación. La tensión era palpable en el aire, cargada de una anticipación sombría.
Sabía que mi salida y llegada tardía no pasaría desapercibida.
Luna Ivy me observaba con ojos fríos y calculadores, recorriendo mi figura de arriba abajo, el desdén era palpable en su expresión. Se levantó lentamente, su figura esbelta, pero poderosa avanzaba con una gracia amenazante. Sin palabras de bienvenida, su silencio era una sentencia en sí mismo.
Sintiendo el peso de la mirada de la Luna, baje la cabeza, esperando lo peor. Luna Ivy se acercó lentamente, con su voz afilada como un cuchillo rompió el silencio.
— Así que decidiste que las reglas no aplican para ti hoy, Kattie. Te fuiste sin avisar y llegas cuando te place. Esto no quedará impune.
Con un gesto frío y calculado, levantó la mano y señaló la puerta trasera que daba al patio oscuro.
— Esta noche obtendrás tu primera transformación, ¿Verdad?. Lo pasarás afuera en el frío, sin ninguna ayuda, no se te permite volver hasta mañana, para servir en la fiesta. Te quiero a primera hora lista con el servicio, a ver si así aprendes cuál es tu lugar.
Mi corazón se hundió. Las noches en la manada eran gélidas, especialmente sin la protección del calor de la casa, a eso se le sumaba mi primera transformación la cual es increíblemente dolorosa y según escuche después de eso el cuerpo queda un poco débil hasta que se adapte a los cambios. Sabía que este castigo era más que una lección; era una muestra del poder absoluto que tenía sobre mí.
La crueldad de Luna Ivy no tenía límites, y esta noche, lo sentiría con cada aliento helado que tomara.
Empecé a caminar hacia la puerta señalada cuando escuche que alguien me hablaba.
— Kattie, tengo hambre, prepárame un emparedado, Ian lo quiere con chocolate — Bajo casi gritando Axel.
Me detuve en seco, y miré a Luna Ivy para saber qué hacer, ya estaba demasiado enojada como para empeorar las cosas.
Haz lo que te pide tu Alfa dijo con fastidio en la voz, le lanzó una mirada a Axel y se fue.
Cuando Axel me vio se quedó estático analizando cada parte de mí.
Comenzó a caminar lenta y pausadamente hacia mí. De pronto su expresión se transformó y me empujó contra la pared, sosteniéndome de los hombros, tan fuerte que me estaba lastimando. Nunca lo había visto tan enojado. Mi cuerpo temblaba y mis lágrimas caían mientras el terror se apoderaba de mi.