Emma es una mujer que ha sufrido el infierno en carne viva gran parte de su vida a manos de una organización que explotaba niños, pero un día fue rescatada por un héroe. Este héroe no es como lo demás, es el líder de los Yakuza, un hombre terriblemente peligroso, pero que sin embargo, a Emma no le importa, lo ama y hará lo que sea por él, incluso si eso implica ir al infierno otra vez.
Renji es un hombre que no acepta un no como respuesta y no le tiembla la mano para impartir su castigo a los demás. Es un asesino frío y letal, que no se deja endulzar por nadie, mucho menos por una mujer.
Lo que no sabe es que todos caen ante el tipo correcto de dulce.
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Terror
Emma
Corro hacia mi pequeño y lo levanto en mis brazos. Pensé que no volvería a verlo, pensé que Renji me lo había arrebatado, y que nunca volvería a ver su precioso rostro.
Mi corazón comienza a volver a latir cuando puedo oler a mi bebé de nuevo.
Gracias, Dios mío.
–Mami, ¿qué pasa? –pregunta Dylan asustado.
Niego con mi cabeza y beso su mejilla mientras lucho por componerme. Lo último que quiero hacer es asustar a mi bebé.
–¿Por qué mierda no llevaste un celular? –le pregunta Conor furioso a Renji.
Dylan abre sus ojos tan bonitos, dos veces su tamaño, cuando escucha a su tío.
–Mi tío dijo una grosería –me cuchichea y yo me rio, botando algo de la tensión y el terror que sigo sintiendo, a pesar de tenerlo en mis brazos.
Escucho a Conor y a Renji discutir, pero no puedo escuchar lo que dicen, lo único que puedo hacer es besar la mejilla de mi hijo y acariciar su nariz con la mía.
–Te extrañé –susurro y es un eufemismo. Casi perdí la cabeza, pero mi hijo no necesita saber eso.
–Mami comí papitas. Mi papi me llevó a muchos lados. Mira todo lo que me compró –dice feliz y se mueve para que lo baje.
Mientras Dylan abre las bolsas miro furiosa a Renji. No tenía ningún derecho a decirle a mi hijo la verdad. Ninguno. Trato de que me mire para exigirle unos minutos a solas, pero sus ojos están fijos en Dylan y una sonrisa aparece en su rostro. Una sonrisa tímida que es la misma que tiene mi hijo.
Dylan me muestra dos pares de zapatos y dos pares de zapatillas de marcas exclusivas.
–Mira, mami, son muy lindos –dice y yo asiento, sin decir una palabra–. Papi –llama a Renji–. Abre las otras bolsas, tenemos que mostrarle a mami todo lo que compramos.
Renji se arrodilla junto a nosotros y comienza a abrir las distintas bolsas, revelando ropa y legos.
–Tío, mira, legos –le dice a Conor.
–Lo estoy viendo, campeón. ¿Te gustaría ir a tomar un helado? –le pregunta a mi hijo–. Creo que tus papis necesitan conversar.
–¿Helado? –pregunta mi hijo extrañado–. ¿Puedo, mami? Ya sé que ya comí papitas en el día equivocado, pero ¿puedo?
Tomo su rostro entre mis manos y beso su mejilla antes de asentir.
–Ve con tu tío, cielo.
Dylan toma la mano que Conor le ofrece y ambos se apresuran a salir.
Me quedo arrodillada en el suelo, tratando de recuperarme de todas las emociones que he vivido este día, pero es muy difícil.
–Sé que me debes estar odiando ahora mismo –dice y yo rio sin humor–. Bueno, quizá odiar no es la palabra correcta –agrega–. Probablemente quisieras desaparecerme de tu vida y de la de Dylan, pero necesito que entiendas que es mi hijo también.
Levanto mi mirada y arruga el ceño cuando me ve, como si pudiera ver los demonios bailando en mis ojos.
–Pensé que te habías llevado a Dylan –digo furiosa–. Y luego pensé que lo habías dejado solo en la oficina y que alguien lo había tomado para llevarlo al mismo yate en el que estuve atrapada toda mi vida. Pensé que mi bebé sufriría el mismo infierno que viví cada puto día. –Cierro los ojos y golpeo el piso con mi puño–. Pensé que no volvería a verlo –susurro y rompo a llorar.
–Emma, lo siento, no pensé…
–Claro que no pensaste. Te llevaste a mi hijo sin preguntarme, sin dejar una puta nota.
–Lo siento, no pensé.
–Eso está claro –siseo y me levanto del suelo sujetando mi pecho, tratando de disminuir el dolor que siento–. ¿Tanto me odias? –pregunto y me giro para enfrentarlo–. ¿Querías que enloqueciera para que así sea más fácil quitarme a Dylan?
–No te odio, Emma –dice acercándose con cuidado, como si temiera que le hiciera daño o me lo hiciera a mi misma–. El tiempo voló con Dylan, y lo pasé tan bien que olvidé la hora y olvidé llamarte. No volverá a pasar.
–Claro que no volverá a pasar –espeto.
Se detiene y levanta una ceja. –¿Qué quiere decir eso? –pregunta furioso–. No voy a dejar que me alejes de mi hijo. No quiero dañar a Dylan, Emma, y por eso quiero que lleguemos a un acuerdo, pero si te rehúsas tendré que tomar otras medidas.
–Como quitarme a mi hijo, ¿no? Imagino que para ti es fácil aparecer un día, llenarlo de regalos, y pretender ser el padre del año –suelto mordazmente–. No estás ni cerca, Renji. No lo conoces, no sabes nada de él.
–Pero quiero hacerlo –gruñe–. Quiero ser un buen padre para él. Quiero que me des la oportunidad de acercarme a él.
–Esto no es un juego, Renji, no es algo que puedas intentar y ver si te acomoda el título de padre. Es algo para toda la vida.
Puedo ver el momento exacto en el que su temperamento explota.
Me toma bruscamente de los brazos y me sacude.
–¿Crees que no lo sé? ¿Crees que no sé lo que le hace a una persona crecer con padres de mierda? –sisea sin dejar de sacudirme–. Lo sé muy bien, Emma y ten por seguro que no quiero eso para mi hijo.
–No confío en ti con Dylan –digo y me suelta de inmediato–. Tienes muy mal carácter y eres violento. Eres el líder de los Yakuza, matas por deporte, y ten por seguro que no quiero esa vida para mi hijo.
–Es su derecho de sangre, Emma. Dylan es mi sucesor, mi heredero.
–No. Lo nuestro fue un accidente. Un error de borrachera, y un error de juicio por mi parte, pero eso no significa que mi hijo tenga que pagar por nuestros errores. Podría haber sido hijo de cualquiera.
–Pero no lo es, es mi hijo, y vas a tener que entender eso por las buenas o por las malas –suelta.
–Puedes tener más hijos –le ruego–. No quiero que mi bebé tenga tu vida. Una vida solitaria y llena de violencia. ¿Por qué no puedes verlo?
Vuelve a sujetarme de mi brazo. –No tendré más hijos –gruñe–. Y vas a tener que meter en tu cabeza que Dylan es mi hijo y que tengo derechos de padre, los cuales exigiré –agrega y me suelta. Camina a su escritorio y vuelve con una carpeta–. Esta es la demanda que redactaron mis abogados. Piensa bien lo que quieres hacer, Emma, porque lo que decidas afectará a nuestro hijo.
Recibo la carpeta, temblorosa, y lucho contra las ganas de lanzársela a la cabeza cuando va saliendo.
Me siento y comienzo a leer la demanda. Mi corazón se aprieta cuando leo cada línea.
Renji quiere quitarme a mi hijo y tiene todo el poder para hacerlo.
Maldita sea, debería haber renunciado el primer día que Renji entró por esa puerta, pero no lo hice y ahora mi hijo tendrá que pagar las consecuencias.