Rocío se encuentra en un matrimonio que no la satisface. Se casó con su esposo solo porque consideró que era lo correcto tras quedar embarazada, dejando en pausa todos sus sueños.
Un accidente de tránsito traerá luz en su camino lleno de oscuridad. Y la pondrá frente a situaciones que nunca imaginó que viviría como madre y como divorciada.
¿Puede el amor regresar a la vida de una mujer que perdió la fe? ¿Podrá aceptar que existen las segundas oportunidades?
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XVIII - Una mirada distinta
Capítulo dieciocho
Luca acompañó a Rocío a su casa, preocupado por su bienestar. La llevó del brazo hasta meterla en su coche, ella hizo un chiste por la comodidad que había dentro y este solo sonrió. Finalmente, al llegar a la puerta y, con cuidado, la ayudó a entrar, después de abrir él mismo tras buscar en el bolso de la mujer.
—¿Estás segura de que estarás bien? ¿Necesitas que llame a alguien para que te ayude? —preguntó Luca, notando la necesidad de Rocío de reposar después de un día tan agitado.
—No te preocupes, estaré bien. Gracias por todo, hoy fue un gran día —respondió Rocío con una sonrisa, lo que sorprendió al joven empresario. Nunca había conocido a alguien tan optimista.
—Está bien, pero si necesitas algo, no dudes en llamarme. Aquí tienes mi número directo —le dijo Luca, entregándole una tarjeta con sus datos. Tenía relieve por lo que era fácil saber qué números había en ella. Sorpresivamente, no decía su nombre.
Rocío asintió y agradeció una vez más antes de que este se marchara. Una vez dentro de su casa, Rocío se quitó la venda de los ojos y se sentó en el sofá, reflexionando sobre todo lo que había sucedido. Llamó a Victoria para saber cómo estaban en casa de su papá y esta le dijo que había escuchado a sus abuelos discutir con su padre.
—¿Cómo están tú y tu hermana? ¿Quieren que las vaya a buscar? —preguntó Rocío preocupada. Odiaba que sus hijas presenciaran discusiones.
—Tranquila, solo se quejaban con papá por algo del trabajo. ¿Es verdad que te vas a divorciar de papá porque te engañó con una mujer? —preguntó la niña y Rocío se tensó.
—¿Dónde escuchaste eso? —preguntó ella.
—No importa lo que hagas mientras eso te ayude a ser feliz —dijo la niña y su hermana la llamó para ir a ver una película—. Tranquila, no le diré a Andrea porque sé que le dolerá mucho saberlo. Adiós mami.
Su hija le había dicho que quería que fuera feliz. Eso alegró a Rocío, quien cargaba con mucha culpa tras darse cuenta de que no podía perdonar a su esposo por esa infidelidad. En parte, se preguntaba porque había hecho el ojo gordo por tanto tiempo. Ella sabía que su esposo actuaba raro, notaba los desplantes que le hacía y había preferido concentrarse en sus hijas y en la empresa que creía era familiar, ya que sus padres habían invertido un gran caudal cuando ellos se casaron.
Por su parte, Luca se encontraba conduciendo de regreso a su hogar. La experiencia con Rocío lo había dejado sorprendido. No podía sacar de su cabeza la revelación sobre su separación reciente.
¿Cómo una mujer tan talentosa y decidida como ella había terminado en esa situación?
Aunque lo más importante para él en ese momento era poder usar las habilidades de Rocío en la empresa. Ella no solo era capaz, sino que también resultaba ser tenaz. Hablaría con su supervisor y cuando regresara de la baja le daría un mejor puesto y una cuenta importante. No dejaría que una joya como ella se le escapara de las manos. Si otras empresas notaban su talento, era probable que quisieran robársela.
Esa noche, ya que Rocío se encontraba sola en su casa. Aprovechó para descansar un poco y reflexionar sobre su vida. La semana siguiente se cumplía el límite de tiempo por parte de su ex para firmar los papeles de divorcio, lo que la tenía estresada. Además, Marta no la había llamado en varios días. Aunque no quería molestarla, ya que demasiado había hecho por ella todo ese tiempo, por lo que no le contó lo ocurrido en su trabajo.
Buscaría la manera de que sus hijas se quedaran con su padre o en casa de sus abuelos esos días. Estaba segura de que Marta le daría una mano con eso si se lo pedía, pero era hora de que su esposo y los abuelos hicieran algo además de molestarla, así que en parte estaba tranquila.
Aunque un hambre repentina la llevó a decidir prepararse algo de cenar. Mientras buscaba ingredientes en la cocina, se dio cuenta de que no podría sola. Recordó que Luca le había ofrecido ayuda, pero hacía poco que se había ido. ¿Estaba bien si lo molestaba?
Por otro lado, había llegado a su hogar. No podía dejar de pensar en su empleada. ¿Cómo haría para comer? ¿Y si se caía en la casa? Sentía que no debió dejarla sin estar seguro de que alguien pasaría la noche con ella.
Unos minutos más tarde, el teléfono de Rocío sonó. Era Luca, quien quería asegurarse de que estuviera bien.
—Hola, Rocío. ¿Cómo estás? —preguntó Luca al teléfono.
—Estoy bien. Gracias por preocuparte —dijo ella mientras buscaba los condimentos, dándose cuenta de que por más que los oliera le costaría saber la cantidad que pondría en la ensalada desastrosa que había tratado de hacer.
—¿Cenaste? —preguntó él.
—Sobre eso… No me está yendo muy bien. Creo que hice una ensalada con tomates y algo verde. Pero no sé si es acelga, albaca u otra cosa —indicó ella y él rio de solo pensarlo.
—Escucha, ¿te importaría si voy a confirmar que no te estás envenenando sola? —preguntó él más ansioso de lo que esperaba.
¿Por qué le importaba tanto su respuesta?
—Me gustaría cocinar algo, pero estoy un poco desorientada con los ingredientes que tengo aquí. Pero si quieres venir, eres bienvenido —le aseguró Rocío con cierta timidez.
—¡Claro! Estoy cerca —mintió él colocándose la ropa que acababa de sacarse—. ¿No te molesta que pase a ayudarte?
—Nada me haría más feliz —aseguró ella al probar su ensalada y sentir que estaba dulce.
Poco después, Luca llegó a la casa de Rocío. La encontró en la cocina, un poco incómoda por haber pedido ayuda, no obstante, se encontraba tirando unos tomates a la basura.
—Lo siento, no quería molestarte —se disculpó Rocío.
—No te preocupes, estoy encantado de ayudarte. ¿Qué les pasó a esos tomates? —preguntó Luca, con una sonrisa reconfortante.
—Me parece que confundí el vinagre con el edulcorante —confesó ella y no pudo evitar reír.
Autora: Osaku
El mundo de Osaku siempre es un pañuelo!! Y todo, tarde o temprano termina saliendo a la luz 😱😱😱
Igual estoy tratando de hilar las situaciones y no sé cómo se dió el famoso encuentro.