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El Reino De Los Engaños

El Reino De Los Engaños

Status: En proceso
Genre:Amor en la guerra / Secretos de la alta sociedad / Pretendiendo ser otra persona / Romance
Popularitas:710
Nilai: 5
nombre de autor: Gianna Viteri (gilover28)

El Rey Arturo y su hermana de sangre, Neferet, compartieron un amor prohibido que dio origen a dos gemelas. Para ocultar su romance ilícito y evitar el castigo de sus padres, idearon un plan desesperado: Neferet se llevó a una de las niñas, mientras Arturo confió la otra a una madre adoptiva, una princesa de un reino lejano. Dieciocho años después, las gemelas han crecido en mundos separados, ignorando la existencia de la otra. Pero cuando el destino las cruza, una cadena de secretos, mentiras y traiciones sale a la luz. En El Reino de los Engaños, nada es lo que parece...

NovelToon tiene autorización de Gianna Viteri (gilover28) para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 16

Sade

A la una de la madrugada, con exactitud, todos estaban demasiado borrachos así que me acerqué a James, que estaba a unos pocos metros de dónde yo me encontraba, para poderle susurrar:

—Prepara los caballos que bajaré a la primera planta con Eros dentro de unos minutos, por favor ya vete James.

—Mira con atención todo corazón, que no se te escape ni el más mínimo detalle —Me dijo y estuvo a punto de desaparecer de mi vista— Un solo error, y nuestro plan se viene abajo ¿Ya sabes sabes eso, cierto?

—Soy meticulosa, no se me escapará nada —Me dije a mí misma hasta el asiento de Eros— Ya es hora.

—¡Milos, ven acá ! —Hizo que se acercara— ¿Esás disfrutando de esta prometedora noche? —Cuando Eros mencionaba eso, ambos se podrían alerta.

—Es esta una noche excelente Eros, sin duda lo es.

Eros asintió y se puso de pie dándoles una agradable sonrisa, acción que repetí.

Pensé que me habías vuelta loca al tener la idea de escaparme para conocer un poco más sobre la verdad, y sobre mi mísma en realidad. Yo empezaba a cambiar de repente, ya no tenía el mismo comportamiento sumiso que mantuvo siempre. Parece ser algo bueno, sin embargo también es muy peligroso al ser una princesa que debe seguir ciertas reglas. Eros y yo llegamos hasta el jardín y montanos los caballos que James estuvo preparando. Solté una risa nerviosa al saber que compartía el mismo caballo con el apuesto príncipe, me aseguré que mi larga capa cubriera mi rostro y no me permitiera ser reconocida por nadie.

—Es la casa que se ve por allá —Señalé aunque no me gustara hacer tal acto— Avancemos pronto.

Bajé del caballo con la ayuda de Eros, reí con nerviosismo al sentir su tacto. Me acerqué hasta la puerta de madera con el objetivo de tocarla y que me concedieran el permiso de pasar. Seis o siete segundos luego de eso, Neferet abrió la puerta de su morada con una reluciente sonrisa:

—Querida Sade, no se me ocurrió en ningún momento que vendrías a verme tan de repente —Me brindó un cálido abrazo— Cuéntame que es lo que te trae hasta aquí.

—Plantaste tantas dudas en mi pobre cabeza que ahora no tengo idea de cómo debería continuar viviendo si ellas no son resueltas. Neferet, sea buena conmigo y otórgueme el privilegio de conocer con certeza todo lo que tenga que ver con mi propia existencia.

—Hablas con tantas formalidades que has hecho que mi cabeza se vuelva un remolino de palabras —Soltó una gran carcajada— He sido descortés, disculpa. Los invito a pasar a ti y a tus amigos.

—Él es el príncipe Eros y él es el príncipe James, mi futuro esposo —No conozco la razón, no obstante me obligué a mí misma a presentarlo como la persona en la que se iba a convertir en un abrir y cerrar de ojos.

—Qué gusto conocerlos a los dos. Pasen a mi humilde morada y conversemos con la tranquilidad que nos merecemos.

Entramos a la vivienda de mi nueva amiga. Nos invitó a tomar un poco de café, una bebida muy exquisita que apenas apareció hace unos años y que fue muy difícil de traer a nuestro pueblo.

—Bueno, Neferet siendo sincera le encuentro un parecido grande a una de las pinturas que se usan como decoración en el castillo. La pintura es de la hermana de mi padre, quién murió ahogada en un río según tengo entendido pues así me lo contaron.

—¿Sientes que ella y yo nos parecemos en algo? ¿Qué te hace pensar eso?

—Sus ojos lucen exactamente iguales, su caballera es igual. Su sonrisa es tan igual de brillante como de cálida. Hay varios puntos que me hacen pensar en que son la misma persona o que tienen algún parentesco.

—Esto es difícil de confesar, lo admito Sade —Apretó los ojos ligeramente— Somos la misma persona, es esa la verdad.

—¿Es la hermana del rey Arturo? Eso la convertiría en mi tía —Sonreí. Al fín conocía a una persona agradable que compartiera la misma sangre conmigo, además de mi pequeño hermano.

—Eso es, has entendido bien preciosa niña. Si eso es lo único que te interesa...

—¡Qué va, por supuesto que eso no es lo único que me interesa! —Negué.

—Está bien, sigue con las preguntas —Asintió.

—Se supone que usted estaba muerta o así lo creen todos en el reino ¿Acaso hubo una razón tan fuerte como para que usted fingiera su propia muerte o alguien la obligó?

—Sade cariño, tu padre es quién tiene la llave para conocer la respuesta. Si él no lo dice, yo no lo haré a pesar que tenga el mismo derecho que él.

Eros y James nos observaban en completo silencio. Qué gesto para más respetuoso de su parte.

—Mi padre no es tan bueno como todos creen. Antes lo veía como alguien ejemplar o cosas referentes...Lo amo con mi vida entera, pero no sé que tipo de persona es cuando parece capaz de amenazar de muerte a su propio hijo.

— ¿Ha amenazado a tu hermano de muerte? ¡Dios! ¿Cómo se le ha podido ocurrir hacer eso?

—Al rey Arturo no le gusta que las cosas se hagan de otra manera, o no estar enterado de lo que sucede en la vida de todos.

—Una gran falta de mi hermano es esa.

—También he visto a una mujer que es cómo yo —Suspiré recordando el extraño momento — Somos una gota de agua ¿Sabe algo acerca de esto?

Neferet tosió fuertemente al escucharme.

—Yo no sé nada de eso, vamos al piso de arriba ¿Les parece? Puede que mi hija llegue y no sería bueno que los encuentre.

—Claro —Sonreí y juntos llegamos al piso de arriba. En el pasillo había una ventana amplia por la que entraba una suave brisa.

—Al final, me gustaría que me propiciaras algo de información, por favor —Rogué— Tía, dígame quien es la muchacha.

—No me compete —Respondió con firmeza— Pregúntale a tu madre o a tu padre, alguna te sabrá decir algo.

La miré entrecerrando los ojos con un poco de molestia. Cuando parece que he encontrado a una mujer que no me miente, no quiere decirme algo que me es crucial para saber que sucede a mi al rededor. Maldita sea, las mentiras acabará matándome a fin de cuentas.

—¡Mamá, ya he vuelto! ¿Dónde estás? —Se escuchó la voz de una mujer joven y el rostro de Neferet exhibía la preocupación que en ella existía— ¿Mamá? ¿En dónde estás? Volví antes porque me sentí un poco cansada y Rania me recomendó venir.

—¿Usted tiene una hija? —Cuestioné.

—Es así, necesito que se escondan. Ella no puede verlos aquí, en especial a ti Sade.

—Nos iremos por esa ventana —La señalé— Ustedes vayan primero y yo lo haré de última.

—¿Alguna vez has saltado de una ventana, mi querida Sade? —James enarcó una ceja sin poder creer en mis palabras.

—La respuesta ya la conoces, corazón —Reí— Ustedes sólo hagan lo que les digo antes que sea demasiado tarde, no es muy alto así que saltaré sin miedo ni problema.

Ellos asintieron a mi pedido. Bajaron por la ventana, y cuando estaba a punto de yo también hacerlo dije:

—Muchas gracias por todas esas cosas que usted ha sido tan amable de contármelas y explicarme cómo sucedieron varias cosas, tía ¿Le puedo llamar de tal forma? Ojalá no le moleste.

—No me molesta que me llames tía, cariño. Huye antes que mi hija te vea y cree miles de dudas en su cabeza que yo no voy a poder explicar—Me sonrió de manera triste y me despedí con la mano. Solté un pesado suspiro y fue descendiendo con cuidado hasta llegar a tocar el suelo. Al lograrlo, alguien jaló de mí con fuerza haciendo que me diera un buen golpe.

Abrí los ojos y el alma se me salió del cuerpo al ver a mi odiado padre frente a mí. Eros y James eran apresados por guardias del palacio y quise gritar pero mi padre fue mucho más rápido que yo y se encargó de subirme al caballo. Pasaron minutos en silencio y poco antes de estar cerca al castillo, expresó:

—Siento enojo, muchísimo más del que he sentido en mi vida. Me haces perder la poca paciencia que me queda. Imaginé que hoy sería un día lleno de festejos y alegrías, no que lo arruinarías con ayuda de los hijos de las personas que tanto aprecio.

—¿Cómo llegaste a mí, padre?

—Cállate inmediatamente, maldición. Ya hablaremos de las consecuencias que has conseguido gracias a tus actos. Eres una desgraciada, Sade. No te crié ni para eso, ni para nada. Eres una maldita inútil.

Los ojos se me llenaron de lágrimas. Era mi padre, aunque se comportara tal mal y me fue imposible ignorar la dureza con la que me habló. A veces no imaginamos que las personas a las que más queremos no son capaces de decirnos cosas tan duras, ni mucho menos cumplir todos esas promesas que nos hicieron. Nuestros padres son el vivo ejemplo de ello.

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