Doce años pagué por un crimen que no cometí. Los verdaderos culpables: la familia más poderosa e influyente de todo el país.
Tras la muerte de mi madre, juré que no dejaría en pie ni un solo eslabón de esa cadena. Juré extinguir a la familia Montenegro.
Pero el destino me tenía reservada una traición aún más despiadada. Olviden a Mauricio Hernández. Ahora soy Alexander D'Angelo, y esta es mi historia.
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Plan B
La ira que llevaba guardada dentro quería salir y explotar como un volcán, amenazando con arrastrar todo a su alrededor. Sin embargo, recordé que la paciencia era la mayor de las virtudes y no podía dejar que mis emociones me dominaran. Ese control fue lo que me permitió sobrevivir tantos años encerrado en esa prisión.
—Señor D'Angelo. Bienvenido a mi humilde empresa. Por favor, tome asiento —. Elías Montenegro era un mago en el arte de envolver a las personas, y ese mismo don fue lo que me llevó a firmar documentos sin leer.
—Señor Montenegro, agradezco su amabilidad. Gracias por la invitación.
Uní mi mano con la de mi enemigo, haciendo que mis vísceras se retorcieran. Solo podía concentrarme en una sola cosa: borrar la estúpida sonrisa del rostro de ese miserable.
—Como usted sabe, nuestras empresas estarán compitiendo para ganar la licitación en las islas X. Me gustaría que en vez de competir en esa licitación, nuestras empresas se fusionaran y lanzáramos un proyecto mancomunado.
Incliné la cabeza, meditando la propuesta de Elías... Sabía que él iba a querer jugar de mi lado cuando supiera de mi posición, pero lo que no se imaginaba era que yo estaba esperando este momento y por lo mismo trabajé tres años en él.
—Es una idea interesante, señor Montenegro. Una propuesta audaz, considerando que mi empresa, D'Angelo, lleva tres años de ventaja en la expansión de mercado y capitalización. Honestamente, si siguiéramos compitiendo, las islas X serían nuestras en poco tiempo.
Elías se reclinó, con la sonrisa intacta, seguro de su propia influencia.
—Mi influencia aquí es irremplazable, D'Angelo. Juntos, no tendríamos rival.
—Eso es verdad. No puedo discutir su poder de convocatoria local. —Señalé, recostándome lentamente, cruzando las manos frente a mí mismo—. Mi padre, Francesco D'Angelo, me enseñó que la mejor forma de destruir a un enemigo es... trabajar con él.
Elías frunció ligeramente el ceño. La sonrisa se hizo tensa.
—Me alegra que sea un hombre de negocios, no de pasiones.
—Soy un hombre de negocios, señor Montenegro, y mi única pasión es ganar. Y si para ganar debo sentarme a su lado, lo haré. Consideremos esta fusión. Muéstreme la oferta. Y muéstremela con detalles, no con promesas vacías.
Cada palabra que salía de mi boca estaba llena de frialdad. Tenía que mantener mi fachada de hombre calculador y misterioso, un coloso de los negocios. Montenegro tenía que saber que no estaba tratando con una persona cualquiera y que a mí no me podía manipular como lo hizo hace años con el joven e inexperto Mauricio Hernández.
Salí de la oficina de mi enemigo, iba perdido en mis pensamientos cuando tropecé con una hermosa mujer. La sostuve por la cintura para evitar que cayera al piso. Sin embargo, las carpetas que llevaba en las manos cayeron al piso y los documentos en ellas se esparcieron por todos lados.
—Lo siento, señor, no lo vi venir —. Su melodiosa voz inundó mis sentidos.
—Debe tener más cuidado por dónde anda —. Marqué distancia al reconocer de quién se trataba. Era Sofía Montenegro, la hija del bastardo de Elías.
—Ya le pedí disculpas, no es necesario que sea grosero —. Su voz se volvió más fría después de mi reacción.
Elías apareció de la nada, atraído por el ruido que provocamos su hija y yo al chocar. En su rostro pude observar los celos de un padre al ver a su hija tan cerca de un hombre, y fue entonces que una idea aún más audaz apareció en mi cabeza.
—¿Qué sucedió aquí? —preguntó, mirándome a los ojos.
—No fue nada, papá, solo un accidente con el señor —dijo la hija de Elías, caminando a su encuentro.
Elías la esperó con los brazos abiertos y una sonrisa que iluminaba sus ojos. Ella era, sin lugar a dudas, el punto débil del magnate de los negocios.
Sin mirar atrás, salí de aquel edificio.
Mientras el auto se alejaba del edificio, cerré los ojos y dejé que el aire acondicionado dispersara el calor que me había provocado el encuentro. Elías había caído en la trampa. Las dos empresas se fusionarán concretando así la fase uno de mi plan, dándome acceso a sus finanzas y a sus secretos más guardados. Pero ese ya no era el único plan.
La imagen de Sofía Montenegro se instaló en mi cabeza. Su belleza, su voz, y la furia contenida en sus ojos... era una mujer muy hermosa. Pero lo más importante no era ella, sino la mirada de su padre. La manera en que Elías la había esperado con los brazos abiertos, la forma en que su sonrisa genuina había iluminado el rostro del magnate, esa sonrisa que jamás dedicó a nadie más. Ella era su santuario, su punto ciego, su talón de Aquiles.
Una idea audaz, brutal y perfectamente calculadora, llegó a mi mente. La primera parte de mi plan era financiera, lenta y letal. La segunda parte sería personal e íntima.
Si quería destruirlo por completo, no bastaba con quitarle el dinero. Tenía que quitarle todo lo que amaba. Y eso incluía a sus hijos.
—Mónica —llamé sin abrir los ojos, mi voz más dura que nunca.
—¿Señor D'Angelo?
—Quiero que canceles mi agenda de los próximos días. Necesito tiempo libre. Y quiero toda la información posible sobre Sofía Montenegro. Sus hábitos, su trabajo, dónde come, a qué hora respira. No dejes ni un solo detalle fuera.
—¿Sofía Montenegro? La hija de Elías... —Mónica dudó ligeramente, algo poco habitual en ella.
—Sí. La hija de Elías. Ella ya no es alguien sin importancia, ahora se había convertido en mi objetivo, quiero toda la información en una hora. Pues ahora es el ancla. Y si le quito el ancla, el barco de Montenegro se hundirá más rápido y sin posibilidad de rescate. Prepárate. El juego acaba de cambiar.
El chófer me llevo al apartamento que sería mi refugio durante los próximos meses, este era mi lugar seguro ubicado en el último piso de la torre más alta de la ciudad, aquí nadie podía tocarme y es el lugar perfecto para que mi víctima viva.