Quédatelo, Hermana… Llévate a Mi Esposo

En un giro inesperado, Liliana dirigió una mirada hacia Riana y vio el documento que su hermana menor sostenía en la mano. El texto en la parte superior era claramente legible: Acuerdo de Divorcio. Se quedó sin aliento. Su mirada se dirigió de inmediato a Septian.

Sabía muy bien cuánto amaba su cuñado a Riana, aunque ese amor ahora estuviera cubierto por el ego y la ira. Si Riana entregaba ese documento en ese momento, estaba segura de que Septian nunca lo aprobaría en su sano juicio.

Liliana apresuradamente empujó su silla hacia atrás y se puso de pie, intentando mediar.

"Tian, estás enojado. Déjame hablar con Riana, ¿sí?", dijo suavemente, tratando de calmar el ambiente que estaba a punto de explotar.

Pero Riana ya había llegado a su límite. Su voz temblaba, pero habló con un tono firme. "¿De qué quieres hablar, hermana? Todo está claro. Es mejor que lo resolvamos ahora mismo".

Liliana suspiró, eligiendo no responder a esa declaración. Rápidamente se acercó a Riana, tomó su mano y la jaló hacia la habitación.

Tan pronto como la puerta se cerró, el ambiente se volvió repentinamente silencioso. Solo se escuchaba el tic tac del reloj en la pared y la respiración pesada de Riana, conteniendo sus emociones.

"Riana, ¿estás segura de tu decisión?", preguntó Liliana en voz baja, su voz casi como un susurro.

Riana no respondió de inmediato. Caminó lentamente hacia la pequeña cama en la esquina de la habitación, donde su pequeña sobrina dormía plácidamente. Su mirada se suavizó, luego se arrodilló al borde de la cama y acarició el cabello de su sobrina con cariño.

"Antes... cuando era pequeña, tú eras mi mejor protectora", dijo en voz baja. "Sé que también sufriste después de que papá y mamá se fueron. Solo nos teníamos la una a la otra. Creía que, en ese momento, nos cuidaríamos mutuamente para siempre".

Liliana bajó la cabeza, sintiendo algo que le oprimía el pecho al escuchar la repentina confesión de su hermana, una sensación que de alguna manera se convirtió en culpa y llena de preguntas, ¿se había dado cuenta su hermana de todo su comportamiento?

Pero antes de que Liliana pudiera hablar, Riana continuó, su voz temblaba conteniendo las lágrimas.

"Pero me equivoqué, hermana. Ya no eres la hermana que conocía. ¡Has cambiado! Permites que otros me lastimen, incluso tú misma eres la culpable que juega con los momentos buenos".

Las lágrimas de Riana finalmente cayeron, goteando sobre la manta de la niña que dormía profundamente. "Todas las noches rezo para que te des cuenta... para que mi familia vuelva a ser como antes. Pero tal vez Dios quiere que deje de esperar. Tal vez esta es su forma de salvarme".

Liliana miró a su hermana con los ojos llorosos. Sus labios se abrieron, pero no pudo pronunciar ninguna palabra.

Riana se puso de pie, secándose las lágrimas con el dorso de la mano. "Hermana... me voy. No porque te odie, sino porque quiero que sigamos siendo hermanas. En este mundo, solo te tengo a ti, aunque te hayas convertido en un enemigo en secreto".

"Riana, yo..."

"No necesitas explicar nada. Ya lo sé todo", interrumpió Riana rápidamente, su voz temblaba pero era firme. Ya no quería seguir fingiendo.

Liliana resopló, su rostro se puso rígido. "¿Así que todo este tiempo solo estabas fingiendo no saber nada? ¿Ahora quieres hacerme quedar como una villana?"

Riana no respondió. Su mirada era vacía pero aguda.

Liliana sonrió con ironía. "Riana, no esperaba que guardaras todo esto. Si lo hubiera sabido, no me habría molestado en fingir encubrir todo".

Riana la miró fijamente, su respiración era lenta pero profunda. "¿Así que ahora lo admites? ¿Que te gusta mi esposo?"

Liliana no lo negó. En cambio, la miró con una sonrisa amarga. "No eres tonta, Riana. Todo este tiempo lo has visto, ¿verdad? Honestamente, tampoco quiero que seamos enemigas. Pero... si hemos podido vivir en armonía hasta ahora, ¿por qué no puedes compartir a tu esposo conmigo?"

Riana la miró con incredulidad, su cuerpo temblaba. "¿Compartir a mi esposo...? ¿Te escuchas a ti misma? ¿No te parece ridículo?"

Liliana respiró hondo, su voz cambió a un tono tranquilo pero frío. "Sabes que necesito a alguien que mantenga a Lira. Estoy cansada de vivir así, Riana. Además, ya te han repudiado y tú misma quieres divorciarte, ¿verdad? Entonces... ¿por qué no?"

Riana se quedó en silencio, sintiendo una opresión en el pecho. Miró a su hermana durante mucho tiempo, como si tratara de encontrar un poco de humanidad detrás de esas palabras, pero solo encontró frialdad y ambición.

"Hermana... no sé si sentirme triste o asqueada por lo que dices", dijo Riana en voz baja, su voz apenas era fluida. "Todo este tiempo he aguantado porque pensaba que todavía valorábamos esta hermandad. Pero resulta que tú fuiste la primera en apuñalarme".

Liliana bajó la cabeza, pero no por arrepentimiento, sino más bien porque no quería ver los ojos de su hermana llenos de dolor.

Riana apartó la mirada, volviendo a mirar a Lira, "Tranquila, hermana, todo lo que quieres se hará realidad pronto".

"¿Qué quieres decir?"

"Quédate con mi esposo, hermana. Como no soy la mujer que ama, no voy a luchar por algo que nunca será mío". Las lágrimas cayeron sin que Riana pudiera contenerlas más. Sus pasos la llevaron fuera de la habitación, dejando atrás todo lo que antes llamaba familia.

Liliana se quedó en silencio, solo pudo mirar la espalda de Riana que se alejaba lentamente hacia la puerta. Había algo que quería detener, pero su ego era más fuerte que su corazón. Riana se fue dejando un millón de preguntas en la mente de Liliana.

"¿A quién ama Septian?"