La Sombra de Ashfall narra la épica historia de Cecil, quien tras una trágica primera vida, regresa en el tiempo por el oscuro Lord Umbra.
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Capítulo 17
El ambiente en la habitación cambió, volviéndose más íntimo, como si Lysander ya no estuviera presente. Alexander extendió una mano temblorosa hacia Cecil, y ella la tomó con delicadeza.
- Alexander: Mi querida Cecil... ha sido un verdadero consuelo verte hoy. Saber que eres feliz, que has encontrado el amor y la paz que mereces. Mi corazón de padre, aunque enfermo, puede descansar un poco.
- Cecil: Tío Alexander... no diga eso. Usted se recuperará.
- Alexander: No, pequeña - negó con la cabeza, una sonrisa melancólica en sus labios -. Lo sé y está bien. Solo quería asegurarme de que mi niña estaría bien, que no sufriría más por las decisiones de un tonto. Tu felicidad es mi último deseo. Sé que eres fuerte, que harás grandes cosas. Prométeme que cuidarás de ti misma, y que serás muy feliz con Gareth. Él es un buen hombre, un hombre digno de tu amor.
Las palabras de Alexander, dichas con tanta finalidad, resonaron en el alma de Cecil. Sabía que esta era una despedida, la última vez que lo vería con vida. En su primera vida, él había fallecido, por estas fechas, Cecil se sentía culpable, como pudo olvidarlo, debió venir a verlo, estar a su lado.
Las lágrimas de Cecil rodaban libremente por sus mejillas mientras se inclinaba, abrazando a Alexander con ternura, sintiendo la fragilidad de su cuerpo.
- Cecil: ¡Lo prometo, Tío Alexander! Seré feliz, cuidaré de mí. Y... y gracias, gracias por todo. Por siempre creer en mí.
Alexander la abrazó con la poca fuerza que le quedaba, un suspiro de paz escapando de sus labios.
- Mi pequeña... Adiós.
Cecil se aferró a él por un instante más, intentando memorizar el calor de su abrazo, el aroma tenue que lo rodeaba. Sabía que, al soltarlo, se despedía de él para siempre. Con el corazón roto, se separó lentamente, sus ojos nublados por las lágrimas, pero su resolución, más fuerte que nunca, de honrar la fe que él había depositado en ella y de proteger el futuro que le había deseado. Lysander observaba la escena, una extraña mezcla de celos y tristeza en su rostro, sin comprender la verdadera profundidad de la despedida que acababa de presenciar.
Cuando Cecil salió de la habitación del rey Alexander, acompañada por un silencioso y pensativo Lysander, el ambiente seguía cargado. Lysander, rompiendo el silencio, se esforzó por sonar conciliador.
- Cecil, puedes venir a ver a mi padre cuando desees. No importa cuál sea nuestra relación o nuestros problemas, sé que él te aprecia mucho - Cecil agradeció el gesto con una inclinación de cabeza.
- Agradezco su amabilidad, Majestad, pero debo retirarme - Lysander no quería dejarla ir.
- Te acompañaré a la entrada - ofreció, su voz teñida de una súplica apenas disimulada.
- No debe ocuparse de mí, Majestad - respondió Cecil con una sonrisa forzada -. Conozco bien el palacio, puedo irme por mi cuenta.
- Lo sé - Lysander replicó, su mirada fija en ella -, sé que conoces bien el palacio. Porque este debería ser tu palacio.
La tensión se intensific, Lysander no pudo contener más la pregunta que lo carcomía desde el baile.
- ¿Cómo sabes sobre lo que estoy haciendo con el maná?
- Lysander – se paró y lo miro a los ojos -, te conozco tan bien, no por algo fuimos amigos desde pequeños, los tres crecimos juntos…, no lo olvides, que en algún momento mi vida giraba en torno a ti, sé que te sentiste humillado al tener que aceptar las condiciones del reino Ironpeak, al traer a esa mujer como tu esposa, es algo que detesta, no te quedarías con los brazos cruzados, tomarías venganza de algo, y luego las visitas al templo antes de irte, no era por devoción, ni tus grandes contribuciones económicas, te recuerdo que me encargue de supervisar el trabajo de los consejeros en tu ausencia, y por último la biblioteca, donde comenzaste a buscar cualquier información del maná, solamente había que conectar las pistas. No fuiste al reino de Ironpeak solo para hablar con el rey, cuando todo empeoro para ti, fuiste a consolidar tu plan, a ver como podrías lograrlo con éxito.
- Cecil, es algo necesario para el reino.
- Pienso que no, que puedes buscar otra solución, pero mi opinión no es importante para ti, de lo contrario cambiarias tus planes.
- Cecil quiero que entiendas mis motivos, y que entiendas que eso ayudara al reino.
- Nuestras opiniones son diferentes y no llegaremos a un acuerdo, tampoco lo necesitamos, Lysander piensa bien en lo que vas hacer, recuerda que tus decisiones pueden afectar a cientos de personas, no es solo tu vida. Adiós.
Sin esperar respuesta, Cecil se dio la vuelta y se marchó, dejando a Lysander solo en el pasillo, con el peso de sus secretos y las advertencias de Cecil resonando en el silencio del palacio.
Lysander se quedó inmóvil en el pasillo del palacio, las palabras de Cecil resonando en su mente. ¿Tenía razón? ¿Debería detenerse? La idea de que sus acciones pudieran desatar una guerra, o peor aún, hacerle daño a Cecil, lo atormentaba. Sin embargo, un frío nudo de desesperación se formó en su estómago: ya era demasiado tarde para detenerse.
Había comenzado con su plan mucho antes de regresar a su reino, cuando aún estaba de camino, buscando una solución desesperada para asegurar el futuro de Ashfall. La magia del maná ahora se estaba concentrando en su reino, un proceso irreversible que no podía detener sin consecuencias catastróficas.
"Debo volver a hablar con Cecil," pensó con urgencia. "Ella no debe decir nada. Debe permanecer en silencio." La amaba, no quería lastimarla, pero tampoco podía permitir que revelara lo que sabía. La información de Cecil era una bomba de tiempo que podía destruir todo lo que había construido, y lo que creía estar salvando. La balanza entre el amor y la supervivencia de su reino se inclinaba peligrosamente.
Cecil se movía con prisa por los pasillos del palacio, buscando a sus cuñadas. Finalmente, encontró a Thorne y Zylia en una de las antesalas.
- Aquí están - dijo Cecil, con un alivio apenas disimulado -. Vámonos, nos están esperando
Juntas, las tres se dirigieron al jardín, donde el resto de las damas las recibieron con visible preocupación.
- ¡Cecil! ¡Thorne! ¡Zylia! Las estábamos esperando - exclamó una de las señoritas -. No podíamos dejarlas solas en este palacio, en el que han sido agredidas de tal manera.
Los murmullos de indignación llenaron el aire. Cecil agradeció sus palabras, con una sonrisa que no llegó a sus ojos.
- Es momento de marcharnos - anunció.
Juntas, como un frente unido, las damas de la nobleza salieron del palacio. Justo cuando cruzaban el umbral principal, Lysander apareció, su rostro pálido y sus ojos fijos en Cecil.
- ¡Cecil! - la llamó desesperadamente, su voz resonando en el patio.
A la vista de todas las señoritas, que se giraron para observar la escena, Cecil no tuvo más opción que detenerse.
Amo esta historia!! y Garret es todo lo q esta bien! 🤭