La humanidad siempre ha creído que su mayor amenaza vendría de la guerra, la enfermedad o la escasez. Nunca imaginaron que el verdadero peligro se gestaba en un reino que pocos pueden ver: el Mundo Astral. Un plano donde los sueños y la conciencia convergen, donde los pensamientos tienen peso y las emociones dan forma a la realidad misma. Para la mayoría, es un espacio inaccesible, un misterio olvidado por la civilización moderna. Pero para unos pocos, es un campo de batalla.
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A contra tiempo pt. 5
Sus ojos, llenos de desesperación, se clavaron en la figura borrosa de Leon, por la lejanía y polvo solo vio que permanecía inmóvil frente a un portal, su rostro ensombrecido por la luz que aún se disipaba.
—¿Qué... qué hiciste? —preguntó Pax, su voz temblorosa, una mezcla de incredulidad y rabia mientras su energía púrpura empezaba a reavivarse.
Leon giró apenas la cabeza, con una expresión que oscilaba entre la duda y la determinación. El aura blanca que lo rodeaba se había debilitado, pero aún era perceptible, brillando como un faro en medio del caos.
Pax apretó los puños, incapaz de contener las lágrimas que ahora caían por su rostro. Su mente estaba atrapada en una tormenta de emociones; la confusión, la tristeza y la ira luchaban por dominarla.
—¡Tú no entiendes nada! ¡No tenías derecho!— su voz resonando con una mezcla de ira y desesperación. Con un gesto decidido, Pax tomó una gran bocanada de aire, como si estuviera reuniendo toda la fuerza que le quedaba. Cerró los ojos con fuerza, sus párpados temblando por la intensidad del momento.
Al hacerlo, su aura púrpura comenzó a crecer, envolviéndola en un resplandor cada vez más brillante y amenazante. La energía a su alrededor se intensificó, pulsando con un ritmo casi audible, como un tambor de guerra que anunciaba una tormenta inminente. El aire se volvió denso, cargado de una electricidad palpable que hacía que cada cabello se erizara. Pax estaba al borde de un abismo emocional, y su aura reflejaba el tumulto interno que la consumía, una manifestación visible de su dolor y su furia.
La explosión púrpura sacudió el terreno con fuerza, levantando polvo y escombros en todas direcciones. El impacto dejó un zumbido ensordecedor en el aire, y Meave, a pesar de sus reflejos, no pudo evitar recibir parte de la energía que la lanzó hacia atrás, cayendo pesadamente al suelo.
Tosió mientras intentaba reincorporarse, sus oídos aún resonando por el estallido. Su cabello rojizo, ahora estaba desordenado y lleno de polvo y sus ropas mostraban signos de quemaduras leves. Sentía un ardor punzante en sus brazos y piernas, producto de la onda de energía que la había alcanzado.
A unos metros, Pax corría a toda velocidad, su figura brillando con esa aura púrpura que parecía intensificarse con cada paso —¡Pax, detente! ¡No entiendes lo que estás haciendo! —gritó Meave, su voz cargada de preocupación mientras intentaba ponerse de pie con dificultad.
—¡Tú no entiendes nada!, ¡No tenías derecho! — repitió Pax mientras avanzaba hacia Leon, su aura púrpura creciendo en intensidad con cada paso.
Desde la distancia, Ariel, quien observaba todo mientras trataba de mantenerse en pie, gritó con voz débil —¡detrás de ti, Leon!
—Eso no era él, Pax. Lo sabes en el fondo. Era un eco, una ilusión tejida por el ser del bajo astral. Si hubiera permitido que siguiera aquí, habrías sido consumida. —La voz de Meave era fuerte, pero había un dejo de compasión en ella.
Pax negó con la cabeza, retrocediendo un par de pasos, como si las palabras fueran un golpe físico. —¡No! ¡No es cierto! Yo... yo lo vi. Era él. Podría haberlo salvado... —dijo entre sollozos, sus manos temblando mientras su aura se expandía, descontrolada.
De pronto, lanzo un ataque desde su mano. El haz de luz que lanzó Pax fue tan intenso que iluminó todo el campo de batalla por un instante. Leon, con su brazo extendido, reaccionó rápidamente, desviando el rayo con un destello de energía de su propia aura blanca, que chisporroteaba bajo la presión.
—¿¡QUÉ MIERDA LE HICISTE!? ¿¡DÓNDE ESTÁ!? —gritó Pax con vehemencia, su voz cargada de furia y desesperación, mientras sus ojos se clavaban en Leon.
Leon, sin embargo, solo le dedicó una mirada triste, llena de comprensión y pesar, sin decir una palabra más. Este gesto silencioso fue la chispa que encendió la ira de Pax, quien se lanzó contra él con toda su fuerza. En el instante en que Pax imbuyó sus manos con energía, Leon desvió sus golpes con el dorso de su mano, exponiendo el pecho de la rubia.
Con un movimiento ágil y preciso, Leon tocó su plexo solar. Al contacto, el pecho de Pax resplandeció con una luz intensa, y ella cayó de rodillas, llevando las manos a su boca en un gesto de sorpresa y dolor.
—Perdón que hayas visto eso, pero ahora que el ser ya no está, estoy purificando tu alma —dijo Leon con voz serena, mientras se daba la vuelta para observar los portales que aún quedaban abiertos.
Sin embargo, su instinto le advirtió del peligro inminente. En un movimiento rápido, Leon giró sobre sus talones y extendió el brazo para protegerse del ataque de Pax: una especie de bastón luminoso, que brotaba energía y electricidad. La energía del bastón se dispersó en un destello brillante, iluminando el entorno con un resplandor cegador.
—¿Crees que voy a caer en eso? ¡¿Cómo voy a confiar en ustedes si no hicieron nada?! —gritó Pax, su voz quebrada mientras las lágrimas fluyeron. Su aura púrpura comenzó a formar pequeños remolinos a su alrededor, distorsionando el aire.
Leon dio un paso al frente, su semblante volviéndose más firme.
—¡Devuélvemelo!— ordenó Pax con severidad, lanzando una patada mientras preparaba su siguiente ataque de energía.
Sin embargo, antes de que pudiera completar su ataque, hilos rojos la rodearon de nuevo, inmovilizándola y evitando que liberara su poder.
—Leon, ¿y esto? —preguntó Meave, con preocupación en su voz.
—Es solo ella, rechaza esclarecer su mente —respondió Leon, incrédulo ante la resistencia de Pax.
—¡Sácala ya! Se puede corromper —dijo Meave con urgencia, lo que hizo que Leon se apresurara hacia Pax.
Con determinación, Leon se acercó lo suficiente para tocar su cabeza. Al hacerlo, su aura se intensificó levemente, y el cuerpo de Pax comenzó a brillar antes de desvanecerse rápidamente, como si se disolviera en el aire.