nix es la reina del reino más prospero y con los brujos más poderosos pero es engañada por su madrastra y su propio esposo que le robaron el trono ahora busca venganza de quienes la hicieron caer en el infierno y luchará por conseguir lo que es suyo
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capitulo 17
El Paso de los Cuervos, con sus paredes de roca oscura y sus senderos traicioneros, se había convertido en el centro de actividad del grupo de Nix. La reina dedicaba cada momento a preparar la siguiente etapa de su plan. La venganza contra Elara y Kael requería algo más que fuerza; necesitaba estrategia, aliados, y un mensaje claro que encendiera el corazón de los oprimidos.
En una habitación de la taberna que servía como refugio, Thalos extendió un mapa de los Reinos Unidos sobre una mesa. Sus bordes estaban desgastados, pero aún se podían distinguir las montañas, ríos y ciudades importantes.
–Si realmente queremos que tu causa tenga fuerza, debemos buscar aliados que comprendan el peso de tu visión –dijo Thalos, señalando una región al norte–. Los clanes de las Montañas de Araknos son guerreros excepcionales, pero no siguen a cualquiera.
Nix, con la mirada fija en el mapa, asintió lentamente.
–¿Qué necesito para convencerlos? –preguntó.
Thalos la observó con seriedad.
–Ellos valoran la fortaleza y la verdad. Si los enfrentas en su propio terreno y demuestras que eres digna de su lealtad, te seguirán.
Drystan, quien estaba apoyado contra la pared con los brazos cruzados, intervino con tono cauteloso.
–No será fácil, Nix. Los clanes son desconfiados, y un mal movimiento podría alejarlos para siempre.
–Lo sé –respondió Nix con firmeza, levantando la cabeza–. Pero no tengo miedo. Si quiero recuperar mi trono, no puedo permitirme dudas.
–Entonces debemos partir al amanecer –dijo Thalos, enrollando el mapa con cuidado.
Hacia las Montañas de Araknos
El viaje al norte fue lento y agotador. Las montañas se alzaban ante ellos como gigantes vigilantes, cubiertas de nieve en sus cimas y rodeadas de niebla. El frío cortante y los senderos estrechos exigían la máxima atención de todos.
Mientras avanzaban, Nix no dejaba de observar el paisaje. Cada paso era un recordatorio de lo lejos que había llegado desde aquella traición en el salón de Lumea. Ahora no solo llevaba consigo el peso de su propia venganza, sino también las esperanzas de aquellos que creían en ella.
Drystan cabalgaba a su lado, con una mirada alerta en sus ojos.
–Estas montañas no son un lugar amable –comentó–. Los clanes no se impresionan fácilmente, y cualquiera que entre aquí sin ser invitado es considerado una amenaza.
Nix giró la cabeza hacia él, su expresión determinada.
–Entonces es mi deber demostrarles que no soy una amenaza, sino una líder digna.
Drystan sonrió levemente, admirando su resolución.
El sonido de un cuerno resonó en la distancia, interrumpiendo la conversación. Era un sonido profundo y antiguo, como si la propia montaña les advirtiera que estaban siendo observados.
–Nos están vigilando –susurró Thalos, deteniéndose junto a ellos.
Nix desmontó de su caballo, levantando las manos en señal de paz.
–¡Venimos en busca de los líderes de los clanes! –gritó, con una voz que resonó en los acantilados–. Soy Nix, reina de Lumea, y traigo un desafío para quien esté dispuesto a escucharme.
Por un momento, todo quedó en silencio. Luego, figuras comenzaron a aparecer entre las sombras de las rocas: hombres y mujeres vestidos con pieles y armaduras de metal rústico, con armas en sus manos. Su líder, un hombre imponente con tatuajes tribales recorriendo sus brazos, avanzó al frente.
–Hablas con valentía, extranjera –dijo, con un tono que mezclaba curiosidad y desconfianza–. ¿Qué te hace pensar que los clanes de Araknos tienen interés en tus palabras?
–Porque compartimos un enemigo común –respondió Nix, manteniendo la mirada fija en el líder–. Kael y Elara no solo destruyeron mi reino; amenazan con someter a todos los que no se arrodillen ante ellos.
El hombre soltó una risa grave, cruzándose de brazos.
–Aquí, en las montañas, no nos inclinamos ante nadie. Pero tampoco seguimos a cualquiera. Si quieres nuestra lealtad, tendrás que ganártela.
Nix asintió.
–Dime cómo.
El líder sonrió, con un destello de desafío en los ojos.
–Un duelo. Si puedes derrotar a Varek, nuestro campeón, consideraremos escuchar tu causa. Si no... regresarás a tu hogar derrotada.
Drystan frunció el ceño, pero Nix no dudó.
–Acepto el desafío –dijo, con una voz firme que no dejó lugar a dudas.
El Desafío de Araknos
El círculo de combate fue marcado con piedras alrededor de una llanura nevada. El aire estaba cargado de expectativa, y los guerreros de los clanes se reunieron para presenciar el duelo.
Nix se preparó en silencio, ajustando el agarre de su espada. Frente a ella estaba Varek, un hombre robusto con una expresión de confianza. Llevaba un martillo de guerra, un arma pesada que parecía capaz de aplastar cualquier cosa en su camino.
–Espero que estés lista, reina caída –dijo Varek, girando el martillo en sus manos.
Nix no respondió. Se colocó en posición, sus ojos estudiando cada movimiento de su oponente.
El duelo comenzó con el sonido de un cuerno, y Varek cargó hacia ella con la fuerza de un vendaval. Nix esquivó su primer golpe, que dejó una marca profunda en la tierra. Sabía que no podía igualar su fuerza bruta, así que debía usar su velocidad y estrategia.
Durante los primeros intercambios, Varek intentó dominar el combate con ataques poderosos, pero Nix se movía con precisión, evitando sus golpes y buscando abrir espacios. Sus propios ataques eran rápidos y calculados, apuntando a los puntos vulnerables de su oponente.
Finalmente, encontró su oportunidad. Mientras Varek lanzaba un ataque descuidado, Nix giró a su alrededor y lo golpeó en la pierna con la parte plana de su espada, haciéndolo tambalearse.
El público contuvo el aliento mientras Varek caía de rodillas, y Nix colocaba la punta de su espada cerca de su hombro.
–Tu fuerza es grande, pero no es suficiente para detenerme –dijo Nix, con voz firme.
Varek levantó la mirada hacia ella, respirando con dificultad. Luego, sonrió y levantó una mano en señal de rendición.
–Has demostrado que eres digna, reina Nix –dijo–. Los clanes escucharán tu causa.
Un rugido de aprobación resonó entre los guerreros, y Nix bajó la espada, sintiendo que había dado un paso importante hacia su venganza. Ahora, con los clanes de Araknos de su lado, el fuego de la rebelión comenzaba a arder.
reina y tiene algo q ofrece y te invita a seguir leyendo.me gusta buen libro gracias