Cheryl solía ser una chica común, adicta a las novelas románticas y a una vida sin sobresaltos… hasta que murió. Ahora ha despertado en el cuerpo de la mujer más odiada de su historia favorita. Pero ella no piensa repetir el final.
Entre seducción, traición y poder, Cheryl jugará con las reglas del imperio para cambiar su destino. Porque esta vez, la villana no está dispuesta a caer.
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Una noche de pasion
La noche se cernía sobre Diamond, opaca y densa, como un velo que escondía secretos demasiado oscuros para la luz del día. Aery no lograba conciliar el sueño. El ardor de la herida aún latía, pero no era eso lo que la mantenía despierta. Era él. Rael. El recuerdo de sus labios aún vibraba en los suyos, como una marca invisible que no podía borrar. Esa misma noche, como si el destino le jugara a favor o en contra, Almudena la buscó discretamente.
—Mi lady… el esclavo la espera en las caballerizas —susurró con tranquilidad, esa mujer parecía de piedra, cosa que le gustaba a Aery ya que le inspiraba confianza.
Aery se vistió con un abrigo de terciopelo oscuro, ocultando su figura. Su cuerpo temblaba, no de frío, sino de anticipación. Caminó por los pasillos como una sombra hasta llegar a donde él la esperaba, apoyado contra una columna, con los brazos cruzados y el cabello cayéndole sobre la frente.
—¿Qué quieres ahora? —murmuró Aery, con el corazón latiendo como tambor.
Rael se acercó sin responder, lentamente, como un depredador que reconoce a su presa… o a su igual. Tomó su rostro entre las manos con una fuerza que no era brusca, pero sí intensa, y la miró fijamente.
—Tú lo empezaste, princesa. Yo solo vengo a terminarlo.
El beso fue violento, un choque de tormentas. Ella lo empujó contra la pared, y él la levantó con facilidad, sentándola sobre los sacos de heno. El ambiente se volvió cálido, húmedo. No había lugar para palabras, solo para el sonido entrecortado de la respiración, de ambos moviéndose con destreza y manos explorando lo que tantas veces se negaron. La pasión los arrastró sin piedad.
Él susurró su nombre contra su cuello. Ella lo mordió para callarlo. No era amor, se repetían entre jadeos. No era amor, era rabia, deseo, venganza… necesidad. Pero en el fondo… ardía algo más. La boca de Rael no buscaba ternura, sino conquista. Sus labios se aferraban a los de Aery con urgencia, como si estuvieran en guerra y ese fuera el único refugio. Ella gimió contra su boca, no por dolor, sino por ese deseo irrefrenable que llevaba semanas, meses… años creciendo en silencio. Sus manos se aferraron a su cuello mientras él la alzaba, pegando su cuerpo al suyo. Aery enredó sus piernas en su cintura, dejando que la empujara contra los sacos de heno, con el cuerpo ya ardiendo de anticipación. Sus bocas no se separaban ni un segundo. Se besaban con hambre. Se devoraban.
—Tú... siempre juegas con fuego —gruñó él contra su piel, bajando por su cuello mientras mordía con violencia y pasión.
—Y tú... no sabes lo que el fuego puede hacerte —susurró ella con los ojos llenos de deseo.
Las ropas volaron sin delicadeza. Aery arqueó la espalda mientras sus uñas se clavaban en la piel de Rael. Él bajó, besando, mordiendo, adorando con rabia cada rincón de su cuerpo. Sus manos eran duras, firmes, tan distintas a las de los hombres de la corte que la tocaban como si fuera de cristal. Rael la trataba como si fuera de lava, como si quemara… como si fuera peligrosa, y aún así no pudiera dejar de tocarla. Sus caderas se encontraron, piel contra piel. El primer roce fue lento, tenso… cargado de una electricidad que les cortó el aliento a ambos. Aery lo miró directo a los ojos, jadeando, temblando, con las mejillas encendidas.
—Hazlo —ordenó con voz ronca.
Y él obedeció. El primer embate fue brutal. Ella se aferró a él con fuerza mientras un gemido escapaba de sus labios. Él gruñó con placer, aferrando su cadera, profundizando una y otra vez, sin freno. El heno crujía bajo ellos, las velas temblaban con el vaivén de sus cuerpos y el aire se llenó de sonidos prohibidos, de piel golpeando piel, de jadeos que rompían la noche.
La pasión no fue lenta, no fue dulce. Fue un asalto de cuerpos cansados de negarse. Fue salvaje, honesta, sucia… real. Rael la tumbó boca abajo, y sus manos se aferraron a su cintura mientras embestía con furia contenida. Aery solo podía cerrar los ojos y dejarse consumir por él. Nunca se había sentido tan viva. Nunca tan deseada. Nunca tan malditamente completa.
—Dime que no es amor —jadeó él en su oído.
—No lo es —mintió ella, mordiéndose los labios.
Y él la empujó aún más fuerte, como si quisiera marcarla por dentro, hacer que su cuerpo recordara su nombre incluso cuando ya no estuviera. Cuando llegaron al clímax, fue como una explosión. Ambos gritaron el uno contra el otro, temblando, sudorosos, rotos de placer. Luego solo quedó el silencio. Un silencio cargado de lo que no se decían. Rael se tumbó a su lado, aún jadeando, con la mirada fija en el techo.
—Esto no debería haber pasado —murmuró.
—Y sin embargo… pasó —susurró Aery, girándose para mirarlo.
Sus dedos rozaron su pecho, como si aún quisiera memorizarlo. Esa noche no hubo amor. Pero tampoco odio. Solo fuego.
Esta novela está muy buena
Gracias por el capítulo 🤩🫶🏻
De ahí en fuera ese imperio debía desaparecer ya que así es la vida real cuando atacas no hay compasión
Gracias por los capítulos, espero más 🤩 muy buena esta esta novela
Ahora veremos como le irá a aery en el imperio de rhazir
Gracias por la actualización
Que bueno que volviste 😊 es una gran historia 💪🏻y ahora está mucho más interesante 🫶🏻😬
dudo que muera pronto, porque su bombón la rescatará tal cual una princesa en aprietos.