Imagina un mundo donde lo virtual y lo real se entrelazan, y tu supervivencia depende de tu habilidad para adaptarte.
Aquí conoceremos a Soma Shiro, un joven gamer que recibe un misterioso paquete que lo transporta a NightRage. En este mundo, debe asumir el papel de guerrero, aunque con una peculiaridad, lleva una espada atorada en la boca.
NightRage no parece ser solo un juego, sino un desafío extremo que pone a prueba sus límites y su capacidad para confiar en los demás. ¿Logrará Shiro encontrar la salida, o quedará atrapado en este mundo para siempre?
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Capítulo 16
Un joven Shiro de tan solo 12 años pasaba horas sumergido en un MMORPG, avanzando solitariamente por misiones. Era un jugador talentoso, pero prefería hacer todo por su cuenta, evitando formar grupos con otros jugadores. Sin
embargo, un día, mientras recorría una zona especialmente complicada del juego, se topó con un jugador que no podía avanzar. Su nombre en el juego era KingZard, y estaba atascado en una misión que requería dos personas para
completarla.
Shiro, que ya conocía esa misión y la había evitado precisamente por no querer hacer equipo, se alejó sin decir nada. Pero justo cuando estaba por marcharse, KingZard le envió una solicitud de grupo. Shiro, viendo la pantalla de su ordenador en la vida real, dudó por un momento. No solía confiar en nadie, pero algo lo hizo detenerse. Hizo clic sobre el nombre de KingZard y revisó sus
características. Para su sorpresa, el personaje de KingZard era casi idéntico al suyo, similar en estadísticas y estilo de juego. Era como mirarse en un espejo. Tras pensarlo un poco más, Shiro aceptó la invitación.
Al instante, KingZard envió un emoji de alegría y un mensaje simple pero sincero, "Gracias". Comenzaron la misión juntos, escoltar a un elfo y su bebé a través de un peligroso camino hacia una cueva. Aunque parecía sencillo, el trayecto estaba lleno de emboscadas y enemigos que aparecían en los momentos más inesperados.
Durante dos horas, Shiro y KingZard lucharon codo a codo, protegiendo al elfo hasta que finalmente lograron completar la misión. Al recibir la recompensa, ambos se sorprendieron al descubrir un objeto raro que había aparecido, una piedra que permitía al jugador transformarse en un veloz lobo dorado, un objeto extremadamente difícil de conseguir, por su porcentaje de aparición.
KingZard, agradecido por la ayuda de Shiro y con un gesto amigable, decidió cederle la piedra.
En la vida real, Shiro quedó impactado por el gesto.
—¿De verdad iba a renunciar a un objeto tan valioso? —se dijo a sí mismo y rápidamente le envió un mensaje —¿Seguro? —Le envio.
Pero KingZard, con el carisma que parecía caracterizarlo, hizo que su personaje realizara un gesto de despreocupación, y respondió que no había problema. Sin embargo, antes de desconectarse, KingZard le dejó un mensaje que Shiro no olvidaría.
—Si alguna vez necesitas algo, envíame un mensaje al privado con mi verdadero nombre, Miguel. Nadie más lo sabe, así que sabré que es
importante.
Shiro sonrió frente a la pantalla. Por primera vez, sentía que confiar en alguien no había sido tan malo después de todo.
Ya en el presente, Sagi abrió los ojos lentamente tras la agotadora batalla contra Iskandar. Su cuerpo aún estaba adolorido, pero las heridas más graves habían sido tratadas por la pequeña sacerdotisa, que había utilizado su magia para
restaurar a todos. A su lado, Tsukasa estaba apoyado contra una pared, con una sonrisa cansada pero aliviada.
—Parece que nada te mata en este mundo, compañero —dijo Tsukasa con su carisma habitual —Me alegro de que sigas con nosotros.
La pequeña sacerdotisa, también se alegró de ver a su héroe recuperado. Aunque aún tímida, una sonrisa de alivio se dibujaba en su rostro.
Elizabeth, que había estado ocupada recogiendo las escamas del dragón y el bastón dejado por los cambiaformas, se acercó al grupo. Al ver que todos estaban a salvo, se mostró visiblemente aliviada.
—Todos estamos bien al fin —dijo Elizabeth, con una leve sonrisa en los labios.
En ese momento, la sacerdotisa, que hasta entonces había permanecido en silencio, hizo un esfuerzo por hablar. Con el rostro sonrojado y la voz temblorosa, intentó presentarse, aunque la vergüenza y el peso de lo que había vivido la
hacían dudar.
Finalmente, levantó la cabeza y, con la voz temblorosa, comenzó a hablar.
—Ahora que ustedes me contaron lo que vivieron... —murmuró, con su voz quebrándose levemente. —yo... quiero contarles lo mío.
Apretó su bastón con fuerza, como si el contacto con aquel objeto pudiera darle el valor necesario para continuar. Sus dedos, delgados y pequeños, se aferraban al bastón mientras sus recuerdos fluían, oscuros y dolorosos. Hizo una pausa,
tragando saliva.
—Vine a esta mazmorra con un grupo de seis personas... —dijo, haciendo una pausa mientras sus ojos se llenaban de lágrimas al recordar los rostros de aquellos compañeros.
Elizabeth, Tsukasa y Sagi la miraban en silencio, pero atentos, permitiéndole el espacio necesario para que contara lo que necesitaba. Aphrodi respiró profundamente y continuó.
—Vinimos aquí porque... estábamos buscando las escamas del dragón ya que todos habíamos escuchado rumores sobre el dragón que acechaba en esta mazmorra. Mis compañeros eran... eran mis amigos. —dijo, y su voz se llenó de emoción —Estaba Juno, nuestra asesina y líder. Siempre tan valiente, tan decidida. Jamás dejaba que el miedo la dominara, ni siquiera cuando las cosas se ponían difíciles. Era ella quien nos mantenía a todos unidos. Luego estaba
Phelix, nuestro caballero. Siempre bromeaba, incluso cuando la situación era desesperada. Decía que nada podía atravesar su armadura, que era "indestructible". —su voz se quebró un poco al decir esas palabras, ya que era
él al que el monstruo cambiaformas había optado por tomar su forma.
Aphrodi apretó los labios antes de continuar.
—También estaba Kyra, nuestra arquera. Siempre acertaba con sus flechas. Luego Estaba Noir, nuestro mago. El más serio del grupo. Podía conjurar tormentas con un simple movimiento de sus manos. Y luego... luego estaba Eryk,
nuestro bardo. El primero en caer en trampas, cosa lo que lo llevo a bueno… —Era imposible no sentir el dolor de saber que ya no estaban a su lado—Nos conocíamos tan bien... confiábamos los unos en los otros.
Elizabeth y Tsukasa intercambiaron miradas preocupadas, dándose cuenta de lo
profundo que era el dolor de Aphrodi.
—Cuando entramos en la mazmorra, todo parecía ir bien al principio. Juno lideraba el camino, Phelix levantaba su espada con esa sonrisa confiada que siempre tenía, y Kyra caminaba a nuestro lado, asegurándose de que nada se nos escapara. Noir y yo íbamos detrás, preparadas para cualquier hechizo, y Eryk se adelantaba, explorando el terreno como siempre. Todo iba según el
plan... hasta que llegamos a las primeras trampas.
Aphrodi se detuvo por un momento, apretando los dientes, como si las imágenes de ese momento fueran demasiado vívidas.
—La primera trampa... —dijo, con la voz apagada—nadie la vio venir. Fue instantáneo. Una de esas trampas de la mazmorra se activó, y Eryk... fue el
primero. Las lanzas de piedra lo atravesaron, y... fue tan rápido que apenas pudimos reaccionar. —Las lágrimas empezaban a correr por sus mejillas, pero continuó —Juno... intentó ayudarlo, pero no había nada que hacer. Aphrodi temblaba mientras hablaba, pero la necesidad de contar su historia la impulsaba. —Avanzamos, pero ya no éramos los mismos. Estábamos asustados, nerviosos.
Entonces, los monstruos comenzaron a aparecer. Al principio, solo eran pequeñas criaturas, goblins y esqueletos, nada que no pudiéramos manejar.
Pero luego... —Aphrodi apretó con fuerza su bastón—. Luego aparecieron lagartijas de lava. Enormes, rápidas.
Su respiración,de repente, se volvió irregular al recordar tal escena.