Amandote En Secreto

–Escuchaste lo que la reina le dijo al príncipe, y vi cómo el príncipe te tomó, ¿y si te lastimó aún más? (Discurso futuro).

No me importaría.

–Pero no me hizo daño. (hablo mintiendo).

­¿Oh, no? ¿Pero qué pasa con esa marca roja en tu cuello? (Dice señalando y me agarro del cuello).

–¿Está marcado? (Hablo).

–Afortunadamente no, estaba mintiendo pero parece que realmente pasó. (Dice viniendo hacia mí). Deberías estar agradecido de tener al Príncipe Nicolás y al Rey quienes te defienden ante la Reina, debes controlarte para que la Reina empiece a verte como alguien elegido por su hijo.

–No hace falta que me lo recuerdes, pero no sé qué hacer. (Digo pasándome la mano por la cara).

–Claro que tienes algo que hacer, para empezar hay clases de etiqueta, para no hacer que la familia real se sienta avergonzada en un evento. (Dice Futura sonriendo). Tienes que esforzarte mucho.

–¿Qué hace en la cocina, alteza? (Dice Delfina mirándome).

–No escupas tu veneno, Delfina. (Futura habla con Delfina).

–La reina te está llamando, te pidió que fueras rápido. (Delfina habla parada en la puerta).

­Espero que no esté mal. (El futuro habla de irse).

–Puedes esforzarte, puedes pasar décadas y siglos pero nunca podrás ser una mujer de sociedad. (Habla Delfina, entrando a la cocina).

–¿Qué quieres, Delfina? (digo mirándola y me levanto).

–No sé qué hiciste para que el príncipe se casara contigo, pero ella no está nada feliz y no está nada satisfecha contigo. (Dice Delfina riéndose a un lado).

–¿Qué quieres decir con eso? (hablo y tomo un bol donde pongo un poco de la comida que sobró del desayuno y tomo una botella de agua también, aprovecho y saco unas manzanas también).

–Claro que entiendes, deja de fingir que eres un vago, porque no te sienta bien. (Dice mirándome con desdén). Siempre que quiere sentirse realmente feliz viene a mí.

–Si se sintiera feliz no se habría casado conmigo, ¿verdad? (Hablo pasándola). Estoy seguro de que para el príncipe no eres más que una más de su basura.

­¡Estúpido! (La escucho maldecirme mientras salgo de la cocina).

Con el mayor cuidado posible, salgo del palacio sin que nadie me vea y me dirijo hacia el establo.

–Hola, Leal. (Hablo acercándome al caballo que me dejó mi padre, es un Ruano Azul, de los más raros que tiene). Hace tiempo que no estoy aquí.

Hablo y meto el cuenco y la botella en una bolsa que está en Loyal.

–Te traje manzanas. (Hablaré y te daré uno). Realmente extrañé hablar contigo, mi mente está llena de tantas cosas que han pasado en estos meses que no puedo ni desahogarme con Futura.

–Y por qué no intentas desahogarte conmigo. (Escucho la voz del Príncipe Nicolás muy cerca de mi oído y me asusto). Siempre estaré dispuesto a escucharte.

–Su Alteza. (Digo sosteniendo mi pecho).

–Lo siento, no quise asustarte. (Dice sonriendo).

–No la escuché cuando entró aquí, alteza. (Digo dándome la vuelta).

–En realidad, estuve aquí antes que tú. (P. Nicolás habla y señala su caballo, que está listo para ser montado). Por supuesto que no me vio, después de todo siempre fui invisible.

–No me di cuenta, alteza. (Hablo).

–Solo llámame Nicolas, ahora te casaste con Hamilton, no te preocupes, no preguntaré por qué, solo trataré de respetar eso. (Nicolás habla sonando triste). Ahora tú también eres parte de la realeza, ¿no?

–Sí, su alteza. (Hablo y él levanta la ceja derecha).

–Me chame de Nicolas.

–Lo siento, Nicolás. (Hablo y él sonríe).

–¿Vas a salir? ¿Puedo acompañarte? (Dice dirigiéndose a Leal y comienza a equiparlo con la silla).

­No es necesario. (Hablo rápido). Quiero estar solo por un tiempo.

–Está bien, ya está listo. (Dice alejándose y va hacia su caballo y comienza a quitarse el equipo, de hecho el príncipe no se disponía a salir, regresó de algún lado).

–Gracias al...Nicolás. (Estoy hablando de subir a Loyal).

–Que tengas un buen viaje. (Nicolas habla y salgo del establo montando a Loyal).

Realmente extrañaba eso, montar y sentirme libre, pero este disfraz lo hace difícil.

pequeño.

Me dirijo hacia el área donde se construyó la mazmorra, el rey no quería que se construyera debajo del palacio así que está a cierta distancia.

Respecto a lo que pasó en la cocina con Delfina, la verdad, nunca entendí su desprecio hacia mí, nunca hice nada por ella.

Finalmente llegué y hay dos señores custodiando la entrada. Espero que funcione.

­¿Cómo estás? (digo sonriendo mirándolos).

–Princesa, ¿qué haces aquí? (Uno de ellos habla, parece que la noticia se difundió rápidamente).

–¿Alguien puede ayudarme a bajar? (Hablo y uno de ellos se acerca).

­Está despejado. (Dice ayudándome y saco el bolso de Leal).

–Vine a traer un paquete para un interno. (Le digo que quiero pasar pero me detiene). ¿Qué estás haciendo?

–Su Alteza no puede entrar aquí. (Uno de ellos habla y yo me cruzo de brazos). A menos que tengas autorización.

–Lo siento, señora.

–¿Vas a bloquear mi paso? (Digo fingiendo estar enojado).

–Estas son las reglas, alteza. (Uno de ellos habla).

–Que esto lo sepa hasta mi marido, futuro rey. El príncipe Nicolás también se enfadará mucho porque no dejaron pasar a su cuñada y tendrás muchos problemas. (Digo dándole la espalda y se miran).

–Simplemente no queremos tener problemas. (Uno de ellos habla).

–Pero lo harán si no me dejan pasar. (Hablo y me abren el camino).

–Está bien, su alteza. (Uno de ellos abre la puerta).

–Um, ¿en qué silla monta el hombre que llegó hoy más temprano, Jales? (digo rascándome la cabeza).

–Sector A, silla 12. (Habla uno de ellos).

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Delfina, Delfina, Delfina.

¿Qué quiere Esmeralda con Jales?

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