Dios le ha encomendado una misión especial a Nikolas Claus, más conocido por todos como Santa Claus: formar una familia.
En otra parte del mundo, Aila, una arquitecta con un talento impresionante, siente que algo le falta en su vida. Durante años, se ha dedicado por completo a su trabajo.
Dos mundos completamente distintos están a punto de colisionar. La misión de Nikolas lo lleva a cruzarse con Aila.Para ambos, el camino no será fácil. Nikolas deberá aprender a conectarse con su lado más humano y a mostrar vulnerabilidad, mientras que Aila enfrentará sus propios miedos y encontrará en Nikolas una oportunidad para redescubrir la magia, no solo de la Navidad, sino de la vida misma.
Este encuentro entre la magia y la realidad promete transformar no solo sus vidas, sino también la esencia misma de lo que significa el amor y la familia.
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Parte 15
Nikolas
Aquel beso había sido algo fuera de este mundo. Cada segundo, cada sensación, me confirmó lo maravillosa que era ella, en formas que jamás había imaginado. Sus labios contra los míos fueron un fuego que encendió todo mi ser, y aunque mi memoria era un mosaico de piezas perdidas, este momento quedaría grabado para siempre. Aila no era como nadie más, y ese beso lo hacía evidente.
Sus manos subieron hasta mi nuca, sujetándome con una mezcla de fuerza y ternura que hizo que mi corazón se acelerara.
—Necesito más —su voz era apenas un susurro, una súplica cargada de deseo y anhelo.
La intensidad de su mirada y la manera en que sus dedos se aferraban a mí despertaron un torbellino de emociones. Recordé algunas cosas de viejas historias humanas que había visto en imágenes o leído en libros. Había algo familiar en esto, en la forma en que dos almas podían encontrar un refugio tan íntimo en el uno del otro.
Pero también supe que no era el lugar ni el momento adecuado para llevar esto más allá. Había reglas invisibles en este tipo de unión, y mi hogar sería el escenario perfecto para lo que nuestras almas parecían desear.
—Vamos a casa, Aila —le dije con una sonrisa suave pero firme mientras acariciaba su cabello con delicadeza, dejándole claro cuánto me importaba—. Allí te daré todo lo que quieras.
Ella me miró, con los ojos aún brillando por la intensidad de lo que habíamos compartido, y asintió. Con un gesto rápido, se acomodó la camisa que llevaba, intentando recuperar algo de la compostura que habíamos perdido en aquel beso.
Al salir de la casa, nuestras manos se entrelazaron como si el universo las hubiera diseñado para encajar perfectamente. El aire fuera era fresco, y la luz del día parecía más vibrante, como si todo el mundo hubiera cobrado vida para celebrar este momento.
Frente a nosotros estaba Rodolfo, observándonos con una sonrisa amplia y cálida. Sus ojos brillaban con algo más que simple alegría: parecía orgulloso, como si todo este camino hubiera tenido un propósito mayor.
—Le daremos la bienvenida a la señora Claus —dijo con un tono lleno de emoción—. Todos quieren conocerla.
Sabía exactamente a qué se refería. No solo los mitad renos querían recibirla. Este vínculo entre nosotros trascendía lo que alguna vez imaginé. Seres de muchos rincones del mundo, de distintas realidades, habían escuchado los ecos de mi magia, y ahora deseaban conocer a la mujer que estaba destinada a caminar a mi lado.
Al final, decidimos quedarnos para la comida. El ambiente era cálido, lleno de vida y colores, con un aire festivo que parecía envolvernos a todos. Mientras nos sentábamos alrededor de una gran mesa al aire libre, podía observar la cultura única de ellos, su manera de vivir y celebrarse unos a otros. Los mitad renos compartían historias mientras preparaban los alimentos, sus risas resonando con una fuerza contagiosa.
Había algo especial en todo esto, algo que se sentía antiguo y a la vez lleno de esperanza. Hace tiempo, los elfos, las hadas y todos los seres mágicos habían convivido con los humanos. Sus mundos no estaban separados como ahora. Pero después de que se cerrara la magia para los humanos, muchos de ellos decidieron aislarse en lo más profundo del bosque, buscando la seguridad que antes no necesitaban.
Imágenes de mi cabeza surgieron, como si fueran recuerdos de otra vida: mitad renos bailando alrededor de una fogata mientras los humanos se reían y hacían magia con luces, imitando sus movimientos. Era una imagen tan clara, tan vibrante, que no podía evitar preguntarme si aquello estaba comenzando a suceder otra vez. ¿Podía la humanidad recuperar esa conexión con lo mágico?
Aila lo observaba todo con una sonrisa suave en sus labios, y su rostro reflejaba asombro y paz. No pude evitar acariciar su cabello, un gesto que me resultaba natural con ella. Ella giró su rostro hacia mí y su cálida sonrisa permaneció, iluminando todo a su alrededor.
—Hace mucho tiempo, todo era así —le dije con voz baja, casi como un secreto—. Los humanos y los seres mágicos convivíamos.
—¿Por qué dejó de pasar? —me preguntó, sus ojos reflejando una mezcla de curiosidad y tristeza.
—Porque los humanos siempre hemos sido crueles y egoístas —respondí con un suspiro—. Querían el poder y la tierra solo para ellos. Pero eso nunca se puede tener. Dios no lo permitiría.
—¿Entonces?
—Entonces nos aisló —le expliqué, viendo cómo su mirada se perdía en las luces de la fogata—. Puso una barrera para que ningún ojo humano pudiera vernos. Solo aquellos que tienen una fe verdadera pueden hacerlo, y son mayormente niños.
—Pero algunos niños también son malos —dijo, con una expresión seria que contrastaba con la dulzura de su voz.
Me reí, recordando algunas anécdotas del pasado.
—Oh, claro que sí. Los niños no dejan de ser humanos, y siempre existirá el mal en ellos. Es parte de lo que somos.
Ella bajó la mirada hacia la taza de té que sostenía, un regalo de los mitad renos. Su voz sonó más suave cuando volvió a hablar, como si estuviera confesándome algo importante.
—¿Sabes por qué no creía en muchas cosas? —dijo, girando la taza entre sus manos—. No quería creer que existía alguien superior que permitiera la maldad. ¿Cómo un niño puede ser abusado? ¿Cómo alguien puede matar y exterminar sin sentir ningún remordimiento? Durante mucho tiempo pensé que, si había un Dios, debía ser indiferente o injusto. Pero ahora... ahora empiezo a comprender que es mucho más.
La intensidad de sus palabras me hizo guardar silencio por un momento. Finalmente, respondí con una voz suave, casi como si estuviera hablando conmigo mismo.
—Dios dio libre albedrío. Cada uno decide qué hacer, son nuestras decisiones las que nos definen. Pero todo tiene un precio, Aila. Todo se paga al final.
Suspiré, pensando en lo mucho que había visto. Yo estaba un poco más alejado de esa parte del ciclo, pero no podía ignorar cómo en Navidad veía a las almas ser llevadas, algunas hacia el cielo, otras hacia un infierno que no podía describir con palabras.
Ella asintió lentamente, como si mis palabras resonaran en lo más profundo de su ser.
—Lo sé —murmuró—, pero con esto de la magia aún estoy tratando de asimilarlo. Puedes verme tranquila, pero a veces, cuando me levanto, siento que todo es un sueño. Un loco y hermoso sueño.
Bebió un sorbo grande de su té antes de mirar a los mitad renos que bailaban y reían al compás de la música.
—No es un sueño, Aila. Todo lo que crees imposible, todo lo que parece irreal, es posible. Sólo tienes que creerlo.
Con esas palabras, volvimos a los festejos. La noche nos envolvía poco a poco, y la luz de la fogata era cada vez más cálida. Finalmente, cuando la oscuridad era total, decidimos volver a Villa N. Los elfos debían estar preocupados, y yo también comenzaba a sentir cierta inquietud.
Al salir, noté algo peculiar. No sé qué tenían esas tazas de té, pero estaba claro que los mitad renos habían añadido algo especial, un tipo de alcohol hecho con hierbas mágicas. Nos reímos al darnos cuenta, y mientras caminábamos la mansión.
—¿Recuerdas cuando me preguntaste sobre mi sueño? —su voz tembló al pronunciar las palabras, su mirada perdida en algún punto lejano mientras yo asentía, atento a cada sílaba que salía de sus labios.
—Sí, lo recuerdo —respondí suavemente, mirándola con la intensidad de quien quiere entenderlo todo.
Ella tomó aire como si estuviera preparándose para saltar al vacío.
—No sé cuál es mi sueño ahora —admitió, sus ojos comenzando a brillar con lágrimas que aún no caían—. Quería tener uno, pero cuando mi hermana quedó embarazada y cumplió lo que yo siempre había deseado, algo dentro de mí se rompió. Me acabé por completo porque... porque eso era lo que yo quería, pero ella lo obtuvo primero. Y sé que está mal pensar así.
Cada palabra era una confesión cargada de dolor, cada frase un trozo de su alma que dejaba al descubierto. Caminamos en silencio hasta la entrada de la mansión, donde ella se detuvo. La luz de la luna iluminaba su rostro, haciendo que las lágrimas que limpiaba con la manga de su camisa relucieran como pequeños cristales.
—¿Tu sueño era un embarazo? —pregunté, finalmente, mi voz, apenas un susurro que flotaba entre nosotros.
Ella negó con la cabeza, pero luego asintió, como si las palabras le costaran salir.
—Yo quería un esposo, un bebé, una familia. Quería algo por lo que vivir, algo que le diera sentido a todo. Quería sentirme amada, ser la prioridad de alguien —su voz se quebró, y las lágrimas comenzaron a caer sin control.
Cada sollozo era un golpe directo a mi corazón. No había en ella rastro de orgullo ni pretensión, solo una vulnerabilidad desgarradora. Me acerqué lentamente, sin decir nada, y la envolví en un abrazo. Sentir su pequeño cuerpo temblando contra el mío fue como sostener algo frágil, algo demasiado delicado para este mundo.
—No tienes que cargar con eso sola —le susurré mientras pasaba una mano por su espalda, intentando consolarla.
Ella se aferró a mí con fuerza, como si yo fuera su único refugio en medio de una tormenta. Su rostro se escondió en mi pecho, y yo podía sentir su respiración agitada mientras trataba de calmarse.
Sin pensarlo dos veces, la cargué en mis brazos, sorprendiendo incluso a mí mismo con lo natural que se sintió hacerlo. Ella no protestó, solo se dejó llevar, apoyando su cabeza en mi hombro.
—Vamos a casa —dije con firmeza, aunque mi tono era cálido y protector.
¡Eres muy buena!