Una Blanca Nieves Trasvistiéndose en la Guerra
En el sombrío y misterioso reino de Eldoria, una joven llamada Lucía lucha por sobrevivir en las calles sucias y oscuras. Con su cabello negro como la noche, piel pálida como la nieve y ojos grises como un lobo, Lucía ha aprendido a valerse por sí misma desde que sus padres la abandonaron antes de morir.
El día de su decimoquinto cumpleaños, el reino se ve sacudido por una guerra entre los siete príncipes sucesores del trono, cada uno con una personalidad única y distintiva. Los príncipes, conocidos como Grím, Jovial, Sabio, Tímido, Bromista, Soñador e Hipocondríaco, luchan por reclamar su derecho a gobernar Eldoria.
Ante la noticia de que todos los hombres deben alistarse para la guerra, Lucía ve una oportunidad para cambiar su destino. Decidida a escapar de la miseria, se corta el cabello y se disfraza de hombre, adoptando el nombre de Lucio. Con una blusa café y un pantalón viejo amarillo, se presenta en el campamento de reclutamiento
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capítulo 17
Capítulo 17: La Huida y el Encuentro
Darius y Lucía habían viajado lejos, llegando a un pueblo conocido por ser refugio de bandidos, ladrones y gente de mala reputación. Darius, familiarizado con el lugar, decidió que pasarían la noche en una posada antes de continuar su viaje al día siguiente.
Al llegar a la posada, Darius ató a Lucía a una silla en la habitación y se sentó a vigilarla. Lucía, sintiendo la urgencia de escapar, intentó convencer a Darius de que la dejara ir al baño.
—Necesito ir al baño —dijo Lucía.
Darius la ignoró, concentrado en sus propios pensamientos. Pero Lucía insistió, repitiendo su petición varias veces.
—Por favor, necesito ir al baño —dijo una y otra vez.
Finalmente, Darius, cansado de escucharla, accedió.
—Está bien, ve rápido. No tengo todo el tiempo del mundo —dijo, desatándola.
Lucía salió de la habitación, pero en lugar de ir al baño, aprovechó la distracción de Darius para escapar. Corrió sin mirar atrás, sus pies llevándola lejos de la posada y hacia el bosque cercano. Sin darse cuenta, tropezó y cayó en un río, siendo arrastrada por la corriente.
Darius, al notar que Lucía tardaba demasiado, fue a revisar. Al ver que había escapado, maldijo su suerte.
—¡Rayos, se escapó! —exclamó, comenzando a buscarla desesperadamente.
Mientras tanto, Lucía, siendo arrastrada por el río, fue rescatada por un anciano con ropa oriental. El anciano la llevó a su tienda, donde la cuidó hasta que despertó.
Más tarde, Lucía abrió los ojos, sintiéndose desorientada. Al ver al anciano, se sorprendió.
—¿Dónde estoy? —preguntó, mirando a su alrededor.
El anciano sonrió suavemente y respondió:
—Mi nombre es Urelet, un antiguo contratista de espíritus. Al verte, creo que tú también eres como yo. Pero antes de seguir hablando, deberías presentarte, jovencita.
Lucía, aún sorprendida, se presentó.
—Soy Lucía. Gracias por salvarme.
Urelet asintió y le ofreció una sopa caliente.
—No te preocupes, cualquiera lo hubiera hecho. Aquí tienes una sopa. Bébela o tírala, como prefieras.
Lucía tomó la sopa y la bebió, sintiendo el calor reconfortante en su cuerpo. Mientras comía, Urelet la observaba con curiosidad.
—Dime, Lucía, ¿qué te trae por aquí? —preguntó Urelet.
Lucía le contó su historia, desde su transformación en una niña pequeña hasta su secuestro por Darius. Urelet escuchó atentamente, asintiendo de vez en cuando.
—Parece que has pasado por mucho —dijo Urelet—. Pero no te preocupes, estás a salvo aquí.
Mientras tanto, Darius continuaba su búsqueda, siguiendo el rastro de Lucía hasta el río. Al ver que la corriente la había llevado lejos, se sintió frustrado, pero no se dio por vencido.
—No puedo fallar —se dijo a sí mismo—. Debo encontrarla.
En el campamento, el Capitán Roderick y sus hombres seguían buscando a Lucía, decididos a rescatarla. Sabían que cada minuto contaba y que debían actuar rápidamente.
—No podemos dejar que se la lleve —dijo el capitán, decidido—. Vamos a encontrarla y traerla de vuelta.
Hugo, Mateo y los demás amigos de Lucía se unieron al grupo de búsqueda, armados y listos para enfrentar cualquier peligro. Sabían que Darius era un cazador hábil y que no sería fácil rescatar a Lucía.
De vuelta en la tienda de Urelet, Lucía se sentía más segura. Sabía que con la ayuda del anciano, podría encontrar una manera de regresar con sus amigos y enfrentar a Darius.
—Gracias por todo, Urelet —dijo Lucía, agradecida.
—No hay de qué, Lucía. Ahora descansa. Mañana será un nuevo día y debemos estar preparados para lo que venga —respondió Urelet.
Lucía asintió y se recostó, sintiéndose más fuerte y segura. Sabía que con la ayuda de Urelet y la sabiduría del Árbol Madre, podría enfrentar cualquier desafío que se presentara.