*Actualizaré diariamente*
Noah, es un cirujano cardíaco, que vive su vida sin preocupaciones, tomando el sexo como una herramienta para disfrutar en lugar de una muestra de afecto. Es entonces que conoce a alguien que le hace cambiar su forma de ver el amor y la vida.
*Atención, está es una historia "Yaoi" ”Ga1s" si no te gusta este género, por favor, no sigas adelante y no hagas comentarios agresivos sobre este género, gracias ❤️
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Capitulo 17— El rechazo
El sol ya se encontraba en lo alto cuando Noah finalmente se levantó del sofá. Estiró los brazos y se frotó los ojos, aún sintiendo los efectos del cansancio acumulado, pero al menos su cuerpo se sentía menos tenso. La luz que entraba por las ventanas llenaba la habitación de un cálido resplandor, pero había algo más en el ambiente. Noah lo notó en cuanto se puso de pie, como si una tensión invisible lo rodeara.
Gael estaba en la cocina, concentrado en preparar el almuerzo. El olor de los ingredientes frescos llenaba el espacio, y Noah, curioso, se acercó. No podía recordar la última vez que alguien había cocinado para él de esa manera. Claro, había tenido cenas rápidas con amigos, y alguna que otra cita que terminaba con una comida hecha en casa, pero eso… era diferente. Aquí había algo más. Algo íntimo y simple que le resultaba desconcertante.
—No puedo creer que sepas cocinar —dijo Noah con una sonrisa medio burlona mientras se apoyaba en el marco de la puerta.
Gael, con una expresión concentrada, levantó la vista por un momento y luego volvió a su tarea.
—Es una habilidad útil —respondió con calma—. Pasaba mucho tiempo en casa cuando era pequeño, así que tuve que aprender. Mi familia no siempre estaba disponible, y a veces me quedaba con hambre si no me las arreglaba yo mismo.
La conversación se quedó en el aire por un momento mientras Noah observaba los movimientos precisos de Gael. Verlo de esta manera, en su propio mundo, le resultaba intrigante. Había algo en la forma en que sus manos se movían, en la seriedad de su expresión, que le hacía ver a Gael bajo una nueva luz. ¿Por qué no se había dado cuenta antes de cuán capaz era?
Noah, con su naturaleza impulsiva, intentó probar un poco de la comida que Gael estaba preparando, pero antes de que pudiera siquiera acercarse a la sartén, Gael le dio un manotazo en la mano.
—¡Espera! Aún no está lista —le advirtió con una sonrisa en los labios, que era una mezcla de amabilidad y firmeza.
Noah se echó hacia atrás, riéndose entre dientes, y se apoyó en el mostrador, observando en silencio cómo Gael terminaba de preparar el almuerzo. Durante unos minutos, no dijeron nada más. El único sonido era el de la comida chisporroteando en la sartén y el leve murmullo de la televisión encendida en la sala. Noah no estaba acostumbrado a estos momentos de calma, pero de alguna manera le resultaban reconfortantes. Quizás porque había estado viviendo a un ritmo tan acelerado durante tanto tiempo que había olvidado lo que se sentía detenerse y simplemente estar.
Finalmente, Gael terminó de cocinar y sirvió los platos. Llevó la comida al comedor y colocó todo con cuidado sobre la mesa. Noah tomó asiento frente a él, pero justo en ese momento, su teléfono vibró. Una notificación tras otra. Noah lo sacó del bolsillo, y en cuanto vio la pantalla, su atención se desvió de inmediato a otra parte. Gael lo miró de reojo mientras Noah revisaba sus mensajes, con una leve sensación de incomodidad formándose en su pecho.
Habían pasado días desde aquel beso, y aunque la situación entre ellos no había cambiado de manera obvia, Gael podía sentir la distancia crecer con cada día que pasaba. Se había dado cuenta de que, aunque Noah estaba presente físicamente, su mente y su corazón parecían estar en otro lugar. Y lo peor era que no sabía cómo abordar ese tema sin parecer desesperado.
Después de unos minutos de silencio incómodo, Noah levantó la vista de su teléfono y habló, como si estuviera haciendo un anuncio casual, sin importancia.
—No voy a regresar en la noche —dijo sin levantar mucho la voz, volviendo su atención a la pantalla.
Gael sintió un pinchazo en el pecho. Intentó disimular su reacción, enfocándose en su comida, pero el apetito que había tenido hacía unos minutos se desvaneció por completo. Le llevó unos segundos procesar las palabras de Noah, que continuó hablando como si nada.
—Recuerda la rutina usual, ¿sí? Cierra la puerta con llave y asegúrate de que todas las ventanas estén cerradas. No quiero que te pase nada.
Noah terminó de decir aquello, y sin esperar una respuesta, se levantó de la mesa. Agradeció brevemente por la comida y comenzó a caminar hacia la puerta, como si no hubiera nada más que decir. Como si fuera un día cualquiera. Como si no hubiera nada más entre ellos aparte de una comida compartida y unas instrucciones rutinarias.
Gael lo observó alejarse, sintiendo que su oportunidad se escapaba entre sus dedos. Había algo en la frialdad de las palabras de Noah que le dolía más de lo que esperaba. No podía dejarlo ir sin más, no esta vez. No podía quedarse en silencio mientras las palabras se acumulaban en su garganta, presionando para salir. Algo dentro de él, una mezcla de desesperación y miedo, lo impulsó a actuar antes de que fuera demasiado tarde.
Sin pensarlo dos veces, Gael se levantó rápidamente y agarró la camisa de Noah justo cuando estaba a punto de salir por la puerta. Noah se detuvo en seco y giró la cabeza para mirar a Gael, con una expresión de sorpresa en el rostro.
—¿Qué haces? —preguntó, desconcertado.
Gael lo miró con los ojos llenos de una emoción que había estado conteniendo durante semanas. No sabía cómo expresarlo en palabras, pero lo intentó de todos modos, aunque su voz salió más baja de lo que esperaba.
—¿No puedes volver a casa hoy? No quiero dormir solo...
Por un segundo, solo un segundo, Gael pensó que Noah lo entendería. Que vería la vulnerabilidad en su rostro y se acercaría, lo abrazaría con la misma calidez que lo había hecho en la mañana en el sofá. Que, tal vez, en el fondo, Noah sentía lo mismo, aunque fuera solo un poco.
Pero la realidad fue mucho más cruel de lo que Gael estaba preparado para enfrentar.
La mirada de Noah, que al principio había sido de sorpresa, se volvió fría. Tan fría que Gael sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Noah se zafó del agarre de Gael con suavidad, pero con una firmeza que dejó claro que no iba a cambiar de opinión. Su voz, cuando habló, fue distante, casi como si estuviera hablando con un desconocido.
—¿De qué estás hablando? Te acabo de decir que no regresaré.
Gael sintió cómo su estómago se hundía con esas palabras. Quiso decir algo, justificar su petición, explicar el porqué de su miedo a quedarse solo esa noche. Pero antes de que pudiera articular alguna respuesta, Noah continuó hablando, y lo que dijo a continuación lo destrozó por completo.
—Sabía que no serías capaz de soportarme. Si no quieres estar solo, entonces lo mejor será que regreses a casa.
Gael se quedó paralizado. Las palabras resonaron en su cabeza una y otra vez, como un eco cruel que se negaba a desaparecer. Noah ni siquiera le dio tiempo para responder. Simplemente se giró y salió por la puerta, dejándola cerrarse detrás de él con un suave clic.
Gael se quedó de pie, mirando la puerta cerrada, sintiendo cómo el mundo a su alrededor se desmoronaba en silencio. Todo lo que había construido en su mente, todas las expectativas, los sentimientos, las esperanzas que había guardado en su corazón… todo se derrumbaba en ese instante.
El departamento se sintió repentinamente más grande, más vacío. El silencio que antes había sido cómodo ahora era insoportable, una presencia que lo asfixiaba. Gael dejó caer la mano que había agarrado la camisa de Noah, y luego, lentamente, se deslizó hasta el suelo. Se quedó ahí, sentado frente a la puerta, con la cabeza entre las manos, tratando de procesar lo que acababa de suceder.
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¿Qué he hecho? - pensó Noah- Él estaba suplicado con sus ojos y sus delicadas manos... Y lo rechacé...