Arlo pasó la vida feliz al lado de su esposa, la única mujer con la que estuvo y la única mujer a la que amó. Pero siempre tuvo el deseo secreto de estar con otras mujeres. Tras una complicación respiratoria, muere y reencarna a sus 17 años de edad, una año antes de ponerse de novio con Ema, su esposa. En esta segunda vuelta planea, antes de emparejarse, estar con tantas mujeres como pueda. Pero una simple modificación en la historia provoca que su unión no se concrete.
Arlo deberá mover cielo y tierra antes de que sea demasiado tarde y se vea obligado a pasar el resto de su (segunda) vida sin su alma gemela.
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Apogeo
Lentamente, el profesor de física más temible de todos giró la cabeza, apartando la mirada de su víctima y poniéndola sobre su retador. Era impresionante lo que ese hombre podía lograr sin moverse de su escritorio ni decir una palabra. Cuando dejó de ser el objetivo de la furia de Verutti, Agustina suspiró, liberándose de la gran presión, y se llevó las manos a los ojos para tapar sus lágrimas. Un compañero se le acercó y la escoltó hasta un asiento vacío mientras la consolaba. Giovanni estaba boquiabierto, por primera vez no se le ocurría algo para decir. Mateo tenía la vista puesta en su pupitre, no quería involucrarse de ninguna manera en lo que estaba por pasar. Los demás estudiantes parecían seguir un partido de ping pong con los ojos. Intermitentemente miraban al profesor y al valiente alumno que lo había desafiado. Arlo estaba nervioso ante la inesperada reacción de Verutti. Ya no estaba rojo ni escupiendo saliva y eso, por alguna razón, inquietaba al muchacho.
_ ¿Nombre?
Fue lo único que salió de la boca de Verutti. Arlo no comprendía porque no lo atacaba sin piedad. Creía preferir eso antes que la presión de no saber cuándo vendría el golpe. No sabia para que le preguntaba eso, pero no quería cometer otra insubordinación._ Arlo.
Verutti tomó por primera vez la lista del curso que tendría que haber usado al principio de la clase para tomar asistencia en vez de comenzar a dictar consignas de examen. Con dificultad examinó la lista unos instantes, y luego sacó del bolsillo de su saco una birome roja.
_ Ah si, acá está. Tiene entonces el presente, y un rojo. Este es su primer aviso antes de que lo sancione, ¿está claro?
Esa manera tranquila y fría de desenvolverse lo hacían ver como un villano. Ya no era un idiota que perdía el control, se habia convertido en algo así como un jefe mafioso. Sin embargo no parecía estar impartiendo un castigo muy grave. Era simplemente un rojo que no significaba nada aún. Estaba a tiempo de salvarse. Pero una vez más sus impulsos atacaron cuando recordó que Agustina todavía no estaba habilitada a hacer el examen.
_ ¿Me pone un rojo por impedir una injusticia?_
El profesor continuaba anotando algo, y en cuanto escuchó la pregunta de Arlo, su cara cambió completamente. Parecía no entender lo que le estaba planteando su estudiante.
_ ¿Injusticia? ¿Usted se cree un superhéroe por hacer esto?
_ ¿Y usted se cree superior por aprovechar su autoridad para molestar a los estudiantes? _Arlo ya no titubeaba. Lo reconfortaba ver a su alrededor. Si bien todos estaban en silencio, tenía la sensación de que sus compañeros se morían por empezar a alentarlo, como si de un partido se tratara, en esa batalla que libraba contra Verutti.
_ Yo solo estoy corrigiendo la impuntualidad de su compañera, así como ahora con un rojo corrijo tu falta de respeto. _ Verutti también intentaba conservar la calma, pero se notaba de lejos que era alguien con pocas pulgas.
_ Ya le dio una justificación de por que llegó tarde, debería darle el derecho de hacer el examen. Examen que usted decidió tomar hoy sin darnos tiempo de preparar nada.
_ ¡¿Pensas que podes decirme como hacer mi trabajo?! Hace casi cincuenta años que soy docente, no me llegas ni a los talones. _Nuevamente había levantado la voz, y ya no trataba de usted al muchacho. Supo entonces que tenía que calmarse. _ Pero está bien. Si queres ser una especie de justiciero, tenes que asumir los riesgos que eso conlleva ¿no?_
_ Supongo._ En su habla había pura valentía, ni una gota de miedo. Ya se había enfrentado a él una vez, no le temblaba el pulso, aunque eso significara recibir una sentencia nuevamente.
_ Bien, entonces... yo dejo a la compañera hacer el examen, pero vos vas a tener un aplazo. Es una entrega por otra. ¿Un trato justo no?
En su interior creció la bronca de haber estado estudiando para dar la prueba perfecta, la cual ahora sería completamente anulada. Pero peor le parecía dar el brazo torcer. _ No realmente, pero acepto. Tengo lo que se necesita para remontar este aplazo._
_ ¿Ah si? Lo veo muy confiado, Arlo. ¿Está diciéndome que sabe todo lo necesario para aprobar mi materia?
_ Si.
_ Entonces ese examen, que es de revisión y conforma el temario de lo que vieron el año pasado, estará perfecto, ¿verdad?
_ Está perfecto.
_ Hagamos una cosa. Voy a corregirlo acá y ahora. Si de verdad es digno de un diez, te pondré esa nota, y además tu compañera va a poder hacer el examen. Pero si encuentro aunque sea un error, tanto usted como ella van a tener el aplazo que se merecen, ¿que dice?
En ese momento, Arlo no tenía nada que envidiarle al más valiente gladiador romano. _ Acepto._
Sin decir más, Verutti pidió la prueba, y Arlo caminó hacia el escritorio para entregarla. El profesor comenzó a revisarla, mientras todos los demás estaban expectantes, mirándose unos a otros, sin hacer ni un ruido. Arlo, para su propia sorpresa, estaba calmado. Ya no le importaba nada. Aunque por supuesto, ganarle de esa forma la discusión a su Verdugo sería un desenlace épico. Verutti amagó varias veces con hacer anotaciones con su preciada birome roja, pero en todas las oportunidades se vió obligado a echarse atrás. Finalmente, tras dos minutos de revisión, tiempo en el cual todo el curso se mantuvo en total y absoluto silencio, Verutti hizo a un lado la hoja y miró al frente. Pero no buscó con la mirada a Arlo.
A ver usted._ Dijo mirando a Agustina. _ Pase al frente, pídale el banco a alguno de sus compañeros. Así le dicto las consignas. Tiene quince minutos para entregar el examen. ¡Los demás sigan con lo que estaban!
Arlo sonrió, pero rápidamente se lamentó por no poder expresar la dicha que sentía en ese preciso instante. Su esfuerzo estudiando y su valentía habían valido la pena. Claro que no le iba a salir tan barata "su insolencia", como le gustaba decir al profesor.
_ Perfecto el examen, Arlo. Como verá, soy un hombre de palabra, así que usted tiene un diez y su compañera hará el examen. Pero su insolencia no va a quedarse impune. Se lleva tarea para la casa. Tráigame resuelta la primera unidad del libro para la próxima.
Arlo no protestó esta vez. Asintió con la cabeza, y quiso volver a mirar por la ventana para relajarse, pero se topó con Agustina, que acomodaba sus cosas en la primera fila y que, en cuanto lo vió, le dedicó una sonrisa tímida. Tras una clase demasiado intensa para comenzar el año, el timbre del recreo sonó, pero nadie se levantó de su asiento. Nadie excepto Verutti, que se despidió de mala gana y salió del aula. Todos siguieron en silencio, y Giovanni caminó hasta la puerta entreabierta y miró hacia afuera. Tras unos segundos exclamó: ¡Ya está lejos!
Fue entonces que todos empezaron a aplaudir celebrar, felicitando a Arlo por lo que había hecho. Los festejos duraron todo ese primer recreo, pues nunca nadie había logrado hacerle frente de tal manera a Marcelo Verutti.
Después de una segunda clase que pasó sin anormalidades o inconvenientes, los constructores salieron al patio y se separaron. Arlo caminó por los pasillos internos y externos del colegio, siendo en el trayecto el centro de las miradas de varias personas. Se sentía bien, victorioso, fuerte. Pero aun así no detuvo su marcha, y caminó hasta llegar a un pequeño patio donde no había nadie. El patio daba a un pasillo. Arlo chequeó que nadie lo estuviese mirando y entró. Cuando salió al exterior nuevamente, había llegado al estacionamiento del colegio. Sin perder tiempo, empezó a buscar algo entre los autos, hasta que alguien lo llamó.
_ ¿Primer día y ya te mandaste cagadas? ¿Ves porque no te tenes que separar de mi? Cuatro meses afuera y ya te convertiste en un salvaje.
Arlo se rió y abandonó su búsqueda entre los autos. Arriba de una columna, sentado plácidamente, estaba David, su mejor amigo._ ¿Qué haces ahí arriba? ¿Queres que te sancionen? Dale, baja y saludame.
_ Bue, mira quien habla, el revolucionario. Subí vos.
Arlo pegó un salto y subió a la columna. Una vez ahí saludó a David._ ¿Entonces ya se enteraron todos? ¡Qué velocidad!
_ Obvio que si. ¿Se puede saber qué se te pasó por la cabeza para enfrentar a Verutti? _ Mientras hablaba, sacó de su mochila un paquete de cigarrillos y un encendedor.
_ Me salió re bien al final.
_ Si. Te salió bien de pedo. Pero al menos ahora todos están hablando de vos. Parece que notaron tu gran cambio. _ . Prendió un cigarrillo, fumó, y le ofreció a su compañero, que lo rechazó. _ ¿Que pasa, ahora que vas al gimnasio no fumás?
_ No seas boludo. Ni voy al gimnasio, ni fumaba antes de este verano._Su amigo le dio la razón, Arlo jamás había probado un cigarrillo.
_ ¿Es cierto que están hablando de mi?
_ Mucho, igual no te emociones tanto, que acá somos casi todos pibes. La prueba final va a ser cuando tengamos Gimnasia el viernes y compartamos el campo de deportes con los de la mixta y las pibas del Santa María. _
Era tarde para pedirle que no se emocione. Estaba completamente ilusionado. Había vuelto a sus días de gloria, y tenía el presentimiento de que esta vez todo sería incluso mejor. Pero de momento, le agradaba estar conversando nuevamente con su gran amigo.
_ Bueno, ¿que novedades hay? Un compañero me contó que este verano estuvo agitado.
David le dio una pitada más al cigarrillo y expulsó una gran cantidad de humo.
_ Acomodá el culo, porque pasaron bastantes cosas mientras vos no estabas.