Erika: Heredera De La Mafia

.Los días siguientes transcurrieron con lentitud. Alejandro la cuidaba, trayéndole comida y medicinas mientras revisaba diario la herida de bala ya suturada con 3 puntos. La pequeña casa donde se escondían estaba en un barrio modesto de Bariloche. Las paredes, pintadas de un color deslucido, daban cuenta de la precariedad del lugar. Pero era seguro, al menos por ahora.

—Te traje unas milanesas con puré, necesitás recuperar fuerzas —dijo Alejandro una tarde, dejando el plato sobre la mesa junto a la cama.

Erika le sonrió débilmente y comenzó a comer. El sabor familiar de la comida casera le dio un poco de consuelo en medio del caos.

—Gracias, Alejandro. No sé cómo voy a poder agradecerte todo lo que estás haciendo por mí —dijo Erika, con la voz un poco más tranquila luego de días difíciles.

—No tenés que agradecer nada. Es lo que tengo que hacer. Se que tu viejo y mi viejo estaban metidos en cosas muy turbias, pero gracias a eso mi papá me costeo los estudios y soy el médico que soy hoy. Es lo mínimo que puedo hacer —respondió Alejandro, con firmeza en su voz.

—¿Sos médico? —preguntó Erika, más tranquila sabiendo que estaba en buenas manos.

—Crei que te habías dado cuenta. ¿Cómo crees que pude tratar tu herida de bala? —dijo Alejandro, riendo un poco para relajar el momento.

Mientras Erika se recuperaba, Alejandro pensaba en como continuar, era peligroso que Javier y Valdez se enteran de que Erika seguía con vida. Si la intentaron matar una vez, lo intentarían otra vez. Pero lo peor es que Alejando y Erica, ignoraban la presencia de los rusos en este peligroso juego.

Entre charla y charla, Alejandro recibió una llamada. Haciendo una seña con su dedo, le pidió a Erika que guardara silencio. Quien lo estaba llamando era Javier.

[ Llamada telefónica]

—Alejandro, ¿cómo andás? ¿Te acordás de mí? Soy Javier... Te llamo porque necesito tu ayuda, lamento lo de tu viejo, pasaron un montón de cosas. Mataron a mi viejo, a mi vieja y a mi querida hermanita —decía, tratando de sonar triste—. Ahora estoy a cargo de todo, y necesito hombres de confianza. Mi viejo se había metido con los rusos y todo se fue al carajo.

Alejandro escuchó todo con atención, analizando cada palabra y enterándose de cosas que no sabía.

—¿Qué puedo hacer por vos, Javier? ¿ Paso algo más, estás bien? —respondió, tratando de mantener la calma mientras miraba fijamente a Érika.

—Solamente necesito los contactos de mi viejo. Tu viejo debería tener una libreta o algo con los números anotados, él guardaba todo —dijo Javier, un poco agitado, su voz expresaba desesperación—. Sé que tu viejo era de confianza, por eso recurro a vos. Ayúdame y si necesitas plata, me decís cuánto, no hay drama.

Alejandro tragó saliva. Cada palabra de Javier parecía envenenada, pero no podía permitirse mostrar desconfianza

—Mirá, no tengo idea. Mi viejo era muy cerrado en esos asuntos, pero si encuentro algo, te llamo. Dale —respondió Alejandro, deseando que la llamada terminara cuanto antes.

—Te lo agradecería, Alejandro. La situación está complicada, y si no hacemos algo rápido, todos vamos a estar en peligro. Los rusos van a buscar hasta el último conocido de mi viejo y nos van a hacer boleta. Cuidate, y manteneme al tanto —dijo Javier, colgando con una nota de aparente preocupación.

Alejandro intentaba procesar todo lo que le había dicho Javier. Había demasiada muerte para procesar. Si era verdad, sería un escándalo público, y podría saber más de qué iba todo.

Se puso de pie y encendió una pequeña televisión que tenía en aquella habitación, pasando de canal en canal con creciente frustración. Habían pasado unos días desde todo lo sucedido, pero no había rastro de nada en las noticias. Ni una mención, ni una línea sobre lo ocurrido. Nada.

—Esto ya es una mierda —murmuró para sí mismo, deteniéndose en un canal de noticias locales.

Las mismas historias de siempre: robos menores, el tráfico matutino, un nuevo escándalo político. Pero ninguna mención sobre la muerte de Roberto, o sobre intentos de homicidio, o tiroteos. No había nada en las noticias. ¿Cómo era posible que algo tan grande no estuviera en los titulares?

Alejandro apagó la televisión con un suspiro exasperado. Sabía que la policía tenía maneras de manipular la información, de mantener ciertas cosas fuera del ojo público. Pero esto... esto era diferente. Estaban cubriendo un rastro de sangre que no se podia simplemente barrer bajo la alfombra. Sobre todo, porque Roberto era muy conocido en la ciudad, no era posible que nadie supiera que fue asesinado.