Tras sacrificarlo todo para preservar la vida de su hija, se ve obligada a ocultar su supervivencia para enfrentarse a una de las mayores batallas de su existencia: la lucha contra un ejército de no muertos que ansían la muerte de su propia hija.
Decidida a obtener la victoria, Genevieve se embarca en una peligrosa misión para recuperar la corona de su abuelo, el último rey de los tritones, arrebatada por el hombre que la mantuvo prisionera y la sometió durante años. En su odisea, se cruza nuevamente con el padre de su hijo por nacer, cuya muerte lo dejó desolado.
¿Logrará Genevieve reclamar la corona perdida y garantizar la seguridad de su familia frente a las fuerzas de la oscuridad?
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CAPÍTULO 16
Dejándose llevar por las órdenes de quién sería su ahora mujer, Karl mordió un lado de su busto, mientras el otro lo pellizcaba, sin dejar de masajear. Anisha de inmediato cerró sus ojos, un sentimiento extraño hacía que todo lo malo que le hizo Somnus se fuera a un lado. Se sentía genial y poderosa al tener ahora sumisos a esos tres hombres.
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NUEVE MESES DESPUÉS
La situación para el emperador, asesino del último rey tritón, era bastante crítica. No solo debía solucionar todo lo que su hija Fiona dejó sin terminar, luego de que muriera, sino también debía afrontar el desastre que el ejército de los no muertos estaban haciendo mientras se abrían paso hasta donde él estaba.
—A este paso moriré—susurró el emperador observando el mapa—¡Maldición!
Desesperado porque ni siquiera tenía el poder, su sello imperial, solo podía fiarse de su hijo mayor y del ejército para protegerse; sin embargo, era inevitable la llegada de los no muertos y que estos tomaran su vida. No obstante, cuál fue su sorpresa al ver el espectro de su hija muerta en el espejo.
—¡¿Fiona?!—preguntó cayéndose al piso—¡¿Eres tú, hija?!
—Padre...—respondió con la mirada vacía—si poder quieres encontrar, la corona del último rey tritón deberás llevar a su trono.
Sin darle más información, aquella horrorosa imagen desapareció, dejando pasmado a su padre; no obstante, apenas cayó en cuenta lo que le dijo, fue de inmediato a la boveda imperial, donde en efecto encontró la corona de quien había sido el abuelo de Genevieve.
Con nerviosismo, la tomó en manos e intentando controlar su temblor, intentó ponersela en vano, era muy poco el brillo que emanaba. Si bien tenía algo de poder espiritual en ella, debía recargarse estando en contacto con el trono del fallecido rey. Sabiendo que aquella era su última oportunidad de tener más poder para defenderse, salió rumbo a verse con sus generales: debían abrirse paso en la zona del mar que perdieron contra Somnus y poder llegar así a la isla.
Sin pensarlo, el espectro que se había materializado en la figura de su hija muerta, había tomado la forma de Yuna, quien salió del mundo de los espejos para volver a la realidad. Una vez emergió de su cuarto, se reunió con todos los nuevos miembros de los kingsglaive, incluyendo Anisha.
—Ya está hecho—le dijo en el salón de los kingsglaive—el emperador ha caído en la trampa, ahora solo queda reforzar el terreno a nuestro favor. La misma noche en que este y el príncipe Máximo pisen tierra firme...
—¡Deberán morir!—respondieron todos al unisono.
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Luego de varios días de aquel encuentro entre Yuna y el emperador, mientras Somnus se recuperaba poco a poco, quedando con claras marcas de su maldición y haciendo que dejara de ser el rey guapo que una vez había sido admirado, en una noche de luna llena, Genevieve se encontraba en labor de parto. No obstante, si bien no era el primer bebé que daba a luz, debido a su estado de salud deteriorado, le estaba costando un poco más dar a luz a su segundo hijo.
—Si algo me pasa—le dijo a Yuna—dale a Somnus mi hijo.
—No te pasó nada con Abril—la consoló—ahora mucho menos con tu hijo, ¡no te rindas!
Mientras algunas mujeres de la guardia real, quienes estaban recibiendo entrenamiento para convertirse en auxiliares médicas, atendían el parto, Yuna redireccionaba el flujo vital de Genevieve para que pudiera soportar el parto. La mujer, al ver la luna en su máximo esplendor, mordió las sabanas mientras hacía más fuerzas.
Luego de dos horas de parto, casi inconsciente, Genevieve escuchó el llanto de su bebé, provocando que este llorara de la alegría. Luego de que se le fuera informado de que era un niño, sintió como su bebé fue colocado en su pecho y como su pequeño corazón sonaba al unísono con el de ella.
—¿Cómo lo llamarás?—le preguntó Yuna.
Recordando, mientras besaba la cabecita de su segundo hijo, la enorme luna llena cuyo brillo no se dejaba opacar por la noche, sonrió antes de decir el nombre del principito.
—Noctis—dijo antes de caer inconsciente—su nombre será Noctis.
Esa misma noche, tanto en el imperio como en el reino de Somnus, se comenzaría a saber de casos de miles de seres mágicos y humanos que, al borde de la muerte ya sea por enfermedad, hambruna o víctimas del ejército de los no muertos, se estaban convirtiendo en sirenas o tritones con el solo contacto del agua.
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Mientras descansaba tras dar a luz, el alma tanto de Somnus como de Genevieve, quiénes sufrían cada que se adentraban en el mundo de los sueños, habían logrado encontrar en común un momento de paz. Genevieve, quien pensaba que era solo un simple sueño, observó a lo lejos como un hombre se encontraba por ahorcar en la rama de un árbol frente a la playa.
Sintiendo una enorme desesperación, logró sacar una daga y tirarla a la cuerda, haciendo que el hombre cayera bruscamente al suelo. Fue así que, antes de acercarse por completo, pudo ver quién era. Tanto ella como Somnus estaban sin habla por haberse reencontrado; sin embargo, el rey, sintiendose horrendo por como estaba su piel, desvió su mirada con verguenza.
—¡No me veas!—gritó—¡Soy horrendo!
—¡Somnus!—dijo en un susurro lastimero.
El hombre, quien tampoco sabía si era un sueño o era verdad lo que veía, se arrastró hasta los pies de Genevieve y abrazando sus rodillas, comenzó a llorar, provocando que esta perdiera también el equilibrio. Estando finalmente debajo de él, Genevieve abrazó su cuello mientras seguía escuchándolo llorar.
—¡Lo siento!—gritó con más amargura—¡TODO ESTO ES MI CULPA!
Ni siquiera aceptando con resignación el castigo que le puso Anisha había permitido que su alma encontrara paz un solo segundo, su cuerpo se encontraba tan destrozado por las constantes pesadillas, que muchas veces intentó quitarse su vida. No había sido las heridas físicas lo que más le dolía, sino toda la oscuridad que de estas emanaban.
—¡Soy un monstruo! ¡No merezco perdón!—habló sin pausa—¡Cómo lo siento!
Genevieve, quien tampoco podía distinguir si en efecto era un sueño o algo más lo que estaba pasando, se quedó en silencio por varios minutos pensando en que decirle. No obstante, sintiendo que dentro de poco despertaría, le dijo aquellas palabras que tanto tiempo quise decirle y más aún cuando estaba cargando en su vientre a su hijo.
—Te amo—dijo antes de desaparecer—te amaré por siempre, aun cuando seas un monstruo.
Somnus abrió sus ojos con rudeza al escuchar aquello, dándose cuenta de que se había quedado dormido luego de que la viga de madera en su oficina no aguantara su cuello y cayera inconsciente aún con la cuerda en su cuello. Llorando al recordar lo que le había dicho Genevieve, se quedó bajo la penumbra de la noche, en su despacho solitario, anhelando en su corazón que fuera verdad que ella estuviera con vida.
Yuna, quien había logrado estabilizar la energía vital de Genevieve, dejó a solar a la próxima reina, quien estaba llorando mientras daba leche a su hijo. El tiempo era oro y debían prepararse para la llegada en cuestión de semanas de su mayor enemigo. Aquello era algo que incluso la princesa caída sabía con certeza.
—Bebé—habló acariciando su mejilla—mamá luchará pronto, por lo que pronto conocerás a tu padre, ¿sé bueno con él, de acuerdo?
Si bien Noctis tenía más rasgos de ella que de Somnus, en especial su cabello, algunas facciones eran similares a los de su padre. Sonriendo con amargura, sabía que el padre de su hijo cuidaría bien de él, aun cuando ella quedara atrapada en la oscuridad en una batalla de vida o muerte.