Fantomena Luna Night

Cassandra permanecía sentada al borde del acantilado, con la mirada fija en el vasto horizonte. El manto oscuro de la noche se extendía ante ella, mezclándose con las sombras de su mente. La presencia de la luna oscura se había vuelto más intensa que nunca, susurrándole promesas de poder y control. A pesar de la seducción de esa voz, sabía que su verdadero deseo era proteger a sus amigas de la influencia devastadora que la atormentaba.

“Debo alejarme de ellas,” pensó, tragando el nudo en su garganta. “No puedo arriesgarme a herirlas. No a ellas.”

De pie en la entrada del santuario, Aurora observaba a Cassandra desde lejos, sintiendo una creciente inquietud en su corazón. Había notado el cambio en Cassandra, la manera en que se aislaba cada vez más del grupo y cómo la luz en sus ojos parecía desvanecerse día a día.

—¿Aurora? —preguntó Selene, acercándose con cautela—. ¿Estás bien?

Aurora asintió, aunque su mirada no se apartaba de Cassandra.

—Me preocupa Cassandra. La veo alejarse más y más de nosotras, y no sé cómo alcanzarla.

Selene colocó una mano reconfortante en el hombro de Aurora.

—Tal vez necesite algo de tiempo a solas. Pero no podemos dejarla enfrentar esto sola, especialmente no ahora.

Aurora asintió, sabiendo que Selene tenía razón. Pero también sabía que forzar a Cassandra a hablar podría hacer más daño que bien.

Esa misma noche, mientras todos dormían, Cassandra decidió que era el momento de partir. Se vistió con cuidado, asegurándose de no hacer ruido mientras recogía sus cosas. En su corazón, sabía que era lo mejor para todas. Dejaría el santuario, alejaría la oscuridad de sus amigas y encontraría una manera de detener la influencia de la luna oscura por su cuenta.

Justo cuando estaba a punto de salir, Aurora apareció en la entrada, su expresión seria pero llena de preocupación.

—Cassandra, ¿a dónde vas? —preguntó Aurora, aunque ya conocía la respuesta.

Cassandra se detuvo, sintiendo que su corazón se aceleraba.

—No puedo quedarme, Aurora. La oscuridad está dentro de mí, y no puedo arriesgarme a lastimarlas.

Aurora dio un paso adelante, su voz cargada de determinación.

—No puedes hacer esto sola, Cassandra. Nos necesitas, y nosotras te necesitamos a ti. No podemos dejar que la luna oscura nos separe.

Cassandra negó con la cabeza, su voz temblando ligeramente.

—No entiendes, Aurora. Siento que estoy perdiendo el control. Cada día es más difícil luchar contra estas voces, estas visiones. Si no me voy ahora, podría ser demasiado tarde.

Aurora sintió una punzada de miedo, pero no dejó que eso la detuviera.

—Lo entiendo, Cassandra. Pero no voy a dejarte enfrentar esto sola. No importa lo que pase, estaremos contigo en cada paso del camino.

Cassandra se quedó en silencio por un momento, luchando con sus emociones. Finalmente, dejó escapar un suspiro resignado.

—Está bien, Aurora. Pero no puedo prometerte que será fácil. La oscuridad es poderosa, y temo lo que pueda hacer.

Aurora sonrió ligeramente, sintiendo una renovada esperanza.

—No importa cuán poderosa sea la oscuridad, siempre habrá luz para contrarrestarla. Y juntas, podemos encontrar esa luz.

Los días siguientes fueron una prueba para todo el equipo. Mientras que Cassandra continuaba luchando contra la influencia de la luna oscura, las Fantomenas trabajaban incansablemente para descubrir más sobre los Nocturnos y su conexión con la oscuridad. Con cada descubrimiento, se daban cuenta de la magnitud de la amenaza que enfrentaban.

“Necesitamos encontrar una manera de proteger a Cassandra de la luna oscura,” dijo Selene una tarde mientras examinaba un mapa antiguo.

Aurora asintió, su mente trabajando rápidamente mientras analizaba la información que habían reunido.

“Si la luna oscura es una manifestación de un poder mayor, entonces debe haber una manera de contrarrestarla,” respondió, su voz llena de determinación.

Las Fantomenas pasaron horas estudiando textos antiguos y mapas misteriosos, tratando de encontrar alguna pista sobre cómo detener la influencia de la luna oscura. Mientras tanto, Cassandra se aislaba cada vez más, temiendo que su mera presencia pudiera poner en peligro a sus amigas.

Una noche, mientras Cassandra caminaba por los pasillos del santuario, sintió una extraña sensación de inquietud. Las sombras parecían moverse a su alrededor, y las voces en su mente eran más fuertes que nunca. Se detuvo en seco, sintiendo que su corazón latía con fuerza en su pecho.

De repente, una figura oscura apareció ante ella, sus ojos brillando con una luz siniestra.

—Cassandra —susurró la figura—. Sabes que no puedes escapar de nosotras. La oscuridad está en tu sangre, en tu alma. Ríndete, y te mostraremos un poder que nunca antes habías imaginado.

Cassandra retrocedió, su cuerpo temblando.

—No… No quiero… —murmuró, su voz apenas audible.

La figura avanzó, sus pasos silenciosos pero seguros.

—Es inevitable, Cassandra. La luna oscura te ha elegido. No puedes luchar contra lo que eres.

Cassandra sintió que las lágrimas llenaban sus ojos, pero antes de que pudiera decir algo, una luz brillante inundó el pasillo. La figura oscura retrocedió, sus ojos llenos de ira.

Aurora apareció al final del pasillo, su mano levantada, emanando una luz pura y brillante.

—No la tocarás —dijo Aurora, su voz firme y desafiante.

La figura oscura siseó antes de desvanecerse en la sombra.

Cassandra se dejó caer al suelo, su cuerpo sacudido por sollozos silenciosos. Aurora corrió hacia ella, abrazándola con fuerza.

—Estoy aquí, Cassandra. No voy a dejar que la oscuridad te tenga —susurró Aurora, su voz llena de amor y determinación.

Cassandra asintió, aferrándose a Aurora como si fuera su ancla en medio de la tormenta.

A medida que pasaban los días, el equipo de Fantomenas se unió más que nunca, decidido a encontrar una manera de proteger a Cassandra y detener la influencia de la luna oscura. Sabían que la batalla que enfrentaban era más grande de lo que nunca habían imaginado, pero con su amistad y determinación, creían que podían superar cualquier obstáculo que se les presentara.

Mientras tanto, Cassandra continuaba luchando contra la oscuridad dentro de ella, sabiendo que, con el apoyo de sus amigas, tenía la esperanza de encontrar la luz al final del túnel.