Después de un accidente de auto, quedé en sillas de ruedas, mi novia habia fallecido. Pasé años en depresión, hasta que un día, cuando mi hermana Antonella y yo salimos a la plaza y la vía ella, una chica sentada en una de las banquetas que estaba junto a la estatua del general.
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NUEVA ETAPA
ADRIÁN JONES
Salí del cuarto del Yara. Llevaba una cara de felicidad.
— Joven, se arreglaron las cosas, puedo notarlo por su cara de felicidad.
— Don José, no sabe lo feliz que soy, pero no le diga a mi madre aún.
— No se preocupe, el secreto queda bien guardado conmigo. Me alegra ver esa sonrisa en su rostro.
El chófer me llevó a casa. Quedé un rato en el jardín viendo las rosas.
— ¿Qué haces aquí? — era Antonella.
— Pensando un poco, tomando una decisión, tal vez. Quiero caminar de nuevo, Pero tengo miedo de quedar con ese sueño frustrado en el intento.
— El doctor había dicho que el querer es poder, tienes una alta probabilidad de caminar si tú lo deseas. Deberías empezar el tratamiento de rehabilitación. Nuestra madre se pondría feliz.
— Voy a pensarlo un poco más— le sonreí.
— ¿Es por Yara?
— Más que por ella, creo que quiero recuperar ese tiempo perdido. Tal vez no pueda modelar otra vez, pero quiero probar cosas nuevas, quiero tener una familia, quiero hacer muchas cosas, viajar por el mundo caminando tomado de la mano de mi futura esposa.
— Wao, qué intensos son esos deseos. Yara te trae locamente enamorado. Hermanito, tu puedes lograrlo. Tienes mi apoyo al 110%. — Anto bella me abrazó.
— Me quiero unir a ese abrazo— era mi madre— ¿a qué debe?
— Madre, solo es que estoy considerando la rehabilitación. Únicamente es eso— mi madre con sus ojos llorosos me abrazó.
— Después de 4 años, creo que este momento es memorable. Lloró de felicidad. Le diré a tu padre que consiga la mejor clínica de rehabilitación.
— Está bien mamá.
Ellas entraron a la casa, yo me quedé un poco más en el jardín. Le puse un mensajito a Yara.
— Eres el motor que me impulsa a hacer cosas nuevas. Te amo Yara.
— Que bonito es ese mensaje— escribió ella.
Después del accidente, es la primera vez que vuelvo a sentirme bien, aún a pesar de que estoy en esta silla de ruedas.
Al día siguiente, le dije a Don José que me llevará a ver departamentos que estuviesen cercanos a la tienda. Quería comprar para Yara.
Lo conseguí. Ahora el detalle es que ella acepte.
Llamé a Yara.
—¿Dónde estás?
— En mi cuarto.
— Paso por ti en una hora, espérame afuera.
Pasé por Yara a la hora que había acordado. Ella estaba afuera.
— Sube— ella muy obediente subió.
La miré y le sonreí. Le tomé la mano.
— Nos puede ver, y si le dice a tu mamá.
— No te preocupes por él, él guardara nuestro secreto.
— ¿A dónde vamos?
— Es una sorpresa.
Llegamos al edificio. Traté de bajarme del auto a la silla de ruedas que José había sacado de la cajuela. Yara quiso ayudarme.
— Tranquila, yo quiero hacerlo.
Cómo siempre la gente miraba sin disimular. No sé que le parece raro, si ver a alguien que baja por si solo del auto o que una mujer acompañe a un hombre que anda en silla de ruedas. Odiaba ese morbo de la gente.
— Bueno, entonces yo aquí si ayudo— ella empujó la silla— Tú me dices donde vamos y yo te llevo.
— José, puedes dar una vuelta. Regresa a las 5 de la tarde.
— Es medio día Adrián. ¿Vamos a estar varias horas por estos lados?
— Entremos al edificio y vamos al ascensor que está a la derecha.
Ella me llevó al ascensor.
— Piso 6. Departamento 14— ella hizo lo que le pedía.
— Es aquí— dijo ella.
Saqué las llaves y abrí.
— Entremos y cierra la puerta.
YARA CORTÉZ
Mi corazón estaba en mil cuando entramos a ese departamento. Era tres veces más grande que la casa de donde me corrió mi padre.
— Este departamento es tuyo— me dio las llaves.
Abrí mis ojos como platos redondos.
— No. No puedo aceptarlo.
— Es que quiero dártelo. Es un regalo, y los regalos no se rechazan.
— Este no es un simple regalo.
— Cuando tengamos sexo, es más fácil pasarme en esa cama desde la silla de ruedas. Este será nuestro lugar.
—Aun así, es mucho para mí.
— Eres mi novia, eres mi mujer y me has dado algo muy valioso y lo quiero recompensar.
—Todo esto es muy acelerado.
— Lo sé. Aunque no pueda estar contigo por las noches, tengo una madre muy sobre protectora y voy a hablar con ella a su tiempo, pero por las tardes o cuando tú o yo quiera podemos estar juntos aquí, no me refiero solo a tener sexo sino a compartir un rato agradable sin las miradas morbosas de la gente.
Entiendo a Adrián, Pero aun así, siento como si me estuviera comprando por un poco de compañía.
— Está bien.
Adrián se dirigió al sofá.
— Ven siéntate— me senté.
— Me siento rara con tantas atenciones.
— Lo sé, Pero quiero que estemos cómodos. Tengo algo que decirte. — Él pausó— Voy a empezar el tratamiento de rehabilitación.
Le tomé las manos.
— Que bien, me alegro. Yo sé que tú puedes lograrlo. Si en algo puedo ayudar, pídelo.
— Lo haré.
Adrián era muy cariñoso conmigo. Era como un cachorrito que buscaba amor.
Así fueron pasando los días.
Dije que iba a renunciar a la tienda, pero al final no lo hice, así que después de las tres de la tarde, él llegaba con José y nos llevaba al departamento. Ahí pasábamos hasta las 7 u 8 de la noche. Esto lo hicimos por los siguientes dos meses.
En este punto, yo me había enamorado de Adrián.