En un pequeño pueblo donde los sueños y la realidad a menudo se entrelazan, Valeria es una joven de 19 años que vive atrapada entre la inocencia de su corazón y las sombras de lo desconocido. Soñadora y curiosa, su vida da un giro inesperado cuando un misterioso desconocido se obsesiona con ella, llevándola a una encrucijada peligrosa. Atrapada en un matrimonio forzado, Valeria descubre que el amor que anhelaba no era más que una ilusión.
En medio de esta nueva vida, se encuentra con su esposo, un hombre de carácter difícil y secretos ocultos. A medida que Valeria navega por las tormentas de su nueva realidad, comienza a desentrañar capas de su propio ser y, poco a poco, descubre que el amor puede surgir en los lugares más inesperados.
Con giros inesperados y emociones intensas, esta historia es un viaje sobre el descubrimiento personal, la lucha por la libertad y la búsqueda del verdadero amor. ¿Podrá Valeria encontrar su voz en un mundo que intenta silenciarla?
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Capitulo XVIII Puede ser mi hija
Punto de vista de Adela
“Señora, ¿piensa ir a esa cena?”. Pregunto, Miguel mi mano derecha.
“Tengo curiosidad por saber que se traen entre manos esas personas”, respondí sinceramente.
“No debe ser algo muy bueno. Lo que supe fue que Leonardo Rizzo se casó con una muchacha humilde y eso es lo que tiene molesto a sus padres”. Explico Miguel con el ceño fruncido.
“Aún hay personas que piensan ser de sangre azul. Ese tipo de personas son mediocres”. Comenté indignada.
Al final decidí ir a ese lugar, algo me decía que fuera y no soy de las que ignoran su sexto sentido. Me puse mi mejor gala y fui a esa casa, llena de víboras ponzoñosas.
Llegue a la reunión de los Rizzo, ellos eran muy herméticos con estas reuniones familiares, pero para hoy habían invitado a personas muy importantes, lo que se rumoreaba era que iban a suspender la pedida de mano con la señorita Campos y su hijo Leonardo. Desde mi punto de vista era demasiado protocolo para algo que debe ser íntimo.
Estaba hablando con algunos invitados, cuando vi llegar a Leonardo acompañado por una hermosa jovencita, ella parecía ser muy joven, le calculaba unos diecinueve años, la misma edad que tendría mi hija a la que he buscado por años. Para ser exactos hace más de trece años que la busco.
Quería acercarme a ella, pero no había tenido la oportunidad, hasta que vi a Leonardo dejarla sola en medio de todas estas yemas. Caminé hacia la joven y la saludé, algo en ella me impacto, su mirada dulce y sin malicia la hacían lucir reluciente y esos ojos azules, eran del mismo color que los de mi hija desaparecida. Tenía que saber más de esta muchacha, así que me senté al lado de ella y empecé a hacerle preguntas. Era muy tímida, y trataba de no equivocarse al responder, era obvio que algo le pasaba.
Después de hablar un rato con ella, llegó Leonardo, ese muchacho me caía muy bien, aunque su familia no. Les hice compañía un momento más y después me retiré, debía pedirle a Miguel que investigará todo sobre esa joven, ya tenía su nombre, ahora le tocaba hacer el resto del trabajo.
Todo iba muy bien, hasta que Sergio Rizzo y su intervención, me pareció tan patético lo que acababa de decir, no entendía como podían existir aún personas con ese pensamiento tan ridículo. Mira que humillar a una pobre muchacha que no tenía malicia alguna.
Después de que el término su anuncio, todos los invitados empezaron a murmurar y hablar mal de Valeria, quien no agachó la cabeza ni por un momento, hasta parecía ser de la realeza cuando se dirigió a la salida caminando con gracia y estilo. Leonardo fue detrás de ella, pero su padre lo impidió, fue entonces cuando se me ocurrió ayudar a esa joven.
Le pedí a Miguel que estacionaria el auto en la entrada que ya me iba a retirar y él así lo hizo, ese muchacho siempre me había ayudado a buscar a mi hija, mi hermosa Ana Lucía. Al salir de la casa se los Rizzo encontramos a la joven a un lado del camino encogida temblando y no era para menos, en esta época del año hacía demasiado frío.
Miguel bajo del auto y le ofreció su abrigo a Valeria quien al verlo se asustó mucho.
“No tengas miedo, soy Miguel Ferrer, la mano derecha de la Duquesa”. Después de que Miguel se presentará, yo bajé el vidrio del auto y le indique a la joven que subiera, no podía dejarla andar sola en la calle, además se notaba que está muchacha no tenía ni idea de los peligros de la ciudad.
Sus ojos brillaron cuando me vio, creo que me sintió como su salvadora. Ella aceptó nuestra ayuda y subió al auto. Pude notar que Miguel quedó encantado con la belleza de Valeria y era entendible, ella era hermosa y podía enamorar al hombre que ella quisiera.
“Gracias, Duquesa. No sabía cómo iba a salir de este sitio”. Comento Valeria con la mirada triste.
“Estoy segura de que Leonardo hubiera venido por ti”. Le dije para que no se sintiera mal.
“Lo dudo mucho, espere fuera de esa casa por un largo rato y él nunca apareció”. Respondió Valeria con la voz apagada.
“Algo debió detenerlo. Pero ya no pienses en eso, ¿a dónde quieres que te lleve?”. Pregunte amablemente.
“No sé la dirección”, contesto la joven apenada. Se notaba que ella era como un pajarito que tenían enjaulada. Valeria despertaba en mí ese sentimiento materno que tenía guardado para mi hija, mi niña, donde estará en este momento.
De pronto una idea cruzó por mi mente, ¿podría ser posible que Valeria sea mi hija?. Con eso en mente Adela pidió al chófer que los llevará a la mansión, desde allá llamaría a Leonardo para que fuera por ella, y eso le daría el tiempo necesario para lograr tomar una muestra de cabello de la joven.
“Bienvenida a tu casa, pasemos a la sala, mientras te preparan algo de comer. Imagino que tienes hambre, ya que no te vi ingerir alimentos durante la cena”. Dije con preocupación.
“Ese ambiente era muy incómodo para mí, las personas ahí me miraban extraño”. Respondió Valeria con timidez.
Estaba hablando con Valeria cuando Miguel intervino. “Señora, disculpe. ¿Le digo al chófer que guarde el auto?”.
“Si, por favor. Mañana llevaremos a Valeria a casa, está noche ella es mi invitada. Por favor también ponte en contacto con Leonardo Rizzo y le informas de mi decisión”. Nadie se atrevía a desobedecer una de mis órdenes y aunque los Rizzo eran una familia muy influyente en este país, yo era de la nobleza y nadie estaba por encima de mí.
“Señora, le agradezco su gentileza, pero debería volver con mi esposo”. Dijo la joven temerosa.
“No querida, está noche descansarás en esta casa. Te prometo que mañana temprano te devuelvo a la casa de Leonardo”. Vi como a Miguel se le tenso la mandíbula, algo que me lleno de satisfacción, pues si está niña era mi hija me gustaría que se fijara en Miguel, desde mi punto de vista, es mejor partido que el hijo de los Rizzo.
Perdón es mi punto de vista.