Violeta, La Nueva Esposa Del CEO

Capítulo Diecisiete

Ignacio y yo dejamos de bailar. No podía ser que esto estuviera pasando. Juan Manuel estaba de regreso, después de tantos años de vivir en el extranjero. Y encima en la misma fiesta en la que yo había ido con mi falso esposo.

—¿Conoces a mi primo? —me preguntó Ignacio y lo miré sorprendida.

—Viole, que gusto y qué coincidencia —dijo Juan Manuel, pero antes de que él pudiera acercarse Ignacio se puso en medio.

—Fuimos compañeros en la universidad en primer año —dije para evitar conflictos. No estaba mintiendo, pero tampoco era completamente sincera. Creí que estaría bien, ya que eran muchas emociones juntas para solo una noche.

—Así que conoces a mi esposa en la facultad. Interesante —dijo Ignacio y dejó que Juan Manuel me saludara.

—Sí, antes de irme a estudiar al extranjero —dijo mirándome, sabiendo que estaba omitiendo parte de la verdad por mí.

—Parece que te llevaste un recuerdo agradable si interrumpiste nuestro baile para saludarla —dijo Ignacio relajado, aunque escondía algo.

—Lo siento, no fue mi intención. Además, pensé que estabas casado con Paola aún. Nunca supuse…–dijo Juan Manuel, pero Ignacio lo interrumpió.

—Debes ponerte al día. Ella me dejó cuando te fuiste al extranjero y al parecer se casó con un amigo de tu padre. ¿No son interesantes las coincidencias? —preguntó Ignacio como si dudara de la buena fe de Juan Manuel, pero él era una buena persona.

—¿Cómo se conocieron con Violeta? Me encantaría saber toda la historia —dijo Juan Manuel, como si no le importara lo que mi esposo trataba de hacerle saber.

—Mi madre arregló nuestro matrimonio. Sabes cómo son las cosas en nuestra familia. De todas maneras, al verla supe que era la mujer para mí. Y desde entonces estamos juntos y somos inseparables —dijo Ignacio de una forma que nunca había visto.

—Deberíamos salir de la pista de baile —dije y mi esposo me sonrió—. Así podrían hablar más cómodos.

—No tengo nada que hablar con un ladrón —dijo Ignacio y después de tomar mi mano salimos de la pista dejando a Juan Manuel pintado.

Terminamos en la terraza, hacía frío por lo que él me prestó su saco. Parecía estar enojado, aunque desconocía el motivo; no estaba segura si tenía que preguntar por lo que me quedé en silencio a su lado.

—Iré a traerte algo para beber —dije después de un rato y cuando me estaba por ir él me abrazó.

—Necesito uno de tus abrazos —dijo y me molesté con él, le expliqué que yo no era su juguete—. Esta vez es en serio.

Después de escuchar eso no pude negarme y me quedé quieta junto a él y abracé sus manos, ya que lo tenía a mi espalda con sus brazos rodeando mi cuerpo.

—Eres mi sostén, no creo poder contra todos ellos, sino puedo confiar en ti —dijo con suavidad en la voz—. Por eso lo preguntaré una sola vez y espero que puedas ser sincera conmigo sin importar cuál sea la respuesta. ¿Aún lo amas?

Ignacio se había dado cuenta de que Juan Manuel era mi primer novio. Ambos habíamos sido muy naturales al hablar. ¿Cómo se había dado cuenta? Lo subestimé, fui una tonta. ¿Ahora que debía hacer?

—No lo sé —dije con cierta presión en el pecho. No quería mentirle después de lo que me había dicho.

—Gracias por ser sincera. Ahora sí, considero que necesito beber algo fuerte —dijo y me soltó.

Fui en busca de una copa de vino, pero no conocía sus gustos por el alcohol, por lo que también le llevé una de brandi. Al salir lo vi hablando con una mujer. Al acercarme un poco noté que era su ex.

—Él nunca podrá dejarla ir, ella hirió su ego y para un hombre como él eso es lo más importante —dijo Juan Manuel que estaba detrás de mí—. Solo te está usando. Debes tenerlo en claro para no sufrir.

—Aún me subestimas. Tú tampoco cambiaste —dije y me aparté de él para ir al lado de mi esposo.

Dolía pensar que Juan Manuel tenía razón, pero yo ya sabía que no era más que una empleada para Ignacio y eso me tenía que bastar. A medida que me fui acercando noté el gesto descompuesto en el rostro de Ignacio. Parecía estar pasándola muy mal frente a esa mujer.

—Te traje algo suave y algo fuerte amor, no sabía que tendríamos compañía, sino también le hubiera buscado algo de beber —dije y le mostré las copas a Ignacio.

—Se nota que no conoces a Nacho, él no bebe ese tipo de cosas —dijo descaradamente la mujer al verme. Aun así, mi esposo tomó el brandi y se lo bebió de un trago.

—Es irónico que creas conocerme cuando hace demasiado que no nos vemos. Ahora si me disculpas, antes de acercarte de nuevo a mí, deberías hablar con tu nuevo esposo para que sepas que estuviste casada antes. Así mi esposa y yo no tendremos que mentir por ti —dijo Ignacio de manera despectiva mientras tomaba mi mano para que nos apartáramos de ella.

—Nunca amaras a otra mujer como me amaste a mí, debes reconocerlo Nacho, por su bien debe saber que solo es la otra —dijo con más descaro aun pro lo que no pude quedarme así y solté la mano de Ignacio.

—¿Usted supone que estoy pintada aquí? Le miente a su esposo y se atreve a decirle al mío como se siente o que debe beber. Tal vez él nunca sienta por mi lo que sintió por usted, pero le aseguro que es despreciable vanagloriarse de eso cuando usted ya está casada y está esperando un hijo de otro —dije como si en verdad me molestara. Estaba más que confundida. Pensé que él era gay y ahora resultaba que no ¿o era bi? Aun así, no dejé que ella se aprovechara de la situación.

—Vi, no gastes tus palabras con alguien que no se merece ni tu saludo. Vamos a casa, cariño —me dijo Ignacio y le di mi mano para irnos de ahí.

Él me abrazó; algo que me pareció gracioso por la diferencia de estatura; y al parecer a él también, ya que empezamos a reírnos cuando bajábamos las escaleras. Una vez que estuvimos dentro del coche pude relajarme un poco.

—Qué bueno que volvemos a casa, estas fiestas me ponen los nervios de punta —dijo él con una gran sonrisa.

—Avísame para la próxima con mucha anticipación, hay que hacerse un escudo con estas personas —dije y ambos empezamos a reírnos de manera tonta y contagiosa.

Autora: Osaku