¡ATENCIÓN NOVELA EN EMISIÓN!
Alana Rosental, una chica estrovertida, hija de Evans Rosental, considerado en su juventud uno de los mejores hechiceros del mundo, esta por casarse con su novio Joan Black, pero la repentina muerte de su padre cambiara el rumbo de su vida.
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Ninguna es perfecta
Alana escuchó el sonido de elevador, se puso de pie un poco nerviosa, incluso asustada, aquel hombre apareció, él la miro y luego centro su mirada a la mesa de centro, había cuatro botellas vacías y una empezada, se quitó el saco y lo dejo en uno de los sofás, luego se sentó al lado de ella y observo aquella botella iniciada.
- ¿Ya está tomada señorita Rosental? – Preguntó tomando la botella y bebiendo directamente de ella, Alana suspiró.
- Claro que no, acabo de empezar- Soltó con pesadez, le gustaba tomar y mucho, lo hacía desde muy joven por lo que tenía mucho aguante y rara vez perdía el conocimiento después de una larga noche de puro alcohol. - ¿Por qué me hace esperar tanto? ¿Sabe cuántas horas llevo aquí? Detesto que me hagan esperar – Pregunto molesta, él la miró de reojo y frunció el ceño.
- Solo me tarde dos horas- Dijo despreocupado, la empezó a recorrer con la mirada, aquel vestido se había subido mostrando sus perfectos muslos, ella se había quitado ya los tacones, sus mejillas estaban más sonrojadas de lo normal, aunque negara que no estaba tomada, el alcohol ya le hacía efecto. - ¿Tan ansiosa está? – Pregunto de manera divertido, Alana soltó una leve risa y le quito la botella y comenzó a beber de ella, Maximiliano la observo por largos segundos y ella seguía pegada a esa botella, se la quitó bruscamente.
- ¡Hey! - Le grito frunciendo el ceño.
- Mejor acá- Señaló su entrepierna, Alana trago en seco mirando hacia esa parte- Hoy si tiene que hacerlo – Continuo de manera autoritaria, Alana suspiró y asintió ya con resignación, se acomodó de rodillas frente a ese hombre, comenzó a desabotonar sus pantalones, él la observaba detenidamente mientras bebía de aquella botella.
Alana saco aquel duro miembro y entrecerró los ojos, aún se sorprendía del tamaño de ese hombre, pero no podía negarlo, le gustaba, comenzó con sus caricias con sus manos y poco a poco su boca y lengua se unieron a aquellas caricias, Maximiliano la miraba hacer su travesía, era experta en lo que hacía y eso le encantaba, su respiración comenzó a agitarse, dejo la botella a un lado, llevo sus manos a su cabeza y enredo sus dedos entre su cabello, comenzó a guiarla en aquellos movimientos, siendo rápidos y bruscos, aquella chica trataba de acostumbrarse a los movimientos de él, eso le gustaba de ella pues no lo apartaba como otras mujeres, ella poco a poco se fue acostumbrado, sentía como su lengua se deslizaba sobre él.
- Joder, que rica boquita- Gruño mientras aumentaba sus movimientos, Alana solo escuchó y eso la hizo sentirse orgullosa, miro a aquella bestia, inclino su cabeza hacia atrás disfrutando de sus caricias, sintió aquellos movimientos aumentar, controlo sus ganas de vomitar, después de unos segundos con ese ritmo brusco, ese hombre termino en ella, Alana se separó y cayo sentada en el suelo, Maximiliano la miró con su prepotente sonrisa, ella suspiró. Maximiliano le hizo una seña con la mano, ella lo miró incrédula, claro que le había entendido, le pedía que se levantara, maldijo por dentro y le hizo caso, se puso de pie frente a él, mientras la recorría con la mirada, hasta llegar a aquellos azules ojos, esos ámbares le hacían temblar y desearlo, comenzó a quitarse el vestido y luego aquella ropa interior de encaje, quedando su cuerpo expuesto totalmente a ese hombre.
Maximiliano tomo la botella y se la entregó a ella, Alana no dudo en tomarla, pero al tenerla en su mano, él aprovechó y la jalo a él, sentándola a horcajadas sobre él, ella lo miró con sorpresa, sintió como su zona intima, rozaba con la intimidad de ese hombre, que despertaba de nuevo, ella suspiró y se inclinó a besarlo, él rodeo su cintura, fue bajando hasta llegar hasta sus glúteos y comenzó a apretarlos, Alana comenzó a jadear entre besos, aquellas lenguas jugaban entre ellas, entrelazándose con pasión y lujuria, mientras sentía como la dureza del hombre, amenazaba con entrar en su intimidad, su deseo por sentirlo dentro comenzó a ser más grande, sin pensarlo ella misma se acomodó y fue bajando lentamente, sintiendo un leve dolor al sentir aquel grosor entrar en ella.
- ¡Mierda! - Gruño deteniendo el beso, aquel hombre entró en ella con brusquedad, lo miró a los ojos y Maximiliano sonreía con orgullo.
- ¿Qué pasa? ¿Acaso en su mentecita está diciendo “estúpida bestia”? – Pregunto con malicia, Alana tragó en seco, no entendía como carajos ese hombre sabía lo que pensaba, porque justamente eso era lo que pensaba, ¿Acaso leía mentes? – Está noche no la dejaré dormir, Señorita Rosental- Se acercó a su barbilla y enterró sus dientes, dejando su marca, ella gruño y lo miró con sorpresa.
Maximiliano comenzó con sus bruscos movimientos, los gemidos de Alana eran de dolor en un principio, poco a poco se fue combinando con el placer, ella empezó al ritmo de él, tomo su cabeza y la guio hasta sus senos, Maximiliano se deleitó con aquellos senos, no eran tan grandes, pero tampoco tan pequeños, le encantaban, eran perfectos para él, su lengua se deslizaba sobre uno de sus pezones, mientras su mano jugaba con su otro pezón, esa chica jadeaba de placer, mientras seguía con sus rápidos movimientos de caderas, Maximiliano era experto en lo que hacía, sentía que pronto llegaría al orgasmo, busco sus labios y los besos con pasión, ferocidad, sus lenguas tenían una batalla por el control, aquellos dos se complementaban a la perfección, Alana mordió el labio de ese hombre, al sentir como llegaba su primer orgasmo, Maximiliano gruño ante aquella mordida, mientras aumento sus embestidas, sentía como ella comenzaba apretar más, eso le encantaba, Alana gimió con fuerza, su espalda se arqueo por unos segundos, sentía una oleada de placer recorrer su cuerpo, después se dejó caer sobre su torso, mientras sentía las manos de Maximiliano acariciando su espalda.
Alana miró con sorpresa a ese hombre, ahora ella estaba acostaba sobre el sofá y él sobre ella, aquella sonrisa prepotente, comenzaba a asustarla, pero también a desearlo más.
- Mi turno – Dijo mientras se lamia los labios y comenzaba a bajar hasta la intimidad, Alana soltó un grito ahogado al sentir como esa experta lengua se deslizaba sobre su intimidad.
- Voy a morir…- Murmuro, Maximiliano la escuchó y soltó una risa silenciosa, después continuo con sus caricias en aquella zona, mientras escuchaba como aquellos gemidos se hacían más seguidos, ella disfrutaba aquellas caricias, coloco sus manos sobre la cabeza de él y comenzó presionarlo más sobre su intimidad, quería sentirlo más, era un experto en lo que hacía, maldijo por dentro, si esto continuaba así se volvería adicta a ese hombre y difícilmente va a querer soltarlo en su momento.
Maximiliano se acomodó de nuevo en su entrada, Alana lo miraba con el rostro rojo, entro en ella como ya era costumbre, esta vez el gemido de Alana fue de placer, estaba demasiado húmeda que el dolor ya era soportable, él no tardó en empezar con sus movimientos, se inclinó a ella y la beso de nuevo, le encantaba besarla, no acostumbraba a hacerlo con las mujeres con las que estaba, pero los besos de esa mujer eran diferentes, sus labios eran perfectos, sabía que podía volverse adicto a ella, pero ninguna mujer era perfecta, ella debía tener un defecto, que terminara aburriéndolo y solo tenía que esperar a que ese defecto apareciera, cuando así fuera, solamente terminaría ese ridículo contrato y cada quien continuaría sus vidas por separado.
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Alana despertó en aquella habitación, no entendía como carajos llego ahí, si toda la noche, literal toda la maldita noche, ese hombre, la tomó de todas las maneras posibles en la sala, se movió en la cama y sintió los efectos secundarios, maldijo por dentro, pero no podía negarlo, le encantaba ese hombre y solo era cuestión de tiempo para que se acostumbraba a su tamaño, suspiró, se sentó en la cama, talló sus ojos, estaba sola, se cubrió con las sabanas y salió de la cama con un maldito dolor de caderas y su entrepierna, pero valía la pena, no lo negaba, sus ropas habían quedado en la sala, fue a buscarlas, pero al llegar ahí se encontró con una mujer de edad, limpiando.
- Buenos días, Señorita Rosental- Dijo la mujer de cabellos canosos vistiendo el típico uniforme de sirvientas. Alana asintió nerviosa y miró hacia sus manos, ella tenía sus ropas, sintió algo de vergüenza.
- Eso es mío – Dijo señalando lo que tenía en sus manos, la mujer asintió.
- Lo lavare – Respondió con son sonrisa.
- No, lo necesito, ya debo irme- Comentó, la mujer la miró con confusa y miró aquellas ropas.
- Hay ropa para usted en la habitación – Dijo para sorpresa de Alana- El señor Kingsley, ordeno el día de ayer comprar un guardarropa para usted- Continuó, Alana abrió la boca de sorpresa y asintió, se dirigió nuevamente a la recamará, directo al armario y efectivamente había ropa de mujer, comenzó a buscar algo que usar, curiosamente eran su talla.
- ¿Qué carajos? ¿Cómo lo supo? - Se preguntó mirando que incluso la ropa interior era justo sus medidas- Ay mierda, me duele todo- Suspiró, se dirigió al baño necesitaba relajarse, tomo una larga ducha, incluso notó que había artículos para dama ahí- Este es mi perfume favorito- Tomo aquel frasco, comenzaba a creer que ese hombre realmente leía mentes, sin saber que la realidad es que la había investigado de pies a cabeza y sabía todo sobre ella, incluso más que ella misma. – Ahora que lo pienso… dijo que quería sexo durante las mañanas ¿A dónde mierda se fue? – Pregunto entrando a la regadera y sintiendo el agua caer sobre su cuerpo lleno de marcas- Estúpida bestia- susurro cerrando sus ojos y disfrutando aquel baño.