En un futuro distópico devastado por una ola de calor, solo nueve ciudades quedan en pie, obligadas a competir cada tres años en el brutal Torneo de las Cuatro Tierras. Cada ciudad envía un representante que debe enfrentar ecosistemas artificiales —hielo, desierto, sabana y bosque— en una lucha por la supervivencia. Ganar significa salvar su ciudad, mientras que perder lleva a la muerte y la pérdida de territorio.
Nora, elegida de la ciudad de Altum, debe enfrentarse a pruebas físicas y emocionales, cargando con el legado de su hermano, quien murió en un torneo anterior. Para salvar a su gente, Nora deberá decidir hasta dónde está dispuesta a llegar en este despiadado juego de supervivencia.
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La niña, dos horas, el sinsajo
Nora se quedó oculta detrás de la duna, con los ojos fijos en la entrada de la estatua. La tensión era palpable en cada fibra de su ser, y el sudor corría por su frente mientras el calor no daba tregua. El sol parecía haberse detenido en el cielo, como si quisiera desafiarla, pero ella sabía que solo debía esperar. Dos horas. Había algo en esas palabras, en la canción de Eli, que resonaba profundamente en ella.
Cada minuto que pasaba era un desafío, una prueba de resistencia. Pero mientras Nora miraba hacia la estatua, pensó en la canción: "La niña mira la ventana por dos horas seguidas..." Tal vez la estatua era la niña, y tal vez ella, Nora, era la que debía esperar.
Finalmente, después de lo que le parecieron dos eternidades, algo ocurrió. Una puerta al lado de la estatua se abrió con un suave chirrido, revelando un pasaje distinto al que había visto antes. Nora sintió un nudo en el estómago. Había acertado, había entendido el desafío. No era solo cantar, era esperar. Había sido una prueba de paciencia, de confianza en el mensaje que había recibido.
—Lo logré... —murmuró para sí misma, sintiendo una mezcla de alivio y orgullo.
Se levantó lentamente, asegurándose de no hacer ruido, y se dirigió hacia la puerta recién abierta. Miró una última vez hacia el lugar donde Jackson había desaparecido, y luego cruzó el umbral de la nueva entrada. Una oscuridad fresca la envolvió al instante, alejándola del calor implacable del desierto. El alivio fue inmediato, pero sabía que no podía relajarse. Esto era solo el comienzo, aún tenía que pasar por más pruebas, y sabía que cada una de ellas sería más difícil.
Nora avanzó por el estrecho pasillo, que parecía ser una especie de cueva excavada en la roca. A medida que se internaba en la oscuridad, el aire se volvía más frío, y sus pasos resonaban en el silencio absoluto. Finalmente, llegó a un área abierta, un espacio amplio que parecía haber sido preparado para los participantes que superaran el desafío.
Allí, encontró un lugar para sentarse y descansar, mirando hacia la entrada, esperando que los demás llegaran. Sabía que no sería la única que lograra descifrar el enigma, y aunque no había reglas explícitas sobre trabajar en equipo, sabía que en este punto, observar a los demás podría ser crucial para su supervivencia.
Mientras esperaba, los recuerdos de la canción y de Eli volvieron a su mente. Su hermano siempre había sido su protector, su guía en los momentos difíciles. Y ahora, aunque no estuviera físicamente con ella, seguía guiándola, sus palabras resonando en su mente como un faro de esperanza.
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En otro punto del desierto, Marcus estaba frente a una estatua similar, con el papel de la pista arrugado entre sus dedos. Su ceño estaba fruncido, claramente confundido. Había leído y releído las palabras varias veces, intentando encontrar un sentido lógico.
"Dos horas, donde canta el sinsajo, la niña que llora..."
—¿Qué significa esto? —murmuró, mirando la estatua como si esperara que esta le diera una respuesta.
Marcus había visto a Jackson cantar, y había visto cómo la puerta se abrió. Eso le había dado una idea de lo que debía hacer, pero al mismo tiempo, algo no le cuadraba. La canción... era demasiado obvio, demasiado fácil. Sin embargo, el tiempo estaba corriendo, y él sabía que no podía quedarse allí esperando sin hacer nada.
—De acuerdo, cantaré... —dijo con voz firme, decidido a intentarlo.
Marcus se paró frente a la estatua y comenzó a cantar la canción que había escuchado a otros murmurar. Su voz resonó en el desierto, fuerte y clara, mientras el viento levantaba polvo alrededor de él. La estatua parecía responder, y después de un momento, la puerta frente a él comenzó a abrirse lentamente.
—¡Funcionó! —exclamó, sintiendo un destello de triunfo.
Pero cuando estaba a punto de entrar, Lian, otro de los participantes, de la ciudad de Windridge, que estaba a cierta distancia, observaba la situación con atención. Lian también había descifrado el verdadero significado de la pista, pero había sido demasiado tarde para advertir a Jackson. Ahora, viendo a Marcus a punto de cometer el mismo error, decidió arriesgarse.
—¡Dos horas! —gritó Lian, intentando que sus palabras llegaran a Marcus sin ser captadas por los micrófonos de la cadena de noticias ni los ojos de los Padres de la Patria, quienes vigilaban cada movimiento desde las pantallas.
Marcus se detuvo en seco, con la puerta abierta frente a él y la voz de Lian resonando en su mente. Se giró, mirando hacia donde Lian estaba, y vio su expresión intensa. Marcus frunció el ceño, tratando de procesar lo que había escuchado. ¿Dos horas? ¿Qué quería decir Lian con eso?
De repente, todo cobró sentido. La canción hablaba de una niña mirando por la ventana durante dos horas. La clave no era entrar de inmediato, sino esperar, observar, como si él mismo fuera la niña de la canción.
—¡Maldita sea! —susurró, dando un paso atrás, alejándose de la puerta.
Marcus sintió un escalofrío recorrer su espalda. Había estado a punto de cometer el mismo error que Jackson, de entrar sin pensar en el verdadero significado del desafío. Miró hacia la estatua, observando cómo la puerta seguía abierta, oscura e inquietante. Pero ahora, sabía que no debía entrar. Se alejó unos pasos y buscó un lugar donde pudiera sentarse, en la arena, y esperar.
—Gracias, Lian —murmuró, mirando hacia donde el otro participante estaba. Lian asintió con la cabeza, y aunque la distancia entre ellos era considerable, había una comprensión silenciosa entre ambos.
Sin embargo, antes de que Marcus pudiera sentarse y comenzar su espera, vio a Vlad, de la ciudad de Stonehill, acercarse a su propia estatua. Vlad, con su característica confianza, no parecía tener dudas sobre lo que debía hacer. Lo había visto antes, cuando Jackson cantó, y ahora, convencido de que ese era el camino correcto, decidió hacer lo mismo.
—¡Vlad, espera! —gritó Marcus, intentando advertirle.
Pero Vlad no le prestó atención. Ya había comenzado a cantar, con voz firme y decidida. La puerta frente a su estatua se abrió de par en par, y Vlad, sin dudar un segundo, cruzó el umbral.
—¡No, Vlad! —intentó decir Marcus de nuevo, pero Vlad ya había desaparecido dentro de la entrada oscura.
Hubo un momento de silencio, y luego, un grito. El sonido llegó a los oídos de Marcus, y su corazón se hundió. La voz de Vlad se apagó de golpe, como si el aire mismo hubiera sido arrancado de sus pulmones. Marcus cerró los ojos un momento, sabiendo lo que había sucedido. Vlad no había esperado. Había caído en la misma trampa que Jackson.
—Demonios... —Marcus murmuró, con el peso de la impotencia apretando su pecho.
Sabía que no podía hacer nada más por Vlad. Ahora debía concentrarse en sí mismo y en lo que debía hacer para superar esta prueba. Miró hacia la estatua, hacia la puerta abierta que lo tentaba a entrar, pero permaneció sentado, sabiendo que la clave era esperar.
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El tiempo comenzó a pasar lentamente, y Marcus se sentó en la arena caliente, tratando de ignorar el sol ardiente sobre su cabeza. Respiraba profundamente, cerrando los ojos y recordando cada palabra de la canción. Entendía ahora que la niña de la canción no era él, sino la estatua, y que él, al esperar, se convertía en el sinsajo, el que tenía la libertad de decidir.
Después de dos horas, el sonido suave de una puerta abriéndose llegó a sus oídos. Marcus abrió los ojos y vio cómo, al igual que había sucedido con Nora, una puerta lateral en la estatua se abría lentamente. Sintió una mezcla de alivio y cansancio, pero también un destello de satisfacción. Había entendido, al final, la clave del enigma.
Se levantó con esfuerzo, sintiendo el peso del calor y del esfuerzo, y caminó hacia la nueva entrada. Antes de cruzar, miró hacia donde estaba Lian, y levantó una mano en señal de agradecimiento.
—Te debo una —dijo, aunque sabía que Lian probablemente no podría escucharlo.
Cruzó el umbral de la nueva puerta, encontrándose en un pasillo similar al que Nora había atravesado antes. La oscuridad y el aire fresco fueron un alivio inmediato, y Marcus dejó escapar un suspiro mientras se internaba en el pasaje.
Cuando llegó al área abierta, Nora ya estaba allí, esperándolo. Ella lo miró, con una expresión mezcla de sorpresa y alivio.
—Lo lograste, Marcus —dijo ella, con una sonrisa cansada.
—Sí, gracias a Lian —respondió Marcus, sentándose y respirando fuertemente
--No creí que te fuera ayudar, esto es una competencia-- dijo Nora
--Bueno al menos sabemos que Jared sobreviviráa, porque el primero en caer fue Jackson y luego vlad -- dijo Marcus con tristeza
--S es tan frustrante que todos deban morir y solo quede uno, tendremos que ver la ejecución de Jackson y vlad nos van a obligar-- dijo Nora con un tono de voz tiste
--Si, tienes razón, al menos a partir de la otra tierra ya no tendremos que verlos morir ejecutados los miraremos en vivo, tenemos que matarnos entre nosotros-- dijo Marcus