ESCLAVOS DEL DESEO.

                     Narra Mía.

Salí del edificio y me fui a casa caminando. Cuando llegue, estaba muy cansada y, para mi suerte, nadie estaba en la casa más que las empleadas.

Subí a mi habitación y recogí algunas de mis cosas. Estaba decidida a irme; no me importaba nada. Estaba segura que algún día iba a recuperar todo.

Me iré con mi tía y, aunque sea un infierno trabajaré con ella, guardaré lo que más pueda para regresar con dinero y recuperar todo.

Sé que soy mayor de edad y puedo hacer lo que me de la gana, pero ahorita no tengo nada, ni a nadie que me apoye. Prefiero esto a quedarme por aqui y que Lucía o Rubí me hagan daño.

Sé que mi Tia es una mujer muy estricta, pero estaré bien. Ella no permitirá que dé alguna de ellas me haga daño. Después de todo, no está de acuerdo con lo que hizo mi papá, pero tiene que apoyarlo, ya que gracias a el su rancho está como está.

Alrededor de treinta minutos después, llego mi padre, echo una furia, gritando por toda la casa hasta que le di la cara y dije:

— Aquí estoy Mateo, no hace falta este escandalo. Estoy lista para irme. Me tengo que ir por mi propia cuenta o tú me llevarás.

— Te vas a arrepentir de no hacer lo que yo digo, Mía. ¿Crees que con tu tía vas a vivir como una Reina? Te tocará trabajar para mantenerte — dice tomándome del brazo con fuerza.

— No me Importa. Después de todo, los humanos no somos inmortales — digo soltandome de su agarre.

— Niña insolente, ¿como te atreves a faltarle el respeto así a tu padre ?— dice Lucía — Mateo, sácala de mi casa ahora no la quiero ver más nunca.

— Que no se te olvide Lucía, está es mi casa y tarde o temprano te sacaré a ti y a tu hija — digo antes de salir de la casa.

Mi padre me llevo hasta el rancho de mi tía y le dijo todo lo que había pasado. Mi tía no estaba de acuerdo, pero acepto tenerme en su Rancho trabajando.

Mi padre se fue y estuve hablando con mi tía y enseñándome el rancho. Es muy lindo, tiene muchos árboles y flores y muchos tulipanes una de mis flores favoritas.

— No puedo creer que tu padre haya hecho esto — Dijo mi tía sacándome de mis pensamientos.

— Es mi hermano y le agradezco que me haya ayudado cuando el rancho callo en quiebra, pero no le puede hacer esto a su propia hija. Esperemos algunos días para hablar con el y que te lleve de regreso a su casa.

— No, tía no se preocupe. Yo me quedaré aquí con usted. Además usted necesita compañía — digo tomándole las manos.

— No, mi niña. Por mi no te preocupes yo aquí tengo a mis trabajadores, que son como mi familia — dice tranquila.

— Tía, yo me quiero quedar aquí con usted. No se preocupe por mi. Aquí trabajaré como una empleada más y mi padre algún día se dará cuenta que ha echo todo mal — digo con tristeza — Ahora, tía, le quiero pedir un favor .

— Dime mi niña. Lo que sea — dice mi tía.

— Estaré aquí como una empleada de la cocina, pero no quiero que les diga que soy su sobrina. No quiero que me traten diferente por ser su familia — digo tranquila.

— Esta bien, niña. Yo no les diré nada. Después de todo aquí somos familia todos — dice mi tía feliz.

Mi tía era muy estricta,como ya lo dije, pero tenía años que no la veía y, al parecer, había cambiado un poco.

Estuvimos hablando un rato más hasta que dijo:

— Ven vamos a presentarte a tus compañeras — dice tomándome del brazo y yendo a la cocina.

—Señora Tania ¿cómo está? — dice mi tía a una señora mayor —

 Mire, ella es Mía, la nueva empleada. Por favor, enseñele todo lo que tiene que hacer de ahora en adelante. Yo estaré en mi despacho por cualquier duda — Dice mi tía de nuevo y se va dedicándome una sonrisa.

— Hola. Soy Mía — digo dándole la mano a la señora de edad.

— Yo soy Tania, y soy la jefa de cocina. Ella es mi hija Marlene y mi nieta Marisol — dice dándome un abrazo que había necesitado desde hace mucho tiempo.

La señora y la chica que estaban allí me regalaron una sonrisa y Marisol se me acercó.

— Hola, ven conmigo te enseñare donde te quedarás y también lo que harás. Serás mi compañera — dice tomándome de la mano y saliendo de la cocina llevándome a las habitaciones de los empleados eran un monton.

— Mira esta será tu habitación— dice abriendo una pequeña habitación pero acogedora, mucho mejor que el sótano.

Marisol es muy agradable y muy linda al parecer tiene mi misma edad.

— Muchas gracias, Marisol estaba muy linda — digo sonriéndole.

— No agradezcas. Yo duermo al lado, por si necesitas algo — dice feliz.

— Muy bien. ¿Y que tengo que hacer? — Pregunto. Mi tía me había dicho que ayudaría en la cocina y serviría la cocina junto con Marisol. También le pedí que, por favor, me dejara cuidar del jardín, ya que me gustan las plantas, y no se nego.

— Bueno, ayudaremos a mi abuela y a mi mamá en la cocina — dice tomando mi maleta y dejándola en la cama.

 — No te preocupes, yo lo puedo hacer — digo tomando la maleta.

— Tranquila, yo te ayudo. Además debes de estar cansada. El camino desde la ciudad hasta aquí es muy agotador — dice abriendo mi maleta.

—¿Cómo sabes que vengo de la ciudad? — Pregunto curiosa .

— Fácil. Eres muy hermosa y mira tu ropa y tu maleta. Y también has venido con el señor Mateo — dice tranquilamente.

Yo me quedé en silencio...

— Tienes mucha ropa. Yo apenas tengo la mitad de todo esto — dice ella observando todo.

— Te puedo regalar algunas. Igual no toda la uso — digo mirándola. Yo solo tome lo necesario de mi casa y, aunque era mucha ropa tenía aún más en Moscú, y solo con ver a Marisol me daba cuenta que no tiene muchos recurso y lo que ganan aquí es para sustentarse.

— De verdad, muchas gracias — dice feliz.

— Ufff, qué hambre que hace — digo ayudando a Marisol.

— Vamos, ya la comida debe de estar — dice tomándome del brazo y saliendo de la habitación. Al salir nos chocamos con un muchacho.

— Marisol, ten más cuidado — Dice el desconocido. Era un moreno muy lindo, alto y delgado, se parece un poco a Marisol.

— Tú que no te fijas que vamos saliendo — dice ella sobando su brazo.

— Y ella — dice curioso mirándome.

— Ahh. Mía, el es Daniel mi hermano — dice Marisol sonriendo.

— Mucho gusto, Mía. — dice tendiéndome la mano.

— El gusto es mío, Daniel — digo sonriendo.

— Ella será la nueva empleada. Nos ayudará en la cocina — dice Marlene la señora que estaba en la cocina — Ya venía por ustedes ya es hora de comer.